Micky en 1977, alcohol, un banjo, una huelga y un suicidio
Historias de Eurovisión
El tocayo del representante eurovisivo de 2019 consiguió hace 42 años un noveno puesto que parece inalcanzable para 'La venda', con una rocambolesca participación
A ver, ¿por dónde empezamos? Lo de Eurovisión en 1977 da para una miniserie en Netflix mucho más interesante que casi todas esas que tenemos por las plataformas. Hubo drama, comedia bañada en alcohol, intrigas continentales y conflictos por todo. Mejor que Mad Men. Fue la última vez que Eurovisión se celebró en Londres y allí se les quitaron las ganas. Lo de Miki Núñez en Tel Aviv, pese a los conatos de boicot contra Israel, es un paseo al lado de lo que vivió su tocayo Micky hace 42 años. El intérprete de Enséñame a cantar obtuvo el noveno puesto, posición que, visto el nivel, debió ser mejor y que ni en sueños podemos imaginar ahora para La venda. Entre Migueles no hay color.
La vivaracha canción de 1977 puede ser tan ratonera como la de 2019, pero llevaba una simpática pátina naif, con color de broma, que la sigue convirtiendo en uno de los números más animosos, candorosos y divertidos enviados por parte de TVE. Entre las “canciones intrascendentes”, como la calificaron, es casi de la mejor de nuestra historia. Micky, el de los Tonys, era el representante de una España alegre, turística, sacudida de caspas y que cruzaba el puente hacia la democracia. “Con ganas de olvidar”, dice en su primera estrofa.
Llegar hasta Londres fue cuestión de fe. El festival del 77, cuando la cita era la fiesta del club de democracias occidentales (para eso nació por sugerencia de la OTAN), se celebró un mes después sobre la fecha anunciada y en esas cuatro semanas hubo momentos en los que nadie podía certificar qué se iba a hacer. En ese compás de espera, larguísimo, en unos tiempos en el que nos parecía que los relojes iban a pedales, las canciones aspirantes se repetían en los intermedios y en el dominical 625 líneas, así que a través de este mes de chicle a los espectadores les dio tiempo a memorizar lo de Micky, el Telegram Telegramde Silver Convention (las poperas-disco alemanas, las favoritas), la canción Laponia de Finlandia; Casanova, de Noruega; o la Lección de solfeo de Pascalis, Marianna, Robert & Bessy, los griegos que, avisamos, serán fundamentales en la actuación de Micky. La exótica Túnez llegó a presentarse, pero por presiones de sus vecinos se dio de baja por la presencia de Israel. Hasta estos tiempos de youtube nunca se machacaron tanto las canciones de Eurovisión.
El vídeo de Enséñame a cantar quedó amortizado. Lo grabó Valerio Lazarov en los peores días que se recuerdan en Ibiza, entre lluvia y ventolera. Ni pizca de sol entre los saltitos del cantante madrileño, el chico de goma, y sus sonrientes figurantes, incluido un pase de moda. Como en el periodismo musical lo formaban señores serios con bigote, en cuanto la expedición aterrizó en el Reino Unido se les insistió en decir que aquella canción del banjo y las chicas ibicencas “no valía nada”. Así que no había nada que ganar. Ni perder. A Micky y los suyos les dio por el relax. Ya le habían dicho además en Madrid que ni se les ocurriera el primer puesto, no fuera a caernos la costosa organización.
Torremolinos pidió organizar Eurovisión 1977
Ya que en Londres peligraba la emisión eurovisiva al Patronato de Turismo de la Costa del Sol se prestó voluntario para organizar aprisa el certamen en el Palacio de Congresos de Torremolinos. Torremolinos 1977: la ciudad de la Brigada Costa del Sol. A la espera de las primeras elecciones no estaba el país en esos momentos para festivales. A RTVE no le hizo gracia la propuesta y la rechazó de plano. En el Algarve también surgió la petición para Portugal y no pasó de ser una ocurrencia.
La BBC se había encontrado con una grave crisis con la organización festivalera. Todos los técnicos de la corporación británica estaban en huelga por los pluses de sus desplazamientos, 3 libras por día. Suena hasta raro.El paro suspendió la fecha prevista para la cita musical, el 2 de abril. Con todo reservado, todo saltó por los aires y durante dos semanas se estuvo sin idea de lo que se iba a hacer. Al gremio turístico de Londres durante años le entró urticaria con la palabra Eurovisión. Ya que lo de Torremolinos era imposible, la idea que estuvo más cerca era la de conectar con cada uno de los países, que cada intérprete lo hiciera desde su casa y en algún plató emitir las votaciones. Desesperado disparate dado lo inflexible que es la entidad organizadora, la UER.
