Los acentos andaluces no son de chiste, son una realidad
Nuestra habla
Pablo Motos mete la pata al cuestionar si Roberto Leal debería suavizar su acento andaluz para hacerse entendible con los rápidos enunciados de 'Pasapalabra'
Hacía años que no se cuestionaba el acento andaluz que suena en televisión. Es decir, los acentos andaluces. Han sido tantas las figuras de relieve, desde el presidente Felipe González, y tantos profesionales como periodistas o actores que han conseguido que el habla de nuestras familias suenen en los medios, alejando pronunciaciones impostadas.
Roberto Leal en la pasada edición de Operación Triunfo se defendió cuando sonaron voces que cuestionaban su dicción. No sería necesario defender la evidencia de la profesionalidad de Leal y de tantos otros presentadores y reporteros andaluces (Sandra Golpe, José Yélamo) que a nivel nacional relatan a diario la actualidad con el castellano vivido en sus casas, sin olvidarse de ningún fonema.
Otro asunto sería la impostación forzada de los acentos andaluces para ser más simpáticos o dar la sensación de campechanos como se le ha venido a cuestionar a la ministra María Jesús Montero. Aquí de nuevo Felipe González sería el modelo para presentar a un líder que se expresa como vivió en su niñez sin renunciar a los mejores recursos de la retórica. Así se expresaba en 1977, "hablando en andaluz".
La impostación de un andaluz tergiversado era lo típico de los actores madrileños y catalanes que aparecían, por ejemplo, en el Teatro Breve con obras de Muñoz Seca o de los hermanos Álvarez Quintero en la Primera Cadena de los años 70, mientras que un malagueño ficticio de pura cepa como el memorable Chanquete se expresaba con el magnífico castellano neutro del inolvidable Antonio Ferrandis.
Los andaluces llevan ya años representando a andaluces sin caer en los roles de comparsa. No tienen que corregir el acento “porque sea de pobres”, como recordaba unos meses atrás Manu Sánchez ante el propio Roberto Leal en Canal Sur.
Si un gran valor ha aportado la autonómica en estos 31 años a la audiencia andaluza, y de paso a la de media España, fue la normalización de nuestros acentos. Normalización y dignidad sobre la propia diversidad de Andalucía, un territorio más complejo, histórico y venerable de lo que creen bastantes madrileños, normesetarios, catalanes y vascos. Todavía nos creen perezosos en el habla y en la actitud. En Allí abajo, siguiendo los apellidos cinematográficos, las autonomías se mezclaban al servicio del humor, y no de la burla, el tópico o el desdén.
Pablo Motos encendió este lunes las redes (las redes arden con cualquier chispa) por su desafortunada pregunta en El Hormiguero sobre el acento de Roberto Leal por si le pudiera impedir hacerse inteligible en los vertiginosos enunciados del nuevo Pasapalabra. El de Alcalá le respondió sin alardes que “no tiene nada que ver el acento” para ser claro en una lectura. Es más cuestión de vocalización que de prosodia. Los acentos no tienen que vincularse a ningún impedimento o cliché. Ni a una posición social. Un andaluz puede presentar Pasalapabra. Hace quince años lo hacía un jerezano, Jaime Cantizano, al que se le entiende cada frase.
Una magnífica actriz madrileña, Luisa Martín, quedó marcada para la memoria de todos por su exagerado acento sanluqueño en Médico de familia. Pronunciaciones alborotadas junto a sus gestos de chacha ordinaria de caricatura. Emilio Aragón dio el pelotazo, pero por mucho éxito que cosechara Médico de familia seguía los engranajes más casposos y reaccionarios del audiovisual español.
La Juani era coetánea al descubrimiento de Chiquito de la Calzada, un monumento del andaluz como expresión tan personal como universal. Los andaluces pueden hacer reír casi sin querer... pero no es un pueblo de chiste. Los acentos andaluces no son graciosos. Son una realidad.
Una figura tan discutida ahora como José María Pemán creó la primera serie en TVE donde el acento andaluz adquiría naturalidad, a finales de los años 60, con El Séneca, a cargo del actor sevillano Antonio Martelo, con sus serenas y agudas apreciaciones. El castellano neutro se imponía en películas y dramáticos en TVE así que Martelo sonaba a una realidad con la que la audiencia necesitaba identificarse. Con su inesperada muerte Pemán abandonó este proyecto y lo andaluz siguió durante unos años más unido sólo a la expresión folclórica.
Cómicos que sonaban a naturalidad como Paco Gandía o Pepe Da Rosa tenían aún mayor éxito porque entre nosotros sonaban como de la familia.
Grandes intérpretes como Paco Valladares y Juan Diego pronunciaban en castellano de la Meseta para las obras teatrales. Pero si había que sacar el acento de casa no perdían un ápice de realidad, como mostraba Diego en El actor y sus personajes, en 1981, tras unos años ‘exiliado’ de TVE por su posición política. El de Bormujos fue clave para el resultado de Padre Coraje, la miniserie sobre el crimen de Juan Holgado en Jerez, que adaptó Benito Zambrano para Antena 3 en 2002 y que puede considerarse como la primera gran serie andaluza.
Una serie de actores andaluces (Antonio de la Torre, Mariano Peña, Mariana Cordero, Vicente Romero) en andaluz. También Zambrano de forma indirecta, a través de Solas, llevó a María Galiana a convertirse en Herminia en Cuéntame cómo pasó, nuestra abuela, una abuela como las nuestras.
En Arrayán y otras series de Canal Sur se sucedieron actores de aquí que después han sido protagonistas por allá, en Madrid, en Barcelona y a su vez dio oportunidad a intérpretes de otras comunidades a través del escaparate de Andalucía.
Y si hay que actuar en un castellano más bien neutro o en inglés el gran emblema es Antonio Banderas y que nunca ha perdido su acento de Málaga, imprimido en su Picasso internacional de National Geopgraphic.
La pronunciación andaluza no es ya ni un impedimento ni una presión para no encontrar trabajo en los medios.
Canal Sur sigue siendo importante, y necesita volver a ser una pieza necesaria en la sociedad andaluza, para seguir mostrando la realidad y naturalidad de los andaluces y sus acentos. La piedra de toque para no oír fuera de Andalucía que es un acento “que no se entiende” o que es de pobres. O de graciosos.
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