Judy Garland, ascenso y caída de un icono
El quinto marido de la musa cinematográfica, el empresario Sidney Luft, procuró equilibrio, estabilidad y los mayores éxitos profesionales de la que fue su compañera de vida durante trece años.
"Si soy una leyenda, ¿por qué estoy tan sola?", dijo en una ocasión Judy Garland, una de las mejores estrellas de la historia del cine, un mito que nos dejó hace 50 años y fue uno de los más claros ejemplos de muñeco roto de la industria hollywoodiense. Movistar CineDoc&Roll estrena mañana Sid & Judy, un documental de Showtime a cargo de Stephen Kijak y Claire Didier, basado en su relación con Sidney Luft, su tercer marido y su mánager durante trece años.
Durante esta unión, la que fuera niña prodigio se reconvierte en una estrella del musical gracias al enorme éxito de su espectáculo en el Carnegie Hall y de la pequeña pantalla gracias a The Judy Garland Show, el programa por el que el presidente John Fitzgerald Kennedy llegó a cambiar la hora de la cenar en la Casa Blanca dos meses antes de ser asesinado.
Este trabajo documental, que cuenta con la colección de fotos de Richard Avedon, imágenes de sus entrevistas y actuaciones, utiliza la enorme correspondencia del matrimonio con base narrativa en primera persona a través de las voces de Jon Hamm (Mad Men) y Jennifer Jason Leigh (Los odiosos ocho). Aquellas cartas descubren la compleja y vulnerable personalidad de la actriz, una mujer talentosa, que podía vivir sin dinero, pero no sin amor.
El juguete roto de la Metro-Goldwyn-Mayer
Aquella niña nacida en Grand Rapids (Minnesota), empezó a trabajar en el teatro musical de su padre, Frank Gumm, con apenas dos años y medio de edad. Desde entonces y hasta el final de sus días, con solo 47 años y acuciada por la enfermedad y las adicciones, no hubo un respiro.
Su progenitor, que llegó a ser acusado de abuso sexual, y su madre, Ethel Milne, a la que acusó de despilfarrar el dinero que ganó en la niñez y la adolescencia, ejercieron una enorme presión sobre ella y sus hermanas, con las que formó el formó un trío de vodevil que actuó por las más importantes ciudades de Estados Unidos. Tampoco se preocuparon de protegerla de los abusos que sufrió en la Metro-Goldwyn-Mayer, con la que firmó un contrato con solo 12 años, que la obligaba a tomar anfetaminas y barbitúricos para soportar las largas jornadas de rodaje.
Siendo una adolescente, Judy se convirtió en una dependiente de las sustancias estupefacientes, lo que unido a la inseguridad de su imagen y de sus carencias emocionales, derivó en graves problemas mentales y en un alcoholismo precoz que fueron minando su salud poco a poco.
"Judy acudía al colegio con actrices como Ava Gadner, Lana Turner, Elizabeth Taylor, que eran realmente bellas. Ella era una gran máquina de hacer dinero en ese tiempo, una mujercita muy exitosa, pero era el ‘patito feo’ del estudio", aseguró Charles Walters, que dirigió a Garland en varias de sus cintas cuando era una adolescente.
No obstante, todas esas debilidades no se reflejaban en la gran pantalla, donde su voz, magnetismo y capacidad interpretativa borraba cualquier atisbo de sombra. Con 16 años llegó El mago de Oz y con este clásico imperecedero el Oscar y su salto como actriz adulta un año después. Dicen que en la fiesta posterior a la ceremonia conoció a Tyrone Power y quedó prendada, sin embargo a sus jefes aquella pareja no les pareció un acierto y les prohibieron verse. Después de que Power la dejara por Lana Turner, Judy, con apenas 18 años, conoció al director de orquesta David Rose, con el que se casó en 1941 y del que se separó tres años después y tras sufrir un aborto espontáneo.
Judy ya no era una niña. La actriz se sometió a un cambio de imagen para resultar más adulta y atractiva, pese a que ella seguía sin gustarle lo que veía en el espejo. Fue entonces cuando fue elegida para protagonizar Cita en San Luis, dirigido por un jovencísimo Vicente Minnelli, que había debutado un año antes con un largometraje modesto con escasa repercusión. El musical basado en la obra homónima de Sally Benson resultó ser un éxito para ambos y el inicio de una relación amorosa, que terminó en boda pocos meses después.
Matrimonio frustrado e intento de suicidio
Poco después del nacimiento de la primera hija para ambos, Liza Minnelli, llegó uno de los periodos más oscuros de ‘la Garland’. Fue internada en una clínica privada tras sufrir una crisis nerviosa y tras la finalización del rodaje de The Pirate trató de quitarse la vida. Aseguran que se debió al shock que le ocasionó ver a su esposo en la cama con uno de sus asistentes. Aquel traumático descubrimiento de la homosexualidad del padre de su hija no hizo más que agudizar sus problemas emocionales, que fueron un escollo en sus compromisos profesionales. Agotada y sola, no se vio con fuerzas para completar sus proyectos y Arthur Freed, ejecutivo de MGM, decidió suspenderla.
El equilibrio contenido con Sidney
Tras el divorcio con Minnelli en 1951 llegó a su vida un empresario californiano, que había dado sus primeros pasos en el mundo del espectáculo como asesor de Eleanor Powell. La musa parecía haber encontrado a su media naranja, que, además, se convirtió en su representante, su protector y con el que hizo un tándem perfecto, que le procuró uno de sus momentos de mayor gloria. Luft fue el responsable de un tour europeo alabado por la crítica y también ejerció de productor de Ha nacido una estrella, cinta con la que Garland regresó por la puerta grande al cine. Junto a Sid compartió también su gloria en Las Vegas, en el Carnegie Hall y en la pequeña pantalla.
Su tercer intento de felicidad se diluyó en 1965 y tras 13 años de matrimonio. Empezó entonces una ardúa batalla entre ambos por la custodia de sus hijos, Lorna y Joseph, y la caída en picado del mito, que volvió a casarse en otras dos ocasiones: Mark Herron, un atractivo actor de Tennessee del que se separó cinco meses después y al que acusó de malos tratos, y el músico Mickey Deans, el músico que encontró a la diva muerta de sobredosis de barbitúricos tres meses después de su boda
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