Cuando TVE aterrizó en helicóptero en la finca de Paquirri
Emisión de 1984
Miguel De la Quadra-Salcedo con el concurso 'A la caza del tesoro' llegó hasta Cantora para la resolución de uno de los enigmas del programa
Ya tuvo que ser difícil para el helicóptero que llevaba a Miguel de la Quadra-Salcedo despegar de Vejer sin que se produjera ninguna desgracia. Todo el pueblo salió a la calle, con los niños brincando por las almenas, para recibir al reportero de TVE, metido en un concurso y con un mono caqui que se hizo célebre. En 1984 aún era excepcional que los de la tele aparecieran por la calle, así que los vejeriegos llevaron en volandas a Miguel en busca de la joven cobijada (con un hábito moruno, el cobijado) que guardaba un broche en el interior del castillo.
En cualquier otro país del mundo, donde a la gente le importaba poco que por ahí anduviera De la Quadra-Salcedo, los enigmas de A la caza del tesoro eran complicados de cumplir, ahí residía el supense de este juego francés. Pero en el caso del 18º programa, grabado en la comarca gaditana de La Janda, había tantos voluntarios para ayudar que los acertijos se resolvieron sin sofocos. En este vídeo está el programa completo.
En el primero de los desafíos había que encontrar un bichero, un garfio para atunes, en un pesquero barbateño y en el tercero debía pedir al diestro de un enigmático hierro de reses “que entregara sus colores”, es decir, su divisa. El hierro era el de Paquirri y adonde debía acudir el helicóptero era a la finca Cantora, en el término de Medina Sidonia.
Por entonces, en abril del 84, el rey de las portadas era el malogrado torero de Zahara de los Atunes (pedanía de “Barbate del Caudillo”, decía Matías Prats en las retransmisiones taurinas) junto a su segundo esposa, Isabel Pantoja.
El concurso A la caza del tesoro se coló por Cantora, lo que era un aliciente añadido para los espectadores que sabían del cortijo por las fotos del colorín. Allí en el tentadero aguardaba Rivera (cinco meses antes de morir) lidiando una vaquilla a la que le tomó del lomo la escarapela. TVE unía así cultura con toros y revistas, el delirio para “un programa de amenidad”. La mecánica de A la caza del tesoro era sosa, pero como sólo había dos canales seguramente aquella entrega del 15 de abril de 1984 la vieron unos 15 millones de espectadores.
Para rentabilizar el satélite este programa se grababa en Francia, aunque los concursantes no podían ver en directo las imágenes del aventurero y para resolver los retos debían ayudarse de libros y folletos, porque algo como Google Maps era ciencia ficción.
Lo presentaba, como desganada, Isabel Tenaille, que había regresado a la cadena tras una excedencia por aparecer en publicidad y ya no recuperó la popularidad que tenía en los 70. Los concursantes de aquel día eran dos desaboridos, Marisa y Antonio, sin empatía con el esforzado Miguel y poco participativos. Ni siquiera miran a cámara. La televisión era otra y Cantora nos parecía Xanadú.
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