Veinte años de las largas noches de los marcianos

'Crónicas Marcianas' nació para enfrentarse al 'Pelícano' de Pepe Navarro en A-3, que cayó al poco

Javier Sardá, en el primer decorado de 'Crónicas Marcianas', en 1997.
Javier Sardá, en el primer decorado de 'Crónicas Marcianas', en 1997. / Mediaset
Francisco Andrés Gallardo

01 de octubre 2017 - 01:06

Se marchó de la Cadena SER con todo su pesar, pero admitiendo que no había billete de vuelta. Dejó La ventana en todo lo alto y era consciente de que sería imposible recuperar la silla si las cosas salían mal. Eso fue en el verano de 1997 y la noctívaga Gemma Nierga vino a relevar a Javier Sardá y a su alter ego, el señor Casamajó. El que había sido timonel de las mañanas de RNE (y director territorial), guionista de los shows de su hermana Rosa María y pastor de los gallifantes de Juego de niños ponía el pie en la noche. Para que lo convenciera Maurizio Carlotti, el entonces jefe de Telecinco, hubo bastante dinero. Lo que no pronosticaba nadie es que el éxito y los millones se multiplicarían y se prolongarían durante ocho años, siendo líder en la inmensa mayoría de las madrugadas.

Hace veinte años que Crónicas marcianas, un show nacido con intenciones exquisitas como delataba su nombre literario, con tono escéptico desde su ficticia lejanía, comenzaba a tomarle el terreno al entonces rey nocturno, Pepe Navarro. Fue fichado a tocateja por la entonces Telefónica para Antena 3 dejando al aire esa franja de late-night que habían montado entre él y la cadena, Telecinco. Aquello era Esta noche cruzamos el Mississippi (el nombre aludía a un colosal lupanar a las afueras de Madrid) y la competencia le pidió que hiciera lo mismo para ellos, un late-show yanqui pasado de vueltas. El de Palma del Río lo bautizó como La sonrisa del pelícano.

Martí Galindoel secretarioEl actor de reducida talla pero de gran personalidad fue el primer colaborador de Sardá junto al imitador Manel Fuentes, "el hombre sin personalidad". Estuvo hasta 2002 El 'late' de Sardá se vino abajo con la muerte de Joan Ramón Mainat, su productorPaz Padillala primera mujerLa humorista gaditana evolucionó desde los chistes de Genio y figura hasta la mesa de Qué me dices. El bagaje como presentadora y actriz se fraguó en Marte desde 1998 Boris Izaguirreel más irreverenteVenía de ser guionista en seriales gallegos y de polemista en Moros y cristianos con Sardá. En 1999 se incorporó al programa. "Páralo, Pol" era su grito en la pantalla del análisis Rocío MadridLa sal de las tertuliasLa actriz malagueña se sumó ya avanzado el formato, en 2003, cuando las tertulias de los 'realities' se convirtieron en el eje del 'late show'. Permaneció hasta el finalCarlos Latreel camaleónicoEl castellonense convenció a Sardá en una entrevista personal en 2002 y con sus imitaciones superó a Fuentes y a Rosario Pardo. Desde Bea la Becaria a Pepe Navarro

Los marcianos habían comenzado antes, el 8 de septiembre del 97 (la primera entrevistada fue Maribel Verdú), y al llegar octubre las cifras se fueron igualando. Más o menos millón y medio de noctámbulos (imposible conseguir esas cifras en estos tiempos de TDT) para cada uno. Y si en Antena 3 estaban frustrados porque creían que se iban a merendar la medianoche, cuando empezaron a tener problemas con la metralleta barriobajera de Navarro los directivos decidieron dar carpetazo rápido al fichaje estelar. Nada más empezar el mes de diciembre tuvieron que inventarse el cargo de Defensora del Espectador, cargo que recayó en Consuelo Álvarez de Toledo, para fulminar el vuelo del pelícano, cuando por lo visto iba a emitirse algo de un señor con un corsé.

Crónicas marcianas se vio por entonces con el camino libre y Sardá no cedió en las noches hasta el otoño de 2004 (finalizaría en julio de 2005), con la aparición de Andreu Buenafuente en Antena 3. El golpe más que en el audímetro fue en el corazón, a raíz del inesperado fallecimiento de uno de los productores ejecutivos, Joan Ramón Mainat. El hermano del cantante de La Trinca, Josep Maria (fundador y por entonces dueño de Gestmusic), venía de una intensa trayectoria creativa en la televisión, y desde la cumbre del plató vino a antecederse a las tendencias que iban atisbándose. Comprendió en el año 2000 que la televisión ya no iba a ser la misma con Gran Hermano y los realities de Telecinco (o el talent Operación Triunfo creado por la propia Gestmusic para TVE), iban a ser la gasolina para encender las noches. Ya por entonces el reportero Javier Cárdenas había rentabilizado a un puñado de frikis que había ido descubriendo para Alfonso Arús, convirtiéndolos en famosos adaptables al programa. Lo más difícil en aquellos años pre-realities era llevar 'famosos' a la mesa. Después de GH, o el Hotel Glam ("telebasura", sentenció Aznar), todo estaba chupado. Ya para entonces El Yoyas, Aída Nizar o María José Galera se sentaban junto a Enrique del Pozo, Coto Matamoros o el padre Apeles. Todo con mucho jaleo, para que nadie se durmiera (dos, hasta tres millones de insomnes). Sardá se reservaba sus implicaciones políticas. Por allí fueron descubiertos Manel Fuentes, en principio imitador, Mariano Mariano, Juan Carlos Ortega, Carlos Latre, y se destapó el trasero de Boris Izaguirre, que se estrenó con Concha Velasco. El contertulio más tonto, dicen, cobraba 300.000 pesetas por noche. Y por allá se amasaron fortunas de nueve cifras, también en pesetas.

Crónicas Marcianas no era marciano, sino muy catalán. Los Mainat y la segunda pata de La Trinca, Toni Cruz (a Miquel Angel Pascual le extendieron un cheque), crearon con el compadre Javier un bastión nocturno, bien remunerado y de intermedios muy rentables. Sólo había que sazonarlo con humor irreverente, consignas de cierta provocación y toda esa impostura de progresía de Canet. Las máquinas registradoras tintineaban de lo lindo cuando en Cataluña estaba más pendientes de los negocios, incluso del entretenimiento eficaz. Todo eso parece ya como muy lejos, a distancia sideral. Hace veinte años. La televisión se hacía entonces de noche. Era descarada, fresca. Todo era distinto por entonces. Incluso nosotros mismos parecíamos marcianos.

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