España y el Mundial 1982: Naranjito invertebrado
Crónicas de hace 40 años
El vídeo VHS era la mayor competencia que tenía hace 40 años TVE
En una TVE única con pocas horas sólo se emitían en directo dos partidos de los tres o cuatro de cada jornada
Hablamos de una España con la Policía Nacional de marrón y que tenía una Constitución tan mona que apenas tenía tres años y medio. Pocos meses antes se salvó de un golpe de Estado y cuando el Rey anunció la apertura en el Nou Camp de Barcelona (su sucesor, lamentablemente, no podría decir ahora dos palabras seguidas sin oír silbidos en ese estadio), con el Argentina-Bélgica inaugural, la democracia española podía darse como confirmada ante el resto de naciones de su órbita occidental.
El Mundial 82, “que todos los países vienen a jugar” según cantaba Plácido Domingo, era la esperada fiesta con la que la España invertebrada y TVE se vestían en puesta de largo en la modernidad. Aún quedaba mucho por modernizar (para eso estaba pedido el ingreso en la entonces CEE) y en TVE aún existían todas las bisagras y corsés de los años en blanco y negro. El público no lo notaba demasiado. Por mucho que se criticara, lo que existía eran sólo los dos menudos canales públicos que en conjunto apenas sumaban quince horas de emisión diaria.
En aquel verano del 82 cuando en la Primera se cerraba a las cuatro y media de la tarde los niños tenían permiso para hacer lo que les diera la gana.
La principal competencia que tenía por entonces TVE era el vídeo: el VHS, el Betamax o el 2000 (por entonces la cifra más futurista en el imaginario), tres sistemas de cintas, pero finalmente tan sólo sobrevivió el primero. El canal privado de las casas era el videoclub del barrio (había varios por barrio), antes del vídeo comunitario, y lo más codiciado era ahorrar más de veinte mil duros (al cambio de hoy serían unos 4.000 euros) para comprar el vídeo y así grabar lo que había y ver las películas de Esteso, Pajares y Alfredo Landa.
El vídeo era el invento para conservar en lata los partidos del Mundial y es lo que proponían las tiendas de electrodomésticos.
En los anuncios también aparecían pioneros televisores con mando a distancia, “para saltar de un estadio a otro”, pero, tranquilos, que había tiempo de sobra. TVE programaba sólo dos encuentros de los tres o cuatro de cada día. Ni siquiera se había inventado la ventanita inferior. Así que, por ejemplo, el día que Escocia goleaba a Nueva Zelanda en La Rosaleda el público se estaba perdiendo el 10-1 de Hungría a El Salvador.
Por la Segunda Cadena se ofrecía el partido de las cuatro de la tarde (con concierto para enlazar con la corta programación habitual) y en la Primera el otro, a las nueve. Tras el Telediario de las tres de la tarde se ofrecía un resumen y tras el partido de la noche, un análisis más amplio. Pero no se imaginen chiringuitos, ni ronceros, ni nada parecido: las mejores jugadas, alguna entrevista y poco más. Pero Alfonso Azuara se llevó al set del Bernabéu al seleccionador Santamaría y a varios jugadores en la eliminación ante Alemania y les cayó la del pulpo.
Los españoles soñaban, sugestionados, con que se iba a ganar el Mundial, pero bastaron los primeros minutos ante Honduras para saber que iba a ser un sufrido camino. Y frustrante del todo porque nunca se remontó. Hasta la única victoria, ante ese país polvorín que era Yugoslavia, se logró con descarada ayuda arbitral. Tanta preparación de años para tan poco bagaje.
En lo deportivo, y por tanto en lo televisivo, el Mundial lo salvaron el grupo de la muerte Argentina-Brasil y la postrera campