La audiencia, el mensaje y lo que genera a través de la TV la gala de los Grammy Latinos

Anoche lo vieron muhos de nuestros vecinos y se preguntarían quién es ese señor de complexión gruesa y dicción cantarina. Raúl de Molina es una institución en la televisión de toda América Latina a través de su show semanal con Lili Estefan (sobrina de Gloria Estefan), El Gordo y la Flaca. Es un rostro muy querido por allá que apareció por acá en la gala sevillana de los Grammy Latinos.

Como los buenos cantes flamencos de ida y vuelta, la noche del jueves fue un espectáculo de cómo conciben en EEUU la televisión generalista, a través de Univisión (compite y gana a las grandes cadenas anglosajonas), y RTVE se sumaba a la realización y sus conexiones propias (como la tropezada interrupción última con Miguel Ángel Muñoz). Para los espectadores españoles podían rechinar los cebos con los nombres participantes en acento latino y las vociferantes presentaciones. Como espacio de tintes exóticos mantuvo esa atmósfera de gala especial y en casa se palparon las emociones y excesos de un a larga noche.

Como todas las galas, la de los Grammy Latinos también se hizo eterna, con grandes momentos, como el arranque absoluto de Rosalía con Se nos rompió el amor. Y su ex Rauw con el Se fue de Laura Pausini. El que lo coja, para él. Además de salseo y vestidos sinceramente estridentes fue una noche para descubrir qué se cuece en los móviles de los jóvenes de aquí y de allá y más de un padre se habrá sentido desconcertado pero el mundo de 2023 se parece a algunos de los looks de esta sincopada velada sevillana.

La gala en La 1 tuvo de media 2 millones de espectadores, 21,5%, una quinta de los que estaban ante el televisor este jueves, y prácticamente toda España se ha enterado de lo que ha pasado en Fibes. La gala tenía su parte de publirreportaje de quien pagaba, Andalucía, y ha sido un escaparate lucido.

Lo más valioso es esa buena imagen de país acogedor que nos hemos dado a nosotros mismos y a los paisanos que tenemos repartidos plus ultra. En el contexto agrio, e innecesario, que estamos sufriendo por culpa de la política, la gente, nuestra propia gente termina siendo un bálsamo.