Explota nuestro corazón con Raffaella Carrá
Obituario
La primera vez que vino a España fue en 1964 con una película de Frank Sinatra. Once años después era la musa de la transición con sus veraniegas canciones optimistas y aperturistas
Ha fallecido este lunes de manera inesperada al no revelarse que padecía una grave enfermedad y nos deja con sensación de tristeza y nostalgia
La primera vez que detectamos a Raffaella Carrá por España fue en el Caminito del Rey, donde se rodaba El coronel von Ryan. Era el verano del 64, Sinatra se había peleado a puñetazos con un periodista madrileño en Marbella y había protestado contra Franco. El cantante, que ya había tenido sus contratiempos con su esposa Ava Gardner, que abrasaba las noches madrileñas, se había convertido en una incómoda presencia mientras hacía de un militar alemán que daba pie a equívocos en ese rodaje de calor por la serranía malagueña.
En esa película también intervenía la estrella de la televisión italiana, una boloñesa, Rafaella Pelloni, que llevaba el nombre artístico de Raffaella Carrá. Era un prodigio artístico. También anatómico y Sinatra quería convertir a esa medio paisana, amor de verano, en la nueva musa de Hollywood. Raffaella aseguró que La Voz se llevó calabazas y ella acabó muchos años después en La Voz de Italia, descubriendo a otros paisanos prodigiosos.
La italiana, la perfecta pareja de Lelio Luttazzi, el Ed Sullivan transalpino, fue tentada por la Fox, pero se vino de Estados Unidos ansiosa por volver a casa. Y en Italia siguió y en España la descubrimos, cantando y bailando once años después, en 1975. Franco se estaba muriendo, TVE aparentaba una felicidad y un aperturismo que no tenía nada que ver con lo que dictaban desde El Pardo. Raffaella, cadera arriba, formó un nuevo eje hispano-italiano por el que nos prometían veranos de rumba y un puñado de canciones para tararear siempre que el ánimo se viniera abajo.
En 1977, cuando los programas de TVE ya se hacían en riguroso directo, no salía de su asombro cuando varios paisanos emulaban a Sinatra y se liaban a puñetazos ante José María Íñigo en Esta noche... fiesta por una canción que, efectivamente, se llamaba así: Fiesta. A un espectador muy tradicional le fastidió que los bailarines se travistieran de folclóricas. La fiesta no había hecho más que empezar.
Cuando este lunes se anunciaba la muerte de Raffaella Carrá todos nos sentimos tristes y nostálgicos por el fallecimiento de una mujer que indiscutiblemente nos hizo divertir a todos. Sus canciones siguen sonando intactas y animosas, y nuestra memoria evoca su esfuerzo por brindar un entretenimiento de calidad y programas para disfrutar con toda la familia.
En ¡Hola Raffaella! (versión del italiano Pronto Raffaella?), a principios de los 90, toda España estaba pendiente del teléfono, no fuera a llamar al azar la presentadora del acento resbaladizo y entregarnos un premio millonario.
“Y si fuehra...” proponía en el juego a los famosos en un plató que se convertía en su casa. Estar con la Carrá era invitarla a nuestra casa. Y si fuera una joya, Raffaella sería un diamante: es lo que dijo Julia Otero sobre Lola Flores en aquel programa donde también hipnotizaba Tony Kamo y donde fue fichado Ramón García para ¿Qué apostamos? Con Raffaella y él tomamos las uvas en 1998. No fueron más porque los compromisos italianos eran más fuertes pero agradecemos a esta italiana que fuera la anfitriona de la gala del 60º aniversario de TVE en 2016.
Ocho años después aún no se explicaba cómo en su gala eurovisiva, en 2008, había sido elegido Rodolfo Chikilicuatre, con Uribarri cabreado, negando con el dedo. Raffaella es nuestra memoria. Siempre está unida a la diversión.
Su pareja, Sergio Iapino, anunciaba este lunes con dolor esta pérdida de todos. “Raffaella nos ha dejado. Se ha ido a un mundo mejor, donde su humanidad, su inconfundible risa y su extraordinario talento brillarán para siempre”. Si usted no llora al leer este mensaje es que nunca vio a Raffaella en un escenario. En El Puerto de Santa María, en 1981, hizo de telonero de ella un maromo que traía locas a las niñas jerezanas de Valdelagrana, un tal Bertín Osborne.
Raffaella se nos murió este lunes a las 16.20 y llevaba años muriéndose por una grave enfermedad, pero no quiso nunca comentarlo para no entristecer a sus fans de aquí y de por allá, porque ella también es un ídolo en toda América, donde a veces le censuraban las letras como la de “búscate a otro más bueno”.
Si hubo alguien que propugnaba la libertad era esta chica criada entre el bar de su padre y la heladería de su madre. Era una danzarina prodigio y siempre estuvo aprendiendo. Debutó en el cine con 9 añitos. Su última aparición para el público español fue en Explota, Explota, la película de Nacho Álvarez que condensa sus canciones de amores, desamores,² reencuentros y un chico como Lucas, al que le vimos intimando con un amigo. Hay que verla hoy.
Raffaella decía que para hacer bien el amor había que venir al Sur y tal vez tenía toda la razón. No le dio tiempo a criar a sus hijos pero sus programas de adopciones solidarias sumó cientos de miles de socios. Su último disco es de 2018, un trabajo de canciones navideñas que fue su despedida tras anunciar en 2016 que dejaba los platós.
En uno de ellos, en el Estudio 1 de Prado del Rey, Raffaella Maria Roberta se apareció en 1975 con varias de sus canciones (Felicita ta ta, Rumore) para el programa Señoras y Señores realizado por Valerio Lazarov y con el ballet Zoom descoyuntándose a su favor. Fue tal el impacto en la audiencia de los sábados que esos temas empezaron a sonar en la radio de un verano donde se barruntaba que todo cambiaría algún día. Franco ya estaba archivado y se buscaba quien empujara la reforma cuando Raffaella reapareció en TVE, en marzo del 76, con su programa propio La hora de.. Y como realmente se desenvolvía muy bien en castellano, tan bien como con las coreografías de don Lurio, la italiana se convirtió en española de adopción, como si fuera un futbolista paraguayo.
Icono del colectivo LGTB en todos los países donde dejó sus temas veraniegos y desinhibidos su nombre siempre quedará unido a la felicidad en acordes. Su cabellera rubia es un símbolo en sí y sus juveniles pantalones de campana nos dibujan una artista completa que se confirmó en los 90 como presentadora natural y desenfadada.
Tras Hola Raffaella, en 1993 pasó a la franja diaria en La 1 con A las 8 con Rafaella, pero la competencia entre cadenas impidió aquel apogeo nocturno. Repitió en Telecinco, cuando la cadena de Berlusconi revisaba su modelo en España en 1995 con un blanquísimo En casa con Rafaella, pero tampoco se quedó convencida con unos datos de audiencia que ahora sería estratosféricos.
Por poner alguna proeza más de esta chica de Bolonia en televisión, su especial musical para la RAI grabado en la URSS en 1981. Eso sí que fue derribar el Telón de Acero: Rafaella bailando ante los muros del Kremlin. Rompedora, aperturista. Era simpática y buena persona. Todo esto ya lo podíamos haber dicho hace una semana sin arrepentirnos. Nos explota el corazón. Lástima que ahora lo comentemos cuando toda Italia llora por su artista más vertiginosa.
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