A la dirección de la BBC le apretaron las clavijas y finalmente hubo un acuerdo salarial con los técnicos y la noche definitiva fue la tardía (para entonces) 7 de mayo. Había fecha, pero pocas cosas cerradas. No había grabación de las postales, las introducciones filmadas con los participantes en los segundos en los que se prepara el escenario. Las expediciones acordaron con la BBC ser grabados en una cena informal con unos brindis como presentación de cada participante. A Micky y su gente los grabaron en plena francachela. Decíamos que no tenían nada que perder. Aquellas imágenes entre copas recibieron la queja de los delegados de TVE y de otros países. Se decidió eliminar todo lo grabado y las transiciones entre canciones se hicieron a pelo: enfocando al encorbatado público, como había sucedido durante muchos años, incluida aquella gala en el Teatro Real de Madrid en 1969.
La canción eurovisiva española se decidía por entonces mediante comisión de expertos. Entre las discográficas se proponían nombres prometedores. Ariola, a través del compositor y representante Fernando Arbex, de Los Brincos, empujó el nombre de Micky, que había triunfado por la RFA y el Benelux con Bye, bye, Fraulein (“Froilán”, como la rescataron en Crónicas marcianas). Por el camino se quedó Paloma San Basilio, que se desquitó en 1985, o Lorenzo Santamaría, que estaba de moda. Arbex convenció a los periodistas y responsables de TVE que su Enséñame a cantar era una canción ligera, cariñosa para el público, sin complicación política, que no estaba el horno para susceptibilidades en una España tensa, y sin intensidad vocal, que por entonces hubiera dado posibilidades reales de victoria. Micky, que tenía 33 años, algo mayor para los cánones festivaleros, fue el primer sorprendido de verse en el reto y se enteró de que era el elegido cuando estaba en el fútbol, confesó. No le hacía ilusión. Y si hay que ir, se va. Pero al menos que le ajustaran la fecha.
La muerte de Waldo de los Ríos
Grabaron la versión definitiva para lanzar el disco en varios idiomas (Apprends-moi à chanter, Apprends-moi à chanter,Ich singe la, la, la, en alemán), promociones bizarras. El arreglista de la canción de Arbex fue el ilustre compositor popular Waldo de los Ríos.
El argentino, fundamental en la historia del pop español por el Himno de la Alegría, dirigió a Karina para En un mundo nuevo, el segundo puesto de 1971. Y su último trabajo precisamente fue esta grabación de Enséñame a cantar. Se suicidó el 28 de marzo, cinco días antes de haberse celebrado el festival en su día previsto. TVE descartó el fichaje de Waldo porque pedía 100.000 pesetas por día fuera de casa. Quién sabe qué hubiera pasado de aceptarse su pretensión. En su lugar acudió Rafael Ibarbia, el del otro La, la, la; el de Massiel.
La muerte del compositor no vino precisamente a animar a la representación española, y por eso, en el sábado 7 de mayo los ánimos de la expedición española estaban más bien relajados por puro desencanto. Con tanto alcohol rulando por aquel Londres musical, a Micky le dio por animarse (demasiado) con los cantantes griegos. Al escenario subía con la espléndida chica del banjo (una modelo, Paloma, de la que poco más se supo pero que todos querían contratarla), como segunda voz un tal Amadeo, animándose con una jarra de percusión, y Judy, Jazmín y Jamisoe, tres bailarinas-coristas de la coreógrafa Sandra Lebrocq, inglesa radicada en España y esposa del decorador de tantos platós de la TVE de los 70, Willy Rubio.
No había nada que perder. Así que el intérprete español, vestido de manera informal por Jesús del Pozo, cuando los demás optaban por chaquetas (es el primer representante español que no se vistió de gala para el acontecimiento) se pasó de efusividad escocesa con los griegos. Contagiado por el divertimento de su canción, que animaba a alegrar el corazón, salió a escena más bien achispado, como reconoció. Antes de empezar se dio un trompazo contra el micrófono aunque sólo se percataron del percance en el auditorio. Si se revisa la grabación de arriba se ve el micro botando durante bastantes segundos, víctima del golpe. Micky se imaginaba en la portada de los periódicos con el inoportuno cabezazo, pero el viejo rockero siguió adelante, afectado por el cubateo pero con margen para contonearse, darse una vuelta por la guitarrista y salvar el asunto sin más contratiempos. Su coro pasa a la historia por tener las caras más exageradas entre todas las gesticulaciones eurovisivas.
Enséñame a cantar no estaba destinada a ganar pero se llevó ciertas distinciones de aquellos jurados empalados. Italia, Bélgica o Finlandia nos dieron 7 votos. En total Micky obtuvo 52 puntos, pero para punto, el que tuvo durante toda la noche. En aquel año, extrañamente, Suecia quedó última y el mamarracho enviado por Austria, penúltimo. Tenía que vencer alguna canción intensa y fue L’oiseau et l’enfant, de Marie Myriam.
Fue la última vez que ganó Francia. La ganadora fue acusada de plagio por parecerse demasiado a la Balada de Sacco y Vanzetti de Joan Báez, la cantautora que en ese mismo año, en el Esta noche fiesta de José María Íñigo dedicó el No nos moverán a La Pasionaria. Vaya. Cómo habíamos cambiado. Y nadie se había dado cuenta. Menos Micky.
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