¿Nos hemos cansado de ver la televisión?
Estrenos fallidos
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Sólo un tercio de los estrenos de 2023 han funcionado en audiencia y de todos ellos no hay un formato que podría calificarse de absolutamente novedoso. La televisión generalista se nos ha quedado de lo más tradicional: un asidero de hábitos. Un día entero de magacines de actualidad y la costumbre de estar al lado de Pablo Motos o Wyoming, capaces de las mayores admiraciones y odios. La Promesa ha sido la serie diaria que mejor ha funcionado en este año, arquetípica, un arriba y abajo de personajes reconocibles, todo lo contrario de los productos delicatessen de las plataformas, que cada vez se retuercen y empalagan más. En una televisión de hábitos, que se deja encendida sin ver, hasta el cambio de horario supone una proeza para atraer al público, como está viviendo Ana Rosa Quintana.
La televisión se sigue viendo, claro, pero no se ve como antes. Por atención. Y por eso cada vez es más difícil estrenar, no hay paciencia para entrar en nuevas mecánicas, para conocer rostros nuevos o para atender nuevas historias en la televisión lineal. Prestamos más atención a un contenido sacado del menú de las plataformas (que hay ya decenas que son gratis, no hablamos de pequeños lujos), entre catálogos inmensos que generan más pereza y hastío que ilusión, pero que podemos desechar a los pocos minutos.
Estamos cansados de ver televisión porque no la vemos. Hay tesoros como el deporte, los concursos de siempre, como Pasapalabra o El cazador, que se siguen con más atención porque se interactúa con ellos. Y de ahí que las cadenas vayan a insistir con más concursos en 2024. La televisión de siempre se simultanea con el móvil, el cacharro que más tiempo nos hace ganar y también perder. El cacharro que nos seduce y también nos crispa. De forma individual, en consumo propio. Las fiestas pueden venir bien para aparcar un poco las pantallas y reencontrarnos con nosotros y los demás.
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