"Está claro que en el Estrecho los héroes son los agentes"
Entrevista a Antonio García Ferreras
El director editorial de La Sexta se pone al frente del especial 'Al rojo vivo. Objetivo Andalucía' sobre las elecciones y mañana estrena los reportajes de 'Estrecho'
Desde las pasadas elecciones municipales La Sexta se ha convertido en la cadena de más audiencia en las jornadas claves de la política, como puede suceder hoy con los comicios andaluces. Antonio García Ferreras, director editorial de La Sexta, ha forjado un estilo incisivo y observador desde Al rojo vivo, que colocó a esta cadena de Atresmedia en el mando sobre la actualidad. Esta noche conduce el especial junto a Ana Pastor y el lunes y martes estrena en el prime time Estrecho, entrega doble sobre el narcotráfico.
–Usted ya está unido a esa expresión de “más periodismo”...
–Tenía la obsesión de convertir a La Sexta en una referencia del periodismo, de la actualidad, en este país, ante una competencia espectacular no sólo en televisión sino en el resto de medios. Hemos conseguido que se tenga en cuenta a La Sexta, que era mi intención.
–¿La estrategia era estar muy presentes en los días señalados?
–Conseguir que cuando sucede algo importante la gente piense en nosotros para informarse, porque estamos contándolo, es un orgullo. Y, lo que decía, una obsesión.
–¿Cómo surgió la producción de Estrecho?
–Ha sido un proyecto muy apasionante con el mestizaje de dos productoras: Newtral, de Ana Pastor, y 93 Metros de David Beriain, de Clandestino, con un equipo que tiene una amplísima experiencia en trabajar en condiciones extremas. Es fascinante y preocupante lo que se vive en Estrecho porque es una realidad muy compleja donde el narcotráfico, el tráfico de armas y de personas está a la orden del día. Queríamos hacer una aproximación más allá de la imagen de la lancha o el vídeo de los Castaña. Acercarnos a esa realidad.
–¿Ha estado usted presente en toda la grabación?
–Ha habido un equipo que ha preparado el terreno y les he acompañado intentando mostrar la cadena al completo: desde la plantación de marihuana en una montaña de Marruecos hasta dónde guardan la droga en nuestro país. Hemos querido conocer todos los actores, desde los poderosos hasta los agentes que los persiguen, y los eslabones más débiles como los belloteros que por unos euros se tragan 30 bolas de hachís para montarse en el ferry.
–¿Los narcotraficantes, a través de las series, tienen una imagen extrañamente romántica?
–El periodismo es arriesgar y mi preocupación era que se mitificara al fuera de ley. Es cierto que tienen unos códigos que respetan y saben que si la Guardia Civil los interceptan, han perdido; pero está claro que los héroes son esos agentes que cobran 1.500 euros por perseguir a unos narcotraficantes que cobran 20.000 euros por entrega.
–¿Vivimos una situación peor que en la Galicia de Fariña?
–Lo de Galicia nos tiene que servir para aprender. Ya activistas como Paco Mena y José Chamizo me dijeron que no debemos permitirse que se escape de las manos. O prestamos dedicación y esfuerzo al Campo de Gibraltar en lo económico, en lo político, en lo social, o se nos va de las manos. Hace falta un plan Marshall para el Campo de Gibraltar. Acabar con el narcotráfico no sólo depende de la actuación policial. Es cuestión de inversión para dar esperanza a los jóvenes. La realidad es que hay dos mundos diferentes en apenas catorce kilómetros y que hay actuar en inversiones con la administración marroquí y la británica... Drogas, armas, tráfico de personas, hay que invertir para parar todo ésto.
–¿No ha vivido un día más preocupante en su carrera profesional que el 1-O catalán?
–Pero no fue un día, ha sido un año entero, desde mucho antes. Ese año se desencadena el 6 y 7 de septiembre con un pleno para mí desastroso en el parlamento de Cataluña y se desata un procés que ha fracturado la sociedad.
–¿Pensó que se hubiera acabado en un conflicto con muertos?
–La realidad social catalana tiene un pacto tácito de controlar a los más hiperventilados. Aquellas diadas espectaculares fueron un toque de atención y por entonces ya vaticiné que eso acababa en una declaración de independencia sin posibilidad de triunfo. Algunos de los que están en la cárcel pueden recordar que les dije en el Parlament que tras el pleno de septiembre ellos iban a acabar en prisión.
–¿Tenían secretas esperanzas?
–Hay dos factores, ellos guardaban la secreta esperanza de que forzando la máquina el Gobierno iba a negociar;y dos, estaban atrapados en su discurso, que ha calado en un sector importante de la sociedad y era difícil decirles que todo era un relato mágico.
–¿Las manifestaciones actuales son un bofetón de realidad?
–Ahora es un baño de realidad porque seas independentista o no, al final te debe preocupar la calidad de la sanidad o de la educación, mientras que la realidad del Govern sigue en torno al ensimismamiento de un procés.
–¿No hemos sufrido un año igual, de tantos cambios?
–Ya habíamos vivido años apasionantes con la aparición de la nueva política de Podemos y Ciudadanos. La quiebra del bipartidismo, la guerra civil en el PSOE, todo el proceso de cambio en la derecha. Hemos vivido la crisis política e institucional más importante de los últimos 40 años. Tuvimos una crisis grave con el 23-F y ahora en torno al 1 de octubre y creo que ha sido un fracaso colectivo.
–¿Atisbaba que la corrupción estaba calando las instituciones?
–Yo creo que tenemos un país formidable, por potencial y por calidad de vida pero se tenía tolerancia hacia la corrupción. El ciudadano comienza a ser más sensible y exigente contra la corrupción y en eso hemos ganado. Todos los partidos en el poder tienen riesgo de pecar con la corrupción. Eso es transversal, tanto la derecha como la izquierda viven en ese riesgo. La ciudadanía se ha sensibilizado como nunca ante la corrupción y eso nos debería convertir en un país mejor.
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