El parqué
Jaime Sicilia
Quinta sesión en verde
Homosexuales en prisión
Las noches de Tefía, que este domingo estrena Atresplayer Premium, es desconcertante y soprendente. Entre la pesadilla y el delirio onírico que atenaza tanto al espectador como a su protagonista en la vejez, Airam, en la piel de Jorge Perugorría. ¿Este septuagenario vivió en su juventud una tenebrosa experiencia personal que en realidad fue colectiva? La pesadilla la tiene en un rincón de la memoria y detrás del biombo de las convenciones ante su familia. Era un joven homosexual, reprimido por serlo en un régimen franquista que en los años 60 parecía vivir luminoso pero que en realidad era un cuartel retransmitido por el No-Do.
Todo eso, y más, es Las noches de Tefía, serie de Buendía Estudios. Allí, en el rincón más áspero de Fuerteventura, unos prisioneros transitan entre las rocas junto al mar en un crudo blanco y negro que parece extraído de las fotos de la época, del cine documental. Los prisioneros de la aparente colonia agrícola de rehabilitación penan entre trabajos forzados, sacando a la tierra lo que no puede dar. Los funcionarios vigilan con más abulia que otra cosa este paraje lunar poblado por los infortunados jóvenes presidiarios.
Y cuando se cierra la puerta del barracón todo se transforma. Los prisioneros se acurrucan entre ellos para convertir su pesadilla en la radiante ilusión de una sala de fiestas, el Tindaya, un mundo paralelo donde cada uno cumple su sueño artístico. Todo lo que es torvo y oscuro se convierte en un cabaret de liberación. La sombra de El beso de la mujer araña sobrevuela por esta serie de 2023 que está llamada a ser la más brillante, en todos los aspectos, de la producción nacional.
A lo largo de seis capítulos Miguel del Arco ha trazado esta historia con base real de los presos que sufrieron condena en el campo de trabajo de Tefía entre mediados de los años 50 y 60, con la dictadura ya abierta al mundo y con el turismo como yacimiento para un país sitiado que comenzaba a ser permeable en influencias exteriores.
De la relación de jóvenes reclusos el espectador va a centrar su mirada en Manuel, La Vespa, veterano del lugar, llevado a la isla con su melena rubia tras su correrías por la costa de los turistas y aunque es rapado (la escena del rapado es real, es el pelo del actor) nada puede contener ni anular a este desbordante gaditano. La Vespa sólo puede ser de Cádiz, la ciudad que durante décadas recibía las burlas por su tolerancia hacia la homosexualidad. Este es el rol de Patrick Criado, un joven actor camaleónico que dota de alma propia a sus personajes. El equipo de Del Arco (guionista junto a Miguel Rojano) recrea con verosimilitud y conmoción este cautiverio que se transforma en fantasía y donde el gaditano es el pegamento de ánimo para sus compañeros.
Patrick Criado (Mar de plástico) es de Madrid pero su acento en la serie es distinguible como si fuera del propio Mentidero, origen de La Vespa. El trabajo de este intérprete revela su seriedad y meticulosidad con la que la serie crece en su conexión. Un desdichado chaval que nada ya le puede reprimir, porque el amor, y sobre todo el humor, son más fuertes.
Para convertirse en un gaditano cabal Patrick Criado pasó unas largas vacaciones (aparentes vacaciones) en Cádiz, pisando los bares, poniendo el oído. Contagiándose de ese acento tan personal de Cadi-Cadi, arropado por las murallas que protegen del levante y de los malajes.
La Vespa protege a Airam, La Bambi (Marcos Ruiz y Perugorría en este siglo), en esa Medusa del barracón donde Charli es el narrador y responsable del Tindaya, a cargo del también siempre asombroso Miquel Fernández, tan cantante como actor. Tenemos a la más vulnerable, La Sissi, Javier Ruesga, y al desamparado Conde Fénix, a cargo de Jorge Usón. En el blanco y negro son ojos desdichados encendidos, mugre, sudor y barro en camiseta de tirantas. Y entre estos vagos y maleantes, un heterosexual, Boncho, a cargo de Raúl Prieto (que aparece en La 1 en la serie diaria 4 Estrellas).
De la imaginación de los presos surgirá ese Tindaya de actuaciones en color acentuado, de películas de Sara Montiel y de Marisol. De esa imaginación surge el personaje de Nisa, a cargo de Carolina Yuste. La chica ideal para estos sinvergüenzas escapistas que de noche transforman su mente en una fiesta.
Y el tercer plano es el año 2004, donde un represor, La Viga, es un anciano que su familia protege de las acusaciones de ese pasado tan nebuloso y absolutamente oscuro. Roberto Álamo da la talla en uno de esos personajes pensados para él, con José Luis García-Pérez como El Andaluz, compañero de supervivencias en ese hoyo donde los verdugos se desesperan de sí mismos. Tienen que justificar por qué sigue siendo recomendable para la sociedad de su tiempo esta cárcel para homosexuales.
Cada plano espacio-temporal tiene su apariencia y su trasfondo, de la tortura a los ballets sensuales, de lo que parece que no existió a la aceptación del pasado ante las nuevas generaciones. Las noches de Tefía se estrena en plenas fechas del Orgullo. Conviene verla. Y reír y llorar con El Bambi y sobre todo con La Vespa, que viene a representar Cádiz, la ciudad que nunca renunció a ser lo que siempre ha sido: cuna de la libertad y las libertades.
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