El dilema en TVE: ¿dar pan o dar circo?
El modelo de la cadena pública
La 1, cada vez más abajo en los índices de audiencia, parece hallarse ante un callejón sin salida
Mucho nos tememos que los datos de audiencia de este mes de febrero van a ser demoledores para La 1 de TVE. Y añadimos: qué importa, cuando nos encontramos en el año 13 de la era post-Rodríguez Zapatero, esto es, la de la televisión pública sin publicidad. Por tanto, sin ingresos por este concepto.
Pese a todo, TVE sigue pendiente de los audímetros y no sabe cómo colocar apósitos a las heridas que se abren por cada décima perdida, que medidas en años se convierten en puntos y en Andalucía llega a ser una desafecccion de proporción preocupante.
El anuncio de la adquisición de los derechos de la final de la Champions el 28 de mayo, mes en el que también vivirá una noche de gloria con Eurovisión, a los que hay que sumar los partidos de fútbol en los que juegue la selección española, producen cierto alivio. También en el horizonte, el Mundial de fúbol, en noviembre y diciembre.
Sin embargo, a estas alturas, sabiendo todo lo que sabemos, es inevitable plantear la pregunta. ¿Qué criterios deben primar en la Corporación? ¿Hay que optar por ofrecer ‘pan y circo’ para subir la audiencia, o es hora de optar definitivamente por la calidad, asumiendo las consecuencias?
La respuesta está en la propia televisión y en los propios resultados de los audímetros.
En un país donde causan furor todos los programas relacionados con Rocío Carrasco y su familia; donde Gran Hermano, lejos de agotarse, continúa vigente rebautizado como Secret story; donde a una cadena privada le basta con emitir telenovelas turcas para arrasar en su prime time y a otra con programar series repletas de sordidez y truculencia para hacer lo propio, no hay secretos.
Si a ello sumamos el ninguneo con el que los espectadores han recibido programas civilizados como Las tres puertas (“el espectáculo de la palabra”, con María Casado) o Las claves del siglo XXI, con Javier Ruiz, debate de actualidad que por una vez La 1 se ha atrevido a programar en prime time, las conclusiones no pueden ser más claras. No caben las medias tintas. Hay que elegir un modelo.
Y ese modelo debe ser el de ofrecer lo que nadie va a dar si no lo da la televisión pública. Los centenares de películas estadounidenses que emite La 1 se las rifan las privadas, como se rifarían la final de la Champions. Que la audiencia huya de una televisión sin pausas, de calidad, y de servicio público, no es problema de sus directivos.
Como no lo es que RNE en el EGM figure por detrás de la SER, Onda Cero y la Cope. Nadie por ello cuestiona su calidad, ni la de Radio Clásica ni Radio 3. El modelo de radio también debería servir para el de la televisión.
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