El escéptico militante

Fallece a los 70 años Ignacio Salas, dúo de Guillermo Summers en numerosos formatos para TVE

Ignacio Salas, en un acto durante su presidencia de la Academia, en 2006.
Ignacio Salas, en un acto durante su presidencia de la Academia, en 2006.
Francisco Andrés Gallardo

14 de enero 2016 - 05:00

Ignacio Salas daba las buenas tardes ante una mesa camilla cuando el resto de presentadores de TVE se ponían encorbatados y serios ante sus mesas de despacho para dar las noticias, dar paso a un reportaje o hacer una entrevista. Aquello de Salas lo dirigía Raúl del Pozo y se llamaba Entre dos luces, un escondido programa en el UHF de 1981, un magacín semanal que se dedicaba a asuntos frikis cuando nadie conocía esa palabra. Entre dos luces hablaba de gente rara y de cultura perdida. Por ahí se colaba ese aire fresco con el que siempre quiso imprimir a su trabajo este periodista vasco (nacido en Bilbao hace 70 años) que llegó a presidir la Academia de Televisión entrado el nuevo siglo.

Buen conocedor de la casa pública y cocinero antes que fraile, fue reportero, guionista y equipo de base antes de que su oscura barba, adelantado hipster, apareciera por las únicas cadenas. El espíritu de aquel descarado Entre dos luces se trasladó a la Primera como Hoy por hoy, en 1982, cuatro años antes de que la SER tuviera su matinal con ese nombre. Este programa de Salas, sin plató, todo en exteriores, como tantos espacios de hoy, recorría España en busca de historias heterodoxas, las que no salían en los periódicos, las que nunca iban a interesar al resto de programas de TVE.

Hoy por hoy, que presentaba Ignacio con Pastora Vega (la primera gitana presentadora, empezaban a asombrarse las revistas en sus titulares) tuvo un fugaz recorrido, pero dejó huella por el estilo, ese guión donde se acumulaban juegos de palabras, frases con doble sentido y toda la intención del mundo y una postura socarrona, escéptica, tan distante como para acercar al espectador. Estilo con que se distinguieron los monólogos a dos de él y Guillermo Summers, su compadre para los restos.

Aquello, ya en la era socialista del director general José María Calviño, era el relevo de lo que fue 625 líneas y el dúo, tan irónico y afilado, lo tituló Y sin embargo, te quiero, un avance de la programación de TVE en el que cabían todas las bromas con sus compañeros del Prado y del Pirulí. Sí, en principio eran un trío. Pastora Vega también presentaba pero su oscura mirada felina fue captada para el cine y la chica de la terna se marchó del programa a los pocos meses, del brazo amoroso de Imanol Arias.

Entre Ignacio y Guillermo quedó el juego de dimes y diretes y aunque hubo muchas críticas desde los periódicos derechones, Y sin embargo, te quiero se asentó los domingos por la tarde y hasta fueron despedidos con honores dos años después, reconocimiento al desparpajo de tantas semanas. La pareja creó un especial impertinente para la Nochevieja de 1985, Si te he visto no me acuerdo, con el que repasaban los tres primeros años de la llamada Tele Roja. El programa se salpicaba con un incesante zapping, "chicle para los ojos", según acuñaron, un montaje del eran responsable venideros visionarios como Daniel Écija, el que junto a Emilio Aragón construyó el imperio de Globomedia.

Salas y Summers, barbas complementarias, siguieron experimentando con el zapeo en otro proyecto efímero como Segundos fuera y pusieron los comentarios a Juego sin fronteras, dando idea a lo que en Telecinco sería Humor amarillo. Miembro de la gruesa infantería de TVE aunque podía permitirse una vida basada en la publicidad, dirigió el Mañanas de primera en 1996 con el que Laura Valenzuela volvía a lo que fue su casa. Ignacio, militante de la profesionalidad, dio el paso para presidir una Academia que intentara reunir a todas las cadenas sin entrar en juegos políticos. El barbado sonriente fallecía ayer en Torrevieja tras años combatiendo el cáncer. Lo sobrellevó con esa socarronería con que siempre asumió su trabajo y su vida.

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