Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Nadie en el mundo más afortunado que Víctor Orta
JESÚS Hermida Pineda, ese joven que cargado de ilusión marchó de Huelva en los años sesenta para encontrar nuevos rumbos y que en 1969 fue el primero en contarnos la llegada del hombre a la luna, se nos ha ido casi sin avisar.
Setenta y siete años de vida cargados de sentimientos por la tierra de Huelva que le vio nacer y marcados por una trayectoria profesional irrepetible en la que el periodismo fue siempre su esencia y razón de ser.
Maestro, ejemplo para cientos de profesionales a los que ayudó a crecer en una profesión y un medio como la televisión, que entendía como nadie, siempre presumió de ser de Huelva. Allá donde fue, siempre tuvo palabras de cariño para su tierra, ésta en la que se crió, en la que iba al colegio y al instituto con sus amigos; ésta en la que muchas tardes corría al puerto a ver llegar el barco en el que regresaba su padre, y que le dio la fuerza para que dedicase su vida a cumplir con su verdadera vocación.
"Hablar, decir cosas a la gente, es todo mi ser", dijo en el año 2011 en una memorable lección de periodismo que nos regaló a todos en el acto conmemorativo del centenario de la Asociación de la Prensa de Huelva con la que, desde entonces, mantuvo una excelente y muy cercana relación.
Bastantes veces tuve oportunidad de hablar con él. La última no hace muchas semanas. Siempre le encantaba saber de Huelva, sentirla cerca, conocer qué hacíamos en las calles que él recorría en su juventud.
En estos años, he tenido el privilegio de conocer a un Jesús Hermida entrañable, afectuoso, agradecido, sincero y muy humano. Es difícil escribir de una persona como él pocos minutos después de haber sabido brutalmente, como suelen llegar estas noticias, que había muerto. No puedo hacerme a la idea de que no podré hacer realidad algunas de las ilusiones que compartíamos sobre el periodismo y Huelva. Estas navidades pidió que le diésemos de alta como socio de la Asociación de la Prensa. Esa fue su respuesta a la decisión de la Asamblea de la Asociación de nombrarlo presidente de honor. Jesús Hermida no era un hombre de honores, era un hombre de amores, de afectos sinceros con quienes se los muestran sinceramente.
Se va sin que Huelva le haya mostrado suficientemente el respeto, la admiración y el cariño que mucho le tenemos por aquí. Se va sin que siga siendo un proyecto dotar a Huelva de un Museo de la Comunicación en el que él estaba dispuesto a colaborar y a permitir que su huella y obra periodística estuviese presente en sus salas.
No es justo que un hombre como él se vaya tan pronto y tan rápidamente. Teníamos muchas cosas que compartir. No hay derecho. A muchos nos deja huérfanos de su ejemplo, de su modestia. Él contaba que cada vez que aparecía ante la pantalla del televisor creía que veía a sus espectadores, y a todos les hablaba personal y directamente.
Podía en estas líneas hacer una lista de sus muchos méritos y hechos profesionales. Eso lo dejo para las biografías que seguro se publicarán en estos días.
Aquí solo quiero mostrar mucho pesar por su muerte y no me consuelan para nada sus palabras: "Partir es morir un poco… Volver es un poco nacer". Yo estaba con él en eso de que tenía que volver a Huelva para un poco nacer y me he quedado con las ganas, como también se me ha quedado pendiente el sueño compartido de que viese que el periodismo volviese a recuperar su propia esencia y abandonase esa deriva que hace años le llevó a alejarse de él porque no le gustaba el periodismo que se estaba practicando.
Yo también me pregunto por qué son las cosas como son, pero con mucho dolor tengo que verme forzado a asumir que Jesús Hermida, el maestro de periodistas, el amigo sincero y afectivo, el hombre que nunca borró Huelva de su corazón, ya no está con nosotros.
Ahora nos queda conservar su herencia y pagar las muchas deudas que aún tenemos con él.
En Huelva dijo su primera palabra ante un medio de comunicación. Fue en Radio Nacional y esta palabra era "resurgir". Con ella comenzó todo. Me imagino que allá donde esté estará tratando de contar a alguien ese cuento de Milton sobre el firmamento, que de vez en cuando le gustaba narrar.
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