Fly me to the Moon
Fallece el periodista onubense Jesús Hermida a los 77 años, una de las figuras fundamentales en la historia de TVE y Antena 3.
Jesús Hermida era la televisión cuando todo estaba muy lejos. Y Estados Unidos aún más. En la Luna, como poco. Nuestro satélite, en el silencio de los cráteres, siempre llevará la voz entusiasmada de este onubense que fue relatando las evoluciones de Armstrong sobre la arena. Aquello fue a las tantas del 20 de julio de 1969, a las 04.30, cuando la tele de todos los días cerraba poco antes de la medianoche. Sería injusto recordarle sólo por eso. Unos meses antes había sido nombrado corresponsal en Nueva York, donde de inmediato llamó la atención de los imitadores, con su flequillos y sus sílabas columpiadas. Durante diez años saludó desde el corazón del mundo, fichado cuando Adolfo Suárez era director de TVE. Hasta entonces había destacado en sus reportajes en La Actualidad Española o el periódico Pueblo, cantera de reporterismo fresco en aquellos años 60 de blanco y negro. Aquel estudiante de Filosofía y Letras nacido en la familia de un pescador en San Juan del Puerto en 1937, que por Ayamonte y Huelva oteaba barcos que soñaba que llegaban desde América, fallecía anoche en Madrid a los 77 años. Estaba casado en segundas nupcias y tenía tres hijos. Ha sido el nombre más admirado del periodismo televisivo, aunque no brillara en sus últimas apariciones. Junto a Ibáñez Serrador, Pilar Miró, los Aragón o Mercero forma parte de un selecto olimpo que construyó los pilares sobre los que se asienta la televisión (de prestigio) en España.
Jesús, precursor de casi de todo en la TV en España, también fue el pionero en animar las mañanas, allá por 1987, y Por la mañana está entre los más idílicos recuerdos de los espectadores ochenteros. Si no estrenó la programación matinal en TVE fue por cuestión de incompatibilidades. La década en color le había pillado con la mente puesta en la televisión privada y, mientras, aupaba Antena 3 Radio, donde dio las buenas noches en La hora cero y después las mañanas en Viva la gente. Por allí andaban Santiago Amón, Luis Ángel de la Viuda o una tal Ana Rosa Quintana, compañeros de los años duros en la televisión pública, y por allí amamantó a quienes serían rostros televisivos muy populares: Consuelo Berlanga, Nieves Herrero... Ellas fueron junto a Irma Soriano o Concha Galán las "chicas Hermida": sonrientes, jóvenes y sobradamente preparadas (o eso parecía, aunque el tiempo les pasó como un rodillo sobre sus esbeltas nucas). Eran horas y horas de compañía, donde fue redescubierto un grande como el reportero Javier Basilio, narrador aquí de culebrones (Los ricos también lloran) y convertido a lo don Cicuta en los concursos junto a una pipiola Miriam Díaz Aroca. A Teresa Campos esta irrupción matinal del onubense la encontró talludita, con años de mili en la radio, y por eso llegó hasta enfrentarse en una Navidad sin vacaciones en el plató. Pero sería Campos, "Campos de España", como le decía Curro Castillo (otro fugaz descubrimiento), la más lista de la clase, la que le relevó en la tarde cuando Hermida pasó en 1989 a conducir A mi manera, donde aparecieron Terelu Campos o Mariló Montero. Campos, ya sabemos, fue la estrella matinal de los 90 y en los primeros años del nuevo siglo.
Siempre afectado, deslizándose en las consonantes para disimular algún deje marcado de su origen onubense, prácticamente alunizó en una España muy atrasada en lo televisivo en 1978. Su primera aportación postamericana fueron unas entrevistas en profundidad, De cerca, un A fondo con Hermida tumbado con el índice junto a la sien, su pose más carismática. En la primavera del 1981, con Gabilondo de director de Informativos, dio la vuelta al Telediario de la sobremesa para crear un contenedor de actualidad, Crónica 3, al modo de los magacines estadounidenses. Y también, por las noches, cuando nadie conocía el término prime time, creó Su turno, el primer debate encendido, con ciertas provocaciones y algo troquelado. Y algo debía cambiar la televisión en España. El cambio socialista paró las cadenas privadas que debían llegar y Hermida acompañó a Manuel Martín Ferrand a su cuartel de invierno radiofónico. Si volvió a TVE fue porque se lo pidió su buena amiga Pilar Miró.
Pero las cosas terminaron de agriarse en Prado del Rey para el onubense, que dijo adiós cuando pasó a la edición nocturna del Telediario en el verano del 90, ya con las privadas enfrente. Con Ferrand pasó a ocupar las tardes dominicales de Antena 3 y con la entrada de Banesto, el Grupo Zeta y Campo Vidal se convirtió en director de esta privada que iba a regañadientes. Su etapa es la de Emilio Aragón, Mercedes Milá, Alfonso Arús o la expansión de Farmacia de guardia. Hermida amplió su formato de tertulia, La hora H, a un foro casi parlamentario cuando la televisión aún se escuchaba.
Tan precursor siempre, fue cediendo por nuevos conceptos y nombres en la televisión. En 2004 pasó a los informativos de Castilla La Mancha TV; y en el medio siglo de la cadena pública nos regaló su presencia con La tele de tu vida. Desencantado con el tratamiento que recibía su labor en los últimos años, pese al premio Nacional de Televisión en 2012, nadie puede dudar de su enorme capacidad para renovar como pocos el cristal de casa.
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