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Massiel y la Unión Europea

Hace 50 años Europa estaba pendiente de un catalán y de un jurado alemán: Serrat plantó a Fraga y los germanos regalaron un triunfo a Franco

Massiel y su estiloso vestido de Courreges en su actuación eurovisiva. / Fotos: Efe
Francisco Andrés Gallardo

04 de abril 2018 - 21:37

En un edificio donde se siempre se cocían intrigas, se emitían los Telediarios y se grababa Historias para no dormir, nunca se oyeron tantos gritos de furia e histeria como durante el 25 de marzo de 1968, cuando al despacho del director general de RTVE, Jesús Aparicio-Bernal, llegó una carta del cantante que iba a representar a la cadena en el Festival de Eurovisión, "Juan Manuel" Serrat, y que ya conocía porque había llegado a los medios de Barcelona: "...rogándole que acepte mis argumentos y me autorice a cantar en Londres en catalán o que, en caso de que ésto no fuera posible, acepte mi renuncia irrevocable". El director de la cadena, Juan José Rosón, hombre de confianza del ministro de Información, el timonel del peculiar aperturismo hispánico, Manuel Fraga, hiperventila y entra en pánico con su antecesor al lado, Adolfo Suárez. No hay margen para la negociación y desde Prado del Rey, en el quinto pino, se oyen los zapatazos de cabreo de El Pardo. Se llama a los autores de la canción La, la, la, el dúo Dinámico, pero la casa discográfica de Serrat, Zafiro, se opone al no ser de su sello. Se le da un telefonazo de urgencia al representante de Manolo Escobar, al de Marisol, al de Carmen Sevilla, y a la cantante favorita de Fraga, la también catalana Salomé. Al corresponsal en Nueva York, Jesús Hermida, o al académico José María Pemán no les parecía mal eso de que se cantara en catalán. Y a Camilo José Cela le parecía normal tratándose de un intérprete como Serrat, que se había dado a conocer pocos años antes con sus composiciones.

Para Franco era vencer sobre los enemigos; para los aperturistas era una oportunidad

Para un país donde todo solía estar atado aquello fue un exceso. Hubo bastante indignación y Joan Manuel a día de hoy sigue lamentando la presión y boicot que sufrió durante años aunque ese exilio musical le convirtiera en un maldito exquisito para millones de incondicionales y le abriera las puertas de América. En TVE actuó sólo dos veces en quince años (1974 y 1981). Con el Dúo Dinámico terminó de limar asperezas en... 2011, cuando grabaron una versión conjunta. Europa, la Europa de nuestro bando, miraba a España, y también a Cataluña, con el asunto interno de esta polémica bizantina en la bizarra dictadura del país de las vacaciones. Los intelectuales catalanistas encontraron en el desplante de Serrat a Fraga su gran oportunidad para empujar en sus desvelos. En 1977 el cantante, en el programa A fondo, justificó su actitud "por la represión" que existía. Desde TVE se comunicaba que no había nada en contra del catalán, porque ya ofrecían en circuito para Barcelona "un programa quincenal en esta lengua". La defensa era que en Eurovisión había que intervenir en el idioma nacional. El representante de Serrat, José María Lasso de Vega, se habría conformado con que se cantara sólo un estrofa catalana entre las 138 veces que se pronunciaba "la", pero hubiera sido mucha cesión para la facción dura del régimen franquista, a punto de cumplir sus "30 años de paz", y haber claudicado a este aleteo de mariposa del pujolismo. Por cierto, el estribillo minimalista tendría que haber sido rellenado por el Noi de Poble Sec, pero al final se vino el tiempo encima y se comprendió que no quedaba mal contar con una canción que sonara a idioma universal, "a unión europea", como llegó a decir Ramón Arcusa, uno de los compositores, unos siglos por delante a la fundación de la UE y dos años antes de que Miguel Ríos pusiera voz al europeísta Himno de la Alegría. El La, la, la debería haber sido la última canción del mundo en tener problemas con los idiomas. Serrat grabó la versión en inglés, francés, italiano, portugués y serbocroata.

Y también la versión catalana, un guiño de Lasso de la Vega hacia los paisanos de su cantante, que se grabó en Milán junto a las demás adaptaciones promocionales y que no publicó Zafiro sino Edigsa, la firma que había comercializado los primeros discos de Serrat. El La, la, la en catalán era casi un premio de consuelo a la decepción que caló entre la Nova Cançó que Serrat se alistara por la televisión de Franco. Hubo discos rotos a un lado y al otro y entre tanto enfado el cantante analizó que era una solución equidistante si representaba a TVE cantando un retazo en catalán: a 11 días de intervenir el Royal Albert Hall de Londres aún habría margen para un acuerdo.

