Feijóo se mete en el jardín de Pedro Sánchez
Cara a cara
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La pantalla gigante del cara a cara de Atresmedia tomaba aspecto de fachada de la Moncloa. Un chalet de apariencia primaveral lleno de hiedras enmarañadas, símbolo de la política española por sí mismo. A una milla de distancia el palacete presidencial parece acogedor, de cerca es una peligrosa jaula de grillos.
Y a su sombra, en esa ilusión óptica, debatía este lunes el presidente Pedro Sánchez, vestido de dirigente experto en estas lides, terno sobrio, frente al aspirante Alberto Nüñez Feijóo, ataviado como funcionario número 1, camisa celeste de aquellas que le gustaban a Adolfo Suárez. Y corbata azul, verano azul. Sánchez recurría entre el amuleto y la telegenia a la corbata púrpura. Ay, la púrpura presidencial y sus obligaciones.
En este encontronazo en el jardín de la Moncloa a Sánchez le ha costado convencer de las bondades de su gestión, y la complicación de su contexto. Feijóo, que se sentó con tiempo en la silla, llegaba enchufado en su papel. No iba a dar tregua sobre logros y justificaciones. Ni en la economía. Hubiera hecho falta un VAR para comprobar cuál de los dos tenía los datos buenos, o al menos menos engañosos. Por su reciente historial de 'rectificaciones' el del PSOE arrojaba más dudas y ahí el del PP jugaba con ventaja.
De hecho Feijóo ha aprovechado su ventaja frente a un presidente cautivo de sus satélites y deudor de sus propias declaraciones. La baza más efectiva de Sánchez era sacar el nombre de Vox. Si el diálogo se enmarañaba como la hiedra monclovita Feijóo ganaba por insistencia. Para haberse labrado una imagen calmada el gallego ha sabido sacar sus recursos dialécticos para tropezar los argumentos. Entre interrupciones los mensajes quedan menos claros y en ese empate a palabras amontonadas uno contra otro Feijóo evitaba que los indecisos cayeran en el lado socialista.
Ana Pastor, con aspecto de Ana Blanco, y Vicente Vallés han estado al margen de la mesa (blanca, tirando a fea, con sillas de oficina), como bien escenificaban y en su intención de dejar pugnar a los contendientes pareció por momentos que optaban por la pasividad. El objetivo era delimitar tiempos temáticos dejando a los candidatos en el ring del plató, por momentos frío que no venía mal tratándose de estas fechas de bochorno. De bochorno en todos los aspectos. No hubo tiki taka y sí patadas a las espinillas. La hiedra de la política española de todos estos años.
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