La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Historia de un proyecto truncado
Una curiosidad. Cuando los operarios de Telefónica (entonces CTNE) estaban haciendo obras para cablear las instalaciones de TVE en Barcelona, en el vetusto Miramar, en 1973, el director general Adolfo Suárez ordenó que se desalojaran las estancias en las que quedaron al aire unas vigas dañadas. Tenía bien presente la catástrofe de Los Ángeles de San Rafael, cuatro años antes, cuando era gobernador en Segovia.
Las obras de la televisión por cable pudieron salvar la vida de unos cuantos trabajadores de TVE, pero esa tele por cable nunca llegó. Su popularización en tiempos de producción tan remotos habrían contribuido a hacer más atractiva y tal vez rentable a la cadena pública. Hubiera acostumbrado antes a la audiencia española a pagar por contenidos de calidad y, quién sabe (es ucronía), hubiera cambiado nuestro modelo de televisión en abierto si hubieran entrado en liza en lo audiovisual empresas privadas españolas a principios de los 80. Italia nos tomó ventaja y fue la que deslumbró con sus mamachichos en los 90.
El 10 de agosto de 1972 Adolfo Suárez firmó la puesta en marcha de Cablevisión, el futuro servicio de pago de TVE con la CTNE presidida por Antonio Barrera. Dos monopolios públicos en una reordenación del naciente negocio de la TV y en la que la cadena aportaba los contenidos (dos parrillas temáticas esbozadas 25 años de nacer Canal Satélite) y la telefónica se encargaba del cableado coaxial por las grandes ciudades. Un cable antecesor a la fibra y que durante lustros estuvo infrautilizado. Entre una y otra destinaron 3.000 millones de pesetas de los años 70 (al coste actual serían unos 125 millones de euros) en un proyecto que nunca arrancó entre culpas mutuas.
La crisis del 73, la agonía del franquismo, la incertidumbre de la transición y el control televisivo público bloquearon durante años sucesivamente que se cristalizara la televisión por cable en España que como muy tarde estaba emplazada para el 1 de enero de 1976, cuando se pensaba fijar a los primeros clientes. Las previsiones estimaban 72.000 abonados iniciales entre Madrid y Barcelona.
El profesor universitario Francisco José Montes Fernández elaboró una tesis doctoral sobre los continuos obstáculos que sufrió la televisión por cable en nuestro país y el analista Fernando de Córdoba rescataba hace unas semanas en las redes sociales las iniciales programaciones de Cablevisión, recogidas por la revista Blanco y Negro en julio de 1973.
César Alonso, el directivo de TVE que se había encargado de instaurar el servicio de televisión en la futura Guinea Ecuatorial a finales de los 60, se encargó de planear esas dos programaciones del canal Espectáculo y del canal Documento. Ambas parrillas son de programación de tarde y noche, diversificando las ofertas generalistas de la Primera y Segunda Cadena.
El canal Espectáculo no contaba con informativos y el Documento ofrecía cursos de inglés y francés, que no llegarían a TVE hasta los años 80. Documento incluso tenía una ventana matinal para conectar con la Bolsa y hasta trece años después no existió programación en la mañanas de La 1.
En el caso de Espectáculo se hubiera arrancado la programación con cuatro largometrajes a la semana, que eran casi tantos como los de las dos cadenas en abierto y había una franja internacional para mostrar programas que se hacían en otros países, una osadía para la pacata España del búnker. Posteriormente, en 1975, para alimentar eses parrillas que nunca se hicieron realidad se barajó, por ejemplo, adquirir una serie llamada Survivors:los supervivientes galeses de una pandemia desatada por el virus custodiado por un científico chico y que mataba a 4.999 personas de cada 5.000 infectados. Esa serie estuvo tres temporadas en la BBC. En el canal Documental a buen seguro que El hombre y la tierra se habría estrenada principio aquí.
Ante las dificultades técnicas el BOEllegó a publicar en mayo de 1974 la normativa sobre la instalación en los domicilios y de nuevo en el verano del 75 TVE y Telefónica acordaron nuevos propósitos para dar una oportunidad a esta expansión audiovisual. La reforma política aparcó temas que parecían secundarios y el cableado fue pasando al olvido.
En 1978 surgieron las primeras voces de empresas privadas, sobre todo radios y periódicos, para poder asumir el reto de las emisiones y en el 81, un ex directivo de TVE como Luis Ángel de la Viuda, fundador de la inminente Antena 3 (en principio sólo radio) fue quien de manera pública más bregó por convencer a los dirigentes de UCDy PSOEpor crear las privadas a través del cable.
Con Europa de mediación y con los recelos de Alfonso Guerra, las privadas no llegarían al espectro en abierto hasta nueve años después.
En los 80 la pugna por el negocio del cable llegó desde los gobiernos autonómicos y ante la ausencia de normativas y proyectos autorizados hubo pequeñas empresas y ayuntamientos que optaron por empezar la emisión por su cuenta, en ese contexto de ‘alegalidad’, excepcional entre los países europeos. Las empresas locales y los llamados vídeos comunitarios proliferaron como alternativa a las pocas cadenas del televisor y a un satélite sin apenas presencia del español.
El cable comenzó a ordenarse entrados los 90, con los primeros pasos de internet, la supresión del monopolio telefónico y en lo audiovisual con la guerra por el pago entre Prisa, Canal Satélite, y la propia Telefónica, Vía Digital. La oleada de las plataformas de streaming se produjo en el actual panorama de la globalización.
A ojos de hoy, el truncado proyecto de los canales por cable de TVE en los años previos de la transición se observa como una oportunidad perdida para haber contado con una televisión pública más competitiva, diversificada, con más obligaciones y, por eso, con más exigencias.
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