Pero no hubo solución diplomática. Desde Prado del Rey se había achicharrado a llamadas al hotel mejicano donde se hospedaba una cantante de Zafiro que estaba de gira, Massiel. Cuando la joven cantante madrileña tomó el avión en TVE empezaron a respirar tras horas de zafarrancho. Habría sustitución, volvería así la calma en el búnker, aunque Massiel mientras aterrizaba en Madrid confesara que no tenía ni idea del encargo. Si era para ir a Eurovisión ni siquiera sabía cómo se llamaba la canción.

Lo del festival de la UER se había convertido en un asunto de prestigio nacional. Era la única oportunidad en todo el año de mirar a los ojos a la Europa democrática, a unos socios que tendrían al país esperando en la puerta del desarrollo para largo. Hasta entonces se había pasado de largo por este programa que ponía el extranjero al alcance de los españoles. La doble aparición en años anteriores de la gran estrella, Raphael, quedó en la indiferencia. Artísticamente había que cambiar de registro. TVE había fijado una criba exigente para buscar un representante juvenil que diera la imagen más moderna y molona del país turístico, alejada del folclorismo. Fueron descartados Juan y Junior por No tenemos fe, vaya nombre. Lánguidamente decían "nuestro amor no existió, ya lo ves, nos falta fe". Y también se rechazó la lacónica El titiritero de Joan Manuel Serrat. Se quería al Dúo Dinámico. Y fue Lasso de Vega, el representante de la pareja y el cantautor, el que vio como opción ideal el tridente, esta reunión nacional que acabó en bronca. El 8 de marzo de 1968 se presentó el La, la, la en un especial conducido por José Luis Uribarri, con canciones en catalán.

El tema eurovisivo había sido arreglado por un músico alemán, Berthold Kaempfert, el que había compuesto Strangers in the night para Frank Sinatra, y el La, la, la estaba siendo bien recibido en las emisoras. Por primera vez España partía entre las favoritas en Eurovisión y, por tanto, había que rematar el trabajo. Para el entorno de Franco un buen papel en Eurovisión representaba un triunfo y lucimiento ante los enemigos de toda la vida. El final de la Segunda Guerra Mundial caía sólo 23 años atrás, como para nosotros 1995. Cobi y Curro están ya más cerca del La, la,la que de nuestro iphone. En el caso del festival de 1968 era una oportunidad de ganar a los ingleses en su propia casa y dos años después de cerrar la verja de Gibraltar. Para la facción aperturista del franquismo además del pulido y oxigenación que regalaba un triunfo eurovisivo ésto permitía organizar un festival en Madrid, reuniendo a toda esa órbita de la que se deseaba formar parte activa. Ganar en Eurovisión era una urgencia para todos.

Por entonces el sistema de votación era dúctil a las influencias (nada de desembolsos de televoto, eso es de nuestro siglo, ni complicaciones matemáticas de 12, 10, 8 points). Eran diez miembros del jurado por país, a 1 voto por barba, la canción favorita de cada uno. Entre 17 naciones participantes con unos 6 países y con unos 30 señores afectos (engatusados o entusiastas de corazón) era bastante para ganar. Desde semanas atrás comenzaron a funcionar las relaciones públicas y la invitaciones de viajes. Las visitas, las llamadas a alguna embajada. El franquismo aún no estaba en líos internacionales con el terrorismo (ETA burbujeaba por el subsuelo) y la tendencia de las democracias del entorno era la aproximación a una dictadura con moderadas disensiones renovadoras. Francia, Italia, Alemania, el panderetero Mónaco... aliados de siempre. Aliados suficientes.

Habíamos dejado a Massiel aprendiéndose el La, la,la. A contrarreloj grabó las versiones y se presentó en Belgrado para promocionarse en la Yugoslavia de Tito. Antes le dio tiempo pasarse por París y comprar en Courreges su ya célebre vestido de minifalda con flores con el que subió al escenario, en línea con el estilo moderno que pretendía la delegación española. La cantante portuense Merche Valimaña, sin embargo, cree que más bien iban "de catetos" porque aquel Londres tan avanzado imponía. Merche Macaria fue reclutada de la escuela de canto de Madrid junto a María Jesús Aguirre y María Dolores Arenas para ser las coristas de la actuación. No cobraron ni un duro y los trajes azules se lo confeccionaron ellas mismas. Julio Iglesias se topó con el Dúo Dinámico en la puerta del hotel y les auguró que ganaban.

El 6 de abril de 1968, con dirección de Rafael Ibarbia y comentarios asombrados de Federico Gallo, Massiel venció en el Festival de Eurovisión. Por 4 puntos de Italia, Francia y Mónaco y con 6 generosos votos de Alemania. Fue el primer espaldarazo europeo a la España de un franquismo que aún daría la lata. Yugoslavia se inhibió. Ni votó a la canción española ni a la favorita, la inglesa, el Congratulations de Cliff Richard, vencido por 1 punto de diferencia.

Massiel fue comparada con Agustina de Aragón. Y fue vetada por el régimen durante un año: se negó a recibir de manos de Fraga la medalla de Isabel la Católica. "España y los españoles somos así", resumió Jesús Álvarez al regresar al plató de Madrid aquella noche, hace medio siglo ya.

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