La ventana
Luis Carlos Peris
Realidad tras unos sueños infundados
Mayra Gómez Kemp. Presentadora
Le seguía dando vueltas hasta última hora sobre qué quería decir anoche a los compañeros de profesión y a tantos espectadores que compartieron con ella el Un, dos, tres y también 625 Líneas o Sabadabadá. Mayra Gómez Kemp recibía ayer el Premio a Toda una Vida de la Academia de TV. Un galardón que reconoce a una figura que está en la memoria colectiva y a un estilo de renovar la televisión hacia los tiempos actuales.
-Es un premio a toda una vida, pero condense en unos segundos lo que supuso esa vida en la TV.
-Me tendría que quedar con la primera vez que bajo las escaleras del Un, dos, tres… La gente en casa me estaba viendo a mí, pero de reojo yo estaba viendo a unos cincuenta profesionales y directivos, reunidos, examinándome en ese momento... A ver si me rompía la cara rodando por las escaleras o no.
-Kiko Ledgard, su antecesor en el programa, dejó el listón muy alto. En 1982 lo tuvo difícil, aunque pareciera que usted estaba ahí desde el primer momento.
-Sí, me estaban examinando con lupa. Me incorporé al programa deprisa y es verdad que todo parecía entonces muy complicado.
-Pasarán las generaciones y la gente en España seguirá diciendo "...y hasta aquí puedo leer".
-Fue una cosa del primer programa. Las tarjetas no estaban terminadas. Había unos puntos suspensivos donde debía parar y en ese momento dije, ya para siempre, "y hasta aquí puedo leer". Me había incorporado sólo diez días antes.
-El futuro Rey era fan suyo.
-Me dicen que el Príncipe nos veía todas las semanas junto a su madre.
-El Un, dos, tres lo dejamos en la repisa de los buenos recuerdos. Aunque Chicho lo intentó con poca fortuna en este siglo ¿Podría rescatarse aún?
-Yo soy de las que opino que todo lo que tuvo enorme éxito en su momento después no vuelve a funcionar. Cuando los recuerdos son agradables se agrandan y es lo que le pasa a este programa. Creemos que la gente era más alta, más guapa. Para recuperarlo de verdad habría que hacer otro programa y entonces ya sería el 4,5,6; no el 1,2,3.
-¿Cuánto hemos cambiado desde que usted llegó a España hace cuarenta años?
-Muchísimo. Esto es otro planeta. España ha mejorado mucho, es más igualitaria, más justa, no existe la censura de otros tiempos. Yo no podía ponerme un escote...
-Usted fue inmigrante, pero se siente española como la que más.
-Por supuesto. Y siempre me he sentido muy bien aquí. Yo a su vez soy nieta de emigrantes de Galicia y de Canarias en Cuba y en Florida. Mi abuelo era militar y nació en El Ferrol...
-Su debut en la tele, muy pequeñita, fue con los Aragón.
-Tenía dos años y los Aragón triunfaban en la televisión de Cuba. Mi madre me llevó al plató.
-Si Emilio Aragón hubiera debutado en el Un, dos, tres de 1982 en lugar de usted, la historia de la TV española sería al menos distinta.
-Y eso sería ciencia ficción. Emilio era muy joven entonces.
-Ding, dong, que usted presentó con Pajares, es bisabuelo de Masterchef. La censura se lo cargó diciendo que no gustaba al público.
-Fue injustamente tratado. Nos adelantamos treinta años. Los programas de cocina necesitan cocinarse a fuego lento.
-Elija entre José Antonio Plaza e Ibáñez Serrador.
-No puedo. Plaza con 625 líneas, Ding Dong o Sabadabadá tuvo la visión de confiar en mí y convertirme en presentadora. Y con él fui la primera voz matinal femenina de la radio en España, con Viva la gente. Y con Chicho hice el doctorado.
-¿Cómo está Chicho Ibáñez?
-Pachucho. No tiene nada que ponga en riesgo su vida, pero no quiere que le vean en su estado.
-¿Y usted?
-Después de la última ITV, muy fuerte y bien. Con mis proyectos.
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