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¿Por qué Pilu se ha llevado toda la temporada de 'MasterChef' llorando y no ha llegado al duelo final?

Análisis del programa final

La controladora aérea ha sido víctima de su carácter, el mismo que la impulsó y el mismo que la llevó a autoderrotarse

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Pilu y sus lágrimas continuas en 'MasterChef 11' / RTVE

Sí, dijimos por aquí que dos portuenses, dos hijos de El Puerto de Santa María, estaban en primer plano de actualidad por diferentes motivos. Por un lado el capitán bético Joaquín, líder con buen talante y buen humor, capaz de aglutinar a su equipo en pos de una meta, caminar y disfrutar. Y por otro teníamos a Pilu de MasterChef 11, Pilu Cuenca, controladora aérea de 24 años, con tanta fuerza de voluntad como mal carácter. Esa vehemencia, más consigo misma que con los demás, fue fatal este lunes para hacerse con un puesto de duelista en la final. De haber conseguido la chaquetilla hubiera pasado cualquier cosa, aunque Eneko es mucho. Precisamente la portuense ha tenido una relación muy estrecha con los compañeros finalistas en el programa. Hubiera sido un duelo reñido pero sin los encontronazos de pasadas semanas.

Pilu dejó al jurado con la palabra en la boca más de una vez, esforzada y concentrada en lo suyo. Es fácil que la arrogancia parezca a veces pundonor. La de El Puerto ha hecho muestra en todos los programas de un espíritu perfeccionista y de un afán de superación que en ocasiones le ha desmerecido en imagen. Sin duda en ocasiones le faltó cintura pero nunca le faltó esmero para unos resultados sobresalientes en las pruebas.

Pero Jordi Cruz en la prueba de exteriores de este lunes, donde la chaquetilla se iba alejando de Pilu fue más conciso: "Tu peor enemiga eres tú misma". Cuando la controladora perdía el control los nervios se iban de órbita, bajaba los brazos y las lágrimas le impedían ver la realidad. Es lo que pasó con los platós de Martín Berasatagui, cuando no enfilaba bien las merluzas y en el puré de piparras se le olvidó quitar los rabitos para evitar el amargor.

Todos podríamos poner en cuestión el talante que en ocasiones ha dejado caer la llorosa gaditana pero nadie le podrá discutir que ha ofrecido una exhibición de trabajo y de empeño por hacer las cosas bien que hace distinguirse a ella y a su tierra. No tenemos espíritu germánico, ni nos hace falta, somos andaluces. Más auténticos que los paisanos de Merkel y con mucha más sabiduría cargada en las generaciones que nos precedieron.

Nada que objetar a la ambición de Pilu, cuarta clasificada en MasterChef 11, una edición demasiado gorda y extensa, llena de concursantes malos y de malos concursantes. A la de El Puerto sólo le falta un poco más de experiencia para templar nervios y genio. Calma. Nada que el tiempo no se encargue de enmendar.

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