María e Isabel, princesas de 'Cantares', estrellas para siempre
Epílogos de la copla clásica
Isabel Pantoja y María Jiménez quedaron ungidas por Lauren Postigo en 1978 y son supervivientes de la televisión
Aunque estuviera en Honduras hace algo más de un año, ambas son más supervivientes que los del programa de marras. Sus nombres ya eran reconocidos hace 42 otoños y Lauren Postigo tuvo el aprecio y la vista de añadir a ambas sevillanas como epílogos de los nombres ilustres de la copla y de la canción popular en Cantares. Un muestrario del estrellato cañí que fue desde Lola Flores, Juana Reina (la que estrenó el espacio, el 3 de febrero de 1978) o Manolo Escobar hasta la catalana Guillermina Motta. Hubo una noche para las sevillanas, con Amigos de Gines y los Marismeños, antes del boom del género a nivel nacional.
Con sus apariciones en aquel programa que rehabilitaba a la copla con la transición Isabel Pantoja y María Jiménez no sólo recibieron un multitudinario respaldo de claveles rojos en El Corral de la Pacheca, sino que se aposentaban en la academia de la bata de cola. Una academia en la que se colocó en primera fila Isabel, más clásica, y que se disputó el broche de la época con Rocío Jurado. Una batalla de otros tiempos cuya victoria a estas alturas habrá que adjudicar a la llorada chipionera.
Cantares tuvo una efímera pero recordada presencia en TVE, entre otras razones porque vino a ocupar el hueco nocturno de los viernes del Un, dos, tres de Kiko Ledgard. Esa ubicación estrella, cuando sólo había canal y medio, le dio fuerza al proyecto del infortunado realizador Miguel de la Hoz (que fallecería en el 81 por una reyerta en un local noctámbulo madrileño cuando por entonces dirigía La mansión de los Plaff), que fue quien fichó a Postigo, el que terminó quedándose con el programa enterito y terminó aconsejando, vía ala dura de UCD, que Andalucía no se metiera en un referéndum autonomista.
Cantares era una hora y algo de música en vivo alternada con retazos de entrevista chafardera a cargo del lírico presentador, metido en el camerino. Qué mal sentó en su tierra, por ejemplo, que Lola Flores confesara que prefería ser enterrada en Sevilla y no en Jerez. Al final reposa en Madrid.
Pantoja, niña Isabel, con su Garlochí, tras animar una Nochebuena en TVE y aparecer en Gente joven, quedaba ungida entre las copleras ortodoxas como nombre más juvenil, mientras que Jiménez, María desgarrada, era alzada como nombre heterodoxo y canalla de la revisión pop de la copla.
Isabel (tenía sólo 22 años, hoy, 64) apareció en el descubrimiento de Cantares por la audiencia en la sexta entrega, el 17 de marzo del 78.
María lo hizo por aclamación al final de la única temporada, el 3 de noviembre. Tenía entonces 28 años (ahora tiene 70).
La fama se multiplicó para ambas y al tener toda la vida por delante María e Isabel tenían años de portadas ante sí entre amores y familias. Ambas sufrieron en el apartado sentimental y ambas sufrieron dolorosas pérdidas prematuras: una, su hija, y la otra su marido.
Cuando avanzados los 90 la televisión rosa vino a zamarrear ese mundo de las revistas ambas voces habían sido dos nombres recurrentes del papel durante dos décadas. Sin apenas haber escuchado una canción, todo el mundo, de distintas generaciones, sabe de las existencia de ellas. Ya sea por Paquirri, la bodas con Pepe Sancho, los desvaríos, la viudedad, Paquirrín o cómo convertirse en primera dama marbellí. María e Isabel han dado horas y horas de televisión frutal por sus vidas sincopadas, sus carreras resucitadas y sus remontadas vitales.
42 años después de Lauren Postigo ambas siguen estando en la agenda de los programas del corazón y en las previsiones de las revistas. Como nombres de siempre capaces de estar como nunca.
María Jiménezsuperó la anterior primavera a la pandemia una septicemia en una recuperación médica de la que habría que indagar en la milagrería del santoral.
Por esas mismas fechas su semiparalela Isabel Pantoja, aunque lo cobrara bien, también las pasaba canutas en Supervivientes. Su segunda etapa en Mediaset, donde durante años fue la villana favorita (en tiempos de Salsa rosa y Aquí hay tomate), le vino a servir como un purgatorio mediático tras estar unos meses a la sombra de Alcalá y perfilar de nuevo su imagen junto a una heredera (de nombre y apellido, no de arte) que se ha excedido en disgustos.
Isabel camina de nuevo en rampa ascendente como jurado lloroso y exigente de Idol Kids,Idol Kids, y con ganas de volver a dar las uvas, mientras que Telecinco le sigue enjuagando la marca y sigue enjugando su suculento contrato.
María Jiménez no tuvo la misma suerte (y constancia, y ambición) artística que su paisana pero puede agradecer la fortuna de haber superado lo peor. Justo cuando Telecinco vino durante semanas a mirar de reojo a ver si salía viva de su ataque, como llegó a reprochar a Bertín en Mi casa es la tuya, con la celebración del milagro en su retiro de Chiclana. En este verano de falsa normalidad llegó a subirse al escenario en silla de ruedas para cantar con Pitingo.
Isabel y María, las jóvenes de Cantares,las princesas coronadas por Lauren Postigo, siguen valiendo su peso en plata con cualquier palabra, recuerdo, familiar, estrofa o cantiñeo. Ambas pertenecen a otro tiempo de la farándula y siguen vigentes por más conocimiento que reconocinmiento del público.
Con la inercia de sus popularidades de papel brillante, varios milenios antes de que se inventase instagram y todas estas galerías ectoplasmáticas de postureos.
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