Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
Un gesto político
Diez años después de iniciarse la tradición de tomarse las uvas frente al televisor, al compás de las campanadas del reloj de la Puerta del Sol, el 31 de diciembre de 1972 la dirección de TVE decidía cambiar de escenario para pasmo de la audiencia.
No hay momento con más superstición en todo el año que seguir los ritos al pie de la letra así que en aquella Nochevieja, donde sólo emitía TVE a través de sus dos canales, muchos españoles se quejaron de no entrar en el nuevo año con el carillón más tradicional, el que sonaba en la mayoría de las cadenas de radio y donde habitualmente desde el siglo XIX los madrileños acudían para festejar la llegada de un nuevo enero.
Pocas horas antes de aquella conexión en directo desde Barcelona fue cuando se conoció la decisión de TVE, que iba a causar polémica sin duda. El director general de RTVE, el futuro presidente del Gobierno Adolfo Suárez, recibió llamadas de varios ministros y supo del enfado de Franco, airado por tomarse las uvas con el reloj del Ayuntamiento de Barcelona, en la plaza de Sant Jaume (entonces plaza de San Jaime).
¿Por qué hubo ese cambio de reloj? Por buena voluntad. Política y mediática. Un cambio en las tradiciones siempre se sentía como un audaz gesto innovador. Pasar las campanadas de Madrid a Barcelona en 1973 era una nueva muestra de modernidad en una TVE que iba muy por delante del régimen dictatorial. Se escenificaba una necesaria descentralización. Pero lo de perderse las uvas ante la Puerta del Sol no era tal vez el mejor inicio.
TVE había descentralizado por primera vez su Especial Nochevieja, que en lugar de grabarse en Prado del Rey se llevó a cabo en los platós de la sede barcelonesa, Miramar. Ya que existía ese gesto de confianza, por qué no ir más allá en el reconocimiento hacia Barcelona, ideó el director del centro territorial, Juan Alberich.
La decisión fue aceptada por el director general, Suárez, sabiendo que iba a escocer. El reloj del Ayuntamiento de Barcelona se vio arropado en las campanadas por el de la cercana catedral y un castillo de fuegos de artificiales desde la azotea del histórico edificio que por entonces estaba frente al de la Gobernación, ahora sede del gobierno de la Generalitat. En el remate de la fachada municipal aquel 31 de diciembre del 72 aparecía sólo la bandera nacional. Los mástiles contiguos (solían entonces ubicarse la enseña franquista y la requeté) aparecían desnudos. La senyera era ilegal y la bandera local se optó por no lucir en aquellas uvas estelares.
La apocada narración de aquellas primeras campanadas barcelonesas estuvo a cargo del comentarista deportivo José Félix Pons, maestro de periodistas como Mercedes Milá. Tuvo contadas palabras en tan festivo momento. La audiencia al menos oyó bien el carillón aunque con unos cuartos que despistaban.
El enfado por estas campanadas que desconcertaron a los españoles tuvo su reflejo político en la opinión de Franco, según aparece en el libro de memorias de su médico, Vicente Gil (40 años con Franco), en el que según el galeno el dictador le observó: "que quieran cambiar las ideas políticas… vaya, llevarán su fin; pero ¿por qué quieren cambiar una costumbre tradicional?". No fue una idea bien recibida en muchas casas y olió a cuerno quemado en El Pardo.
Adolfo Suárez fue relevado al frente de RTVE meses después. Estaba llamado en un futuro a metas fundamentales para desmantelar el franquismo desde dentro. Pero lo que no cambiaría en las costumbres de los espectadores españoles fue tomar las uvas, preferentemente, ante el reloj de la Puerta del Sol.
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