Naranjito sale volando en Catar ¿qué sabías de la mascota del Mundial 82?
Sevillano universal
El símbolo del Mundial 82 nació en Sevilla, propuesta por una pareja de creativos hispalenses
España y el Mundial 1982: Naranjito invertebrado
El videoclub, el Netflix que había debajo de casa
En este domingo de inauguración del Mundial de Catar, un festival de bengalas insípido, las mascotas de anteriores torneos se han reunido en la explanada del estadio, pareciendo levitar como espectros del pasado. Una reunión de gigantes y cabezudos. Y el más cabezón de todos, el entrañable Naranjito. Representación de un mal momento para la selección, pero un ilusionante verano, hace 40 años, para los españoles que ya lucimos arrugas con entereza.
¿Dónde nació este orondo cítrico vestido de La Roja, cuando faltaban lustros para que el equipo se llamara así? A Isaac Newton le cayó una manzana y al publicitario sevillano José María Martín Pacheco se le apareció la idea cuando le cayó a los pies una naranja de un árbol de la plaza Nueva de Sevilla. La naranja salió rodando y había nacido Naranjito. La única mascota vegetal de la historia. Hoy salió volando por Cara y símbolo de una época, de su época: la de la ingenuidad posconstitucional, evocada con cierta ingenuidad y consideración.
A La Roja le llamaban entonces La Furia: mucho corazón y poca técnica para hacer frente a la adversidad. El lema del fútbol español desde Amberes en los Juegos Olímpicos de 1920. Naranjito vestía de La Furia e incluso algún malaje le llegó a culpar del desastre deportivo de aquel año.
Cuando el Comité Organizador del Mundial 82 anunció que una naranja sonriente (sí, con la mirada ida) iba a ser uno de los emblemas del acontecimiento, los medios se abalanzaron contra el muñeco. Fue un nacimiento deseado, pero repudiado.
Lo más bonito que le dijeron, como recordaba a este periódico Martín Pacheco, fue "horroroso" y algunos periodistas haters veían en él "una representación pueblerina e infantiloide", impropia de un país que quería proyectarse hacia Europa y dar buena imagen ante el mundo. Martín Pacheco lo presentó a concurso junto a una compañera de agencia, la cordobesa María Dolores Salto. Ambos estaban en el bar El Portón cuando, tomando unas cañas, cuando contemplaron en el televisor la noticia del anuncio de la mascota en el Telediario.
Hubo fiesta y días después recibían el cheque de un millón de pesetas con el que zanjaban su relación con su hijo esférico. De esa manera el padre sevillano de la criatura no volvió a tener decisión alguna sobre Naranjito, al que le hicieron unos retoques y lo mandaron para Japón. Era para que tuviera su propia serie de dibujos animados, tras vender el comité los derechos de explotación por 1.400 millones de pesetas (ahora serían unos 100 millones de euros).
Naranjito apareció por vajillas, juguetes, camisetas, cromos, muñecos y todo cachivache imaginable. Sigue en vigor y se le han creado distintas ediciones en marcas de ropa y objetos cotidianos. Fue una mascota que pudo dar su grima pero que ahora, con el tiempo se ha revalorizado por su carácter entrañable y vintage.
BRB, la productora del recientemente fallecido Claudio Biern Boyd (Dartacán,Willy Fog)Dartacán,Willy Fog se encargó del proyecto para TVE que costó 200 millones de pesetas de la época (serían 15 millones de euros, lo que cuesta la principal apuesta de prime time de La 1, Dúos increíbles).
A la naranja con patitas le inventaron una novia, Clementina; un amigo limón, el inocentón Citronio; y un robot, revisión de los brutos mecánicos de Mazinger Z, Imarchi, que en su panza con pantalla guardaba todas las imágenes de los mundiales anteriores.
El malo, bigotín y capa, era Zruspa, un terrorista capaz de hacer desaparecer los edificios de Madrid. Sus sicarios, con un ojo a la Naranja mecánica, los Cocos.
Fútbol en acción se estrenó el 5 de diciembre del 81, en horario estelar animado: las tres y media de los sábados, y permaneció hasta el 12 de junio del 82, el día antes de la inauguración del Mundial español (cosas de entonces, en lugar de aprovechar su presencia durante el torneo).
Hoy su recuerdo ha despertado una sonrisa en los espectadores españoles, al menos los más veteranos, al verlo revolotear por el asfixiante aire catarí.
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