La anarquista Pippi Calzaslargas y cómo ayudó a implantar la democracia en España
En el recuerdo
La serie sueca rodada en 1968 se estrenó en TVE un año antes de la muerte de Franco. La sueca era un 'elemento extraño' en una programación controlada por la censura en un repunte de autoritarismo de la dictadura
Mediaslargas se convirtió en Pippi Calzaslargas por la censura
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En noviembre de 1974, cuando se estrena Pippi Calzaslargas (Mediaslargas, su apellido español original se sustituyó por la censura para no sugerir demasiado con la palabra "medias"), TVE es casi lo más moderno de una España en los estertores de una dictadura. Sólo unos meses antes Adolfo Suárez, director general de RTVE, se había marchado a los cuarteles de invierno mientras el búnker inmovilista se aferraba con decisiones drásticas y autoritarias a extender el régimen de Franco, ya estuviera vivo o de cuerpo presente.
El estreno de Pippi en aquellos meses donde España se sacudía entre la represión y el silencio, el escapismo del entretenimiento era una válvula de expresión. De haber mirado la serie sueca de 1968 con más detenimiento la censura hubiera dictado como impublicable en su totalidad la serie infantil (infantil en apariencia) donde su joven protagonista es una niña que vive sola, sin ataduras, y que hace lo que le da la real gana. Todo lo contrario de lo que sufrían las españolas de entonces, de todas las generaciones. Pippi era oxígeno liberal traído desde el Norte, de Suecia, TVE la 'coló' y se convirtió en icono de los niños en el tardofranquismo. ¿Ayudó a traer la democracia? Sí, una serie así contribuía a inculcar valores y espíritu que de haberle dado importancia el Ministerio de Información y Turismo la habría bloqueado. Filmin ha recuperado la serie originaria Pippi, protagonizada por la niña Inger Nilsson, que es casi un documento antropológico que se disfruta tanto como una selecta ficción de producción reciente.
¿El hombre más fuerte del mundo? No me da miedo. Yo soy la niña más fuerte. No olvides ese detalle", decía Pippilota Langstump en su segundo episodio, cuando en la feria se topa con el forzudo. Esa frase, envalentonada, resume al personaje y al mensaje de su autora, Astrid Lindgren.
Pippi es hija de un pirata que le surtía de monedas de oro, vivía sola en un pueblo de Ikea en compañía de un caballo y mono. Repudiaba a la policía (a los policías represores y literalmente tontos) y a los funcionarios estirados que la querían domesticar. Ahora que en la televisión y el cine se buscan a toda costa protagonistas femeninas ejemplares, el personaje de Nilsson ya hacía lo que le dictaba la pelvis desde mucho tiempo atrás. Incluso dejando en evidencia a los forzudos de la feria.
La serie sueca se grabó cuando hacía ya trienios que las novelas estaban en todos los hogares nórdicos. Comenzaron a publicarse en 1945 tras unos años en el cajón de su autora, que ideó a esta pelirroja de trenzas estiradas y minifalda breve como eje de los cuentos que en la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial contaba a sus hijos antes de dormir. Su hija le pidió que le contara algo de una niña llamada "Pippilotta Victualia Rogaldina Shokominsha" y a partir de ahí la desbordante imaginación materna hizo el resto para contribución a la humanidad que sabe reírse de sí misma.
Pippi tenía aire de esperanza báltica. Debió llamarse "Mediaslargas", pero como la censura aquí veía fantasmas eróticos donde no los había, para los españoles se quedó en "Calzaslargas". Durante los primeros episodios ofrecidos en los sábados de la Primera Cadena de 1974 TVE anuncia la serie como Pipa Calzaslargas hasta que el lógico Pippi, como leíamos en los títulos de crédito, se impuso. La niña de las trenzas horizontales apareció en TVE por primera vez el 9 de noviembre de 1974. Un año después, en esas fechas, la programación se interrumpía con los partes médicos de Franco.
El futuro ministro del Interior Juan José Rosón era el director general de aquella RTVE que debía contenerse en los informativos y en los espacios para adultos en general pero disfrutaba de una extraña carta blanca para los contenidos infantiles. Y los niños de entonces lo podemos agradeces. El estreno de Pippi en la agonía del tardofranquismo sólo se explica como la intención de airear desde la programación infantil la cadena pública que había vivido un aperturismo en pleno ascenso de la dureza de la dictadura en la calle. La sueca trajo aperturismo y modernidad a su manera. Europa se colaba por España a través de los turistas o de futbolistas como Cruyff y se imponía con personajes como Pippi.
Pippi fue antecesora de tantas heroínas, a veces forzadas, que llegan a las pantallas. Es la criatura de la ingeniosa señora Lindgren, que falleció en 2002 a los 95 años.
Inger Nilsson está unida a la memoria de los niños de los años 70, redescubierta por las generaciones siguientes en reposiciones, ediciones en dvd y ya últimamente gracias al universo de youtube y a plataformas como Filmin. No hay una antecesora más deliciosamente descarada, anarquista y liberal que la amiga de Tommy y Anika; el terror de los policías tontos, personificados en la autoridad de Klin y Klan.
Pippi Calzaslargas estuvo en la sobremesa de los sábado hasta la primavera del 75, poco antes de que Heidi tomara aquel horario a lomos de sus nubes. Un modelo de niña cursi, coproducida entre Japón y Alemania, tan amigos de Franco, que despidió al dictador antes de marcharse a Cuelgamuros de donde bajó muchos años después, poco antes de que apareciera una pandemia.
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