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Pedro Sánchez a Ana Rosa, "no soy perfecto, pero soy limpio"

Entrevista a primera hora

El presidente del Gobierno, más comedido, protagoniza una prolongada entrevista en Telecinco con demasiadas interrupciones durante 66 minutos

La tensión entre Pedro Sánchez y Pablo Motos en 'El Hormiguero' más agrio

Pedro Sánchez y su victimismo se abrigan en Pablo Iglesias

El presidente Pedro Sánchez en 'El programa de AR' de este martes, con Ana Rosa Quintana / Mediaset

Ana Rosa ha charlado hoy con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a lo largo de 66 minutos sin cortes publicitarios (de 9.20 a 10.26). Una entrevista bien larga, no interrumpida pero llena de interrupciones, con una tensión inicial que se fue relajando. Con cada minuto el socialista iba recuperando indecisos así que el tiempo en este caso jugaba a su favor. Habían sido cuatro años sin estar en el plató donde más se le ha criticado. Y pese a los recelos continuos mostrados por su interlocutora, presta a que el diálogo se enmarañara para ajustar rencillas personales, Ana Rosa terminó de estar más a gusto con Sánchez de lo que ella preveía.

Es lo que tienen los platós de Telecinco, que están tan hiperiluminados que todo el mundo sale favorecido. Una textura de debate de telerrealidad. En todo esta legislatura Pedro Sánchez no había estado tan bien enfocado y maquillado y eso que se jacta de atractivo. De haberlo sabido hubiera ido más veces (no lo tenían en cuenta los asesores, mal). De la autodefensa inicial fue relajándose. Vino bien que no hubiera público aplaudiendo en un set coloreado, como corresponde a un magacín de Mediaset y una pantalla donde ya se replicaba el presidente en posición de apostura.

"No soy perfecto, pero soy limpio". Es decir, no ha mentido, sino que se ha ido rectificando siempre que lo ha necesitado. Pero no es un corrupto, le pueden mirar el móvil, no como a otros.

El plató de Ana Rosa Quintana en la entrevista a Pedro Sánchez / Mediaset

No había problemas de reloj (aunque Sánchez debía ir al Consejo de ministros). Y entre los dos sillones blancos, dos mesitas, alta y baja, con sendos vasos de agua para los interlocutores. Y al lado de la presentadora, un tocho de folios. ¿Era un avieso informe? No, eran todos los editoriales pronunciados por Ana Rosa durante esta legislatura en los que criticaba al Gobierno. Pero sin ningún insulto, sin ninguna mentira torcida. Ahí quedaban de regalo.

Ante el espectador, un sencillo ajedrez donde el presidente insistía en el acoso mediático "del 90%" contra su gestión, sintetizada en una palabra que no le gusta "sanchismo". Y la periodista matinal, desde su atalaya, ha venido dictando que ha faltado responsabilidad en un gobierno donde los ministros podemitas y aliados como los independentistas vascos y catalanes han minado lo que hacía el equipo de confianza de Sánchez.

En esa relajación el presidente ha llegado a afirmar con más confianza que nunca desde las municipales lo de "yo voy a ganar las elecciones". Por una vez, hoy, ha dado sensación de que puede ser realmente posible esa remontada a través de su tour mediático y entre apariciones internacionales. Ya hizo algo parecido en su travesía del desierto ante Susana Díaz. La sonrisa y la paciente tenacidad de Sánchez, ese hombre. "España crece, tenemos una reputación internacional, y queremos avanzar cuatro años más y no retroceder veinte años como pretende PP y Vox", ha relatado sin esa bilis que tanto le perjudicó en prime time en El Hormiguero.

En cara a cara de dentro de diez días también ajustará con Feijóo lo de calificarle de "personaje", también eso le ha dolido. A Pedro Sánchez le duele todo lo que le dicen desde la derecha, por ese lado tiene el cutis, tan bien maquillado, ay, demasiado fino. Por eso le duele también que le afeen sus viajes en el Falcon, porque es una manera de negarle la legitimidad. En serio, sonó razonable. Y por eso señala que la demoscopia hay que elaborarla con precisión, como hace el CIS o el Grupo Prisa, pero no otras consultoras, por muy certeras que hayan sido en las pasadas elecciones.

Sánchez ha hecho una radiografía simple de lo ocurrido en la debacle del 28 de mayo. Hubo una "desmovilización del espacio progresista" y una "hipermovilización del espacio conservador". Una política explicada con powerpoint.

De haber sido más agresivo y respondón ahora no estaría así, tan enfrascado en convencer. "Podemos discrepar, pero soy una persona educada. No soy frío, soy el presidente del Gobierno", expresó entre el razonamiento y la disculpa ante su enemiga favorita. Y Ana Rosa se veía en la obligación de preguntar por esos temas que tantos buenos titulares ha granjeado (Bildu, Ley del sí es sí, Marruecos) aunque a Sánchez le convenía más hablar por la vertiente de la economía y de temas que son puntos en común, como Ucrania.

El sanchismo (ese demonio que tiene a Feijóo de exorcista) ha ganado votos en esta mañana. En el PP tienen la tarea de no verse asediados por estos tantos inesperados cuando para el 23J preveían una goleada. Ana Rosa, pese a sus interrupciones y quejas, le ha dado a Sánchez unas alitas de moderación y simpatía, las que tal vez Sánchez perdió en El Hormiguero.

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