Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Nadie en el mundo más afortunado que Víctor Orta
Nadie lo volvería a hacer. Ninguna cadena nacional es capaz de volver como un calcetín su programación y alterar todos los contenidos y horarios, inclusive el Telediario de las tres de la tarde. Eso no se le ocurre a nadie, pero es un detalle insólito de la historia de TVE, cuando gozaba de un monopolio imperial, en el contexto de unos tiempos en que todos los cambios se culminaban. El entonces director general de RTVE, Fernando Castedo, se arremangó y entendió que UCD, en proceso de desintegración, necesitaba democratizar y reformar de una vez la casa catódica pública. En esas dimitió Suárez, llegó el 23 -F y a la reforma le sucedió una contrarreforma conservadora y Castedo abandonó su cargo. Se eleva a Castedo, el que fichó por ejemplo a Iñaki Gabilondo, como el mejor director, y más eficaz, que ha tenido RTVE durante sus 55 años, pero tal vez es porque en sus nueve meses de cargo no tuvo demasiado tiempo para meter la pata.
TVE tenía que sacudirse el control político de directivos y técnicos heredados del franquismo y el equipo de Castedo comprendió que además de reconfigurar la plantilla y la estructura de trabajo, a través del flamante estatuto, el espectador, el contribuyente, debía percibir de forma clara esos nuevos tiempos.
Y uno de esos programas que iban a traer aire a Prado del Rey sería el talk show Esta noche. Un tipo de trincheras, Fernando García Tola, trasladó el típico formato americano (que en España se estrenó con Estudio abierto y todas las secuelas de Íñigo) y puso al frente a la entonces desconocida Carmen Maura, una solvente actriz, de cara cándida y cargas de profundidad en su guión. "Nena, tú vales mucho", era su frase de guerra, y por el plató de los jueves por la noche, con entrevistas y coloquios, pasó lo más granado de una España de la premovida que empezaba a movilizarse. Allí nos encontramos por primera vez a Joaquín Sabina y a sus colegas de La Mandrágora, para mosqueo de los abuelos quejicas, que se enfadaban también con el Entre dos luces de Ignacio Salas.
Lo de aquella semana de hace treinta años fue una experiencia. Para que se hagan una idea los espectadores más 'nuevos', es como si en un puñado de días se hubieran concentrado los estrenos de Gran Hermano, Crónicas marcianas, Cuéntame, OT, Perdidos, House y Downton Abbey. Todos a la vez.
El martes 21, escondida en el UHF, la Segunda Cadena, con más de diez años de retraso, llegó a España el selecto serial inglés Arriba y abajo y al día siguiente, el para entonces sorprendente humor de Benny Hill. La sinopsis enviada a la prensa por TVE hablaba de un "maestro del transformismo", y aunque Benny Hill no puede ser considerado un rompedor, fue el primero en descubrir a los españoles que el humor en televisión no tenía por qué reducirse a los chistes. El humor machista y las chicas estupendas de Hill están censurados en estos momentos por la BBC y aunque no resistirían un visionado a nuestros ojos del siglo XXI, en 1981 aquel cine cómico en color fue un inesperado acontecimiento.
El lunes 20 de abril de 1981, al cabo de 22 años, el Telediario 1 dejaba su sitio a la hora de comer para ser relevado por un híbrido de informativo y magacín, Hoy, un antecesor de España directo que no terminó de cuajar. Pedro Macía, uno de los 'telebombones' de la transición (qué términos más cursis acuñaban las revistas) conducía este ómnibus de la sobremesa que poco después reformó Jesús Hermida con el nombre de Crónica 3.
En la tarde de aquel lunes también se estrenó La cometa blanca, un infantil de Lolo Rico, cuyo presentador cambiaba cada semana, y en el que los guionistas de izquierda que poblaban esta parcela de TVE desvelaron muchas sorpresas a los cachorros. Ese día también fue el de estreno de la serie biográfica Cervantes, protagonizada y producida por Julián Mateos, y los llamados entonces Grandes relatos pasaron a la sobremesa, a la parcela donde años después se aposentaron los culebrones.
No había televisión ni por las mañanas ni a la hora de la siesta, y la Segunda Cadena arrancaba a los ocho de tarde, pero fue en aquel cambio de programación cuando se instalaron los resúmenes deportivos diarios que iban a dar estilo a la futura Segunda Cadena. Polideportivo, desde Barcelona, es el abuelo de todos los Manolos.
También el viernes 24 se estrenó el primero de los programas dedicado por entero a los personajes del revisteo. Jesús María Amilibia se encargó de Bla, bla, bla, con la insufrible banda sonora de Santisteban, y que es el Corazón de Atapuerca. Antepasado paleolítico de DEC, Sálvame y todos sus luxes.
Aquella programación contemplaba un espacio de humor de producción propia, un tal Patos y ocas, que se anunciaba en la parrilla y que nunca arrancó. José Luis Coll lo intentó varias semanas después con El Colibrí y también pinchó. El primer programa español de sketches lo levantó dos años después Emilio Aragón con Ni en vivo ni en directo, finalista en los Emmy. Después de aquello, por cierto, el gurú de Emilio se llevó seis años en el paro. Pepe Carabias y el fallecido Ángel Quesada presentaban los lunes el concurso Lápiz y papel. A Fernando Navarrete le pidieron un sucedáneo de Un, dos, tres, pero con presupuesto justito, y aquel juego del "adjunto, sirena y puerta", con las muecas de Joe Rígoli, acabó en la programación infantil.
Todavía permanecían en antena 300 millones, Aplauso con La juventud baila o Vacaciones en el mar. Pero bueno, nunca hubo un pretérito perfecto ¿no?
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