Adiós a Hugh Hefner, el magnate del sexo de papel

Fallece, a los 91 años, en su mansión de Los Ángeles el fundador de la revista 'Playboy' tras una vida hedonista

Muere a los 91 años Hugh Hefner, fundador de 'Playboy'
Francisco A. Gallardo

28 de septiembre 2017 - 09:06

Washington/Tenía jet privado. Pero con cama redonda, una de sus aficiones. En sus mansiones el principal tálamo mullido tenía capacidad para una docena de retozadores. Hugh Hefner llevaba una prolongada vida horizontal que suponía la promiscuidad con unas siete u ocho novietas a la vez entre sus dos casoplones, uno en Chicago, ciudad natal y sede originaria de su revista Play boy, y otro en Los Ángeles, a cual más ostentoso, morrocotudo y juerguista. Piscinas, jardines y zoos con mapaches. En las fiestas de Hefner se fichaban a las playmates, las anatomías que se desplegaban por el póster central, y entre chica y chica se congregaban periodistas, escritores y políticos de esos que aparecían en los artículos del placer culpable de millones de estadounidenses. Ursula Andress, Pamela Anderson, Kim Basinger compartieron folios con Kennedy, Malcolm X o Reagan.

Aquel magnate que fundó el imperio cunicultor fallecía este miércoles a los 91 años en su mansión angelina. A sus espaldas, tres esposas y unas dos mil amantes (menos de las que se atribuyen a Julio Iglesias y Warren Beatty, sus compadres más espabilados). Una colección de relaciones que empezó tarde, entrado en la veintena. Perdió la virginidad con su primera mujer, Mildred Williams, a la que culpó de serle infiel y provocarle un lío existencial. Eso decía. Por entonces trabajaba en la revista masculina por excelencia, Esquire, de donde salió en 1953 para fundar su propia cabecera y su propio concepto. A la pacata sociedad estadounidense de la posguerra, que vino a acentuar los cánones conservadores, la iba a aguijonear desde lo más hondo con una publicación de artículos de reflexión empalmados con coloristas páginas de epidermis.

Los desnudos proclamaban nuevos tiempos y durante mucho rato Playboy fue signo de distinción y progreso. El primer póster fue para Marilyn, de unas fotos tomadas antes de ser famosa, y la malograda Jayne Mansfield, tan generosa, fue la primera estrella que se empinó desde sus páginas, avanzadilla de las bunnies, conejitas, que se personificaron como símbolo del exacerbado hedonismo del editor. El logo nació de una tasca de Urbana, cerca de Chicago. Hablando de cunicultura, el primer vello púbico no se publicó hasta estrenarse 1971, con la extrovertida noruega Liv Lindeland, y la primera modelo rasurada data de 2001. Ya por entonces Playboy era una cabecera un tanto superada aunque Hefner nunca renunció a ser emblema de sí mismo. Se casó con su última esposa, la británica Crystal Harris, en 2012.

La revista que se leía y veía en secreto amplió su merchandising hasta convertirse en línea de ropa y perfumes y una franquicia de clubes por medio mundo, con las orejitas como faro. El fundador halló más rentabilidad en los canales de porno soft que en el papel. Playboy era un negocio redondo, como sus catres, por todos los poros, aunque con un futuro más incierto cuantos más tabúes sexuales se iban superando en el mundo occidental. Algo queda aún de esa pretérita aureola sicalíptica. Hefner, que vio disputado su trono por el Hustler de Larry Flint, dice adiós con mucho gusto y con un puñado de secretos inconfesables bajo la almohada de su alcochado redondel.

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