La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
'La matemática' de la audiencia
"Tu cara me suena", le escudriñaba la camarera del comedor de Torrespaña mientras le servía un café. No era una cara típica en TVE porque este miércoles prácticamente era la primera ocasión que el presentador de Sálvame y de los realities de Telecinco aparecía por allí. Y se instaló en el programa de entrevistas de Carlos del Amor, La matemática del espejo, en pleno comedor, casi en una terapia de humildad. Una simbiosis entre el señor del 20% de cuota (la cifra para que el director general de Mediaset, Paolo Vasile le felicitara con interesado cariño de exigencia) y la cadena donde no importa hacer un 1%. Lo de este miércoles en La 2 ha sido inédito. El espacio fue visto por 303.000 espectadores, 2,2% por debajo de la media de la cadena.
Un recepcionista en la puerta de Torrespaña retenía en la puerta a Jorge Javier, que se presentaba sin apellidos. Una escenificación sobre la burocracia en la cadena pública que nos iguala a todos. La charla en el comedor, mientras los trabajadores iban y venían con sus bandejas (no se vio nadie conocido curioseando), se grabó con la bandera española y la europea ondeando detrás, fuera de plató, fuera de los focos, con luz nórdica y un entrevistador que aparecía en tiempos diferentes. Una película de Wim Wenders La 2. Del Amor sacó la artillería cinéfila.
Hasta parecía por momento que se había rescatado un clásico histórico de la casa, Esta es su vida. Jorge Javier, regordete y con arrugas, sin maquillar, relató su vida de oropeles apelmazados, de una vida donde trabajó más que vivió, ganando dinero sin disfrutarlo porque estaba de conflictos por los platós. Un español en conflictos de hojalata. Y quien más le divertía era Mila Ximénez, emocionándose al oír a su hermano. Vázquez reflexionó sobre la fugacidad de la existencia, hacerse viejo de sopetón cuando has visto morir penosamente a tus padres antes de llegar a los 60 años. "La vida es muy complicada". No es una frase de Séneca, es de Brad Pitt. Si a los que les va muy bien piensan que todo esto es un rollo, qué podríamos sentir los demás.
Al domador de supervivientes le ha llenado el teatro, donde los aplausos son más una corriente de energía para llenar las pilas que un alimento para el ego.
En el espejo había escrito tres palabras: "perroburro", por sus mascotas, que son su refugio sentimental, "P.", un ex amante que prefiere tenerlo así, como ex; y "Lisboa", una de sus ciudades favoritas.
Su ciudad natal fue Badalona, un chico tímido de San Roque, un barrio de inmigrantes donde todos se ayudaban y se trataba el dinero con el respeto de la honradez. Un barrio catalán donde a la única vecina catalana llevaba ese apodo. Una casa donde las revistas del corazón eran el objeto de lujo para que se evadiera su madre y sus hermanas y Lecturas era esa ventanilla que le llevaba hasta la vida de los famosos. Se ganó bien los primeros años de profesión entre los cantantes de Super Pop y las divas de Pronto.
Su editor le dedicó una carta que leyó Del Amor como esa misiva de recomendación que se escribe cuando se busca trabajo. ¿Jorge Javier podría trabajar allí, sincero, tomándose los cafés en Torrespaña? Tiene dos años de contrato por ahora en Mediaset. Pero el programa más valioso, por sinceridad, que ha hecho en varios lustros ha sido en la competencia pública. Con una jarra de agua y uno de los tipos más listos de la casa, cronista de cultura de modos cinéfilos. La matemática del espejo tuvo un tipo tan antipático como admirado. Y le ha salido un programa interesante con tintes de reality donde Jorge Javier ha terminado cantando con Vicco Nochentera. Qué cosas.
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