En la TVE franquista también había espacio para defender el feminismo
Formato crítico
Natalia Figueroa, que se convertiría esposa de Raphael, con Antonio Mercero de director, abordaron en 1968 el asunto del acoso de los piropos
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La preocupación por el acoso hacia las mujeres también estaba presente en 1968 y en la TVE que tenía a Adolfo Suárez como director de programas se trataban también temas punzantes lidiando con la censura. Programas con cierto contenido crítico que recalaban en el Segundo Canal, el UHF que por entonces apenas se veía más allá del eje entre Madrid y Barcelona. El Segundo Canal, La 2, acaba de cumplir 58 años.
En el programa Luz verde se trató hace 54 años el análisis del piropo como 'tradición' entre los hombres españoles hacia las mujeres. Unos piropos llamados a desaparecer al entrar la mujer en el mundo laboral, vaticinaba un sociólogo que participó en esta entrega.
El carácter rompedor y vanguardista que tenía Luz verde era porque estaba al frente uno de los realizadores más inquietos de la casa, Antonio Mercero. El que sería director de cine y elaboraría algunas de las series más memorables del gran público, como Este señor de negro, Verano azul, Turno de oficio o Farmacia de guardia alzaría el primer premio Emmy para España con La cabina, en 1973.
La ironía y el retrato social que Mercero llevaría a sus historias ya se contemplan en este espacio antropológico. Como conductora de Luz Verde se encontraba la periodista Natalia Figueroa. Sería uno de los rostros vinculados a la vanguardia cultural en una TVE en blanco y negro que en su parrilla generalista llevaba sorpresas.
La dirección de RTVE optaba por ofrecer contenidos alternativos en el UHF, dando paso a nuevos talentos de la cadena, aprovechando que el segundo canal no tenía tantos espectadores ilustres como censores en potencia. Por ejemplo, Franco se limitaba normalmente a ver los contenidos de la Primera Cadena.
Así que hubo 'luz verde' a este programa, rodado en cine, sobre los piropos en el que Mercero quería comprobar si existía "la expresión de homenaje", "gracia", "admiración varonil", hacia las mujeres españolas, y si era una tradición trasnochada.
Como experimento sociológico pusieron a caminar a una modelo, Luz Galas, para comprobar qué efecto surtía entre los varones y, ojo, prácticamente no hay hombre de 1968 que no se viera en la obligación de voltear la mirada y decir algo. El programa recurre a los sones de Beethoven para tapar las palabras groseras lanzadas por los viandantes de la Gran Vía madrileña. La sociedad de aquel tiempo no sale bien parada de este análisis de TVE y las muestras de "deseo" de los peatones.
Figueroa atisba la esperanza en los jóvenes del 68, "que no sabían de tradiciones o hipocresías". A las jóvenes consultadas les parecían bien los piropos si eran "bonitos", pero lo normal es que les soltaran "brutalidades", con tacos. Algún joven comenta que solía decir a las chicas "adiós, preciosa" u "hola, chata".
A su vez, Natalia Figueroa señala que por entonces los mayores eran más sutiles en los piropos y las nuevas generaciones sueltan más grosería.
Luz Verde ahonda en lo anacrónico de los piropos sugiriendo las expresiones más recomendables para los piropeadores castizos: "Ole las exposiciones permanentes", "bendita la tierra que da flores como tú", "anda que tienes mejores líneas que la de microbuses", "me gustas más que un cierre de blancas" (por el dominó), "con esa boca chita tan chica no podrá comer na más que angulas".
Finalmente Mercero monta una escuela de piropeadores, ya que no se ve a los jóvenes preparados para que estén a la altura de las turistas, en un contexto de comedia que a ojo de hoy no sería políticamente correcta.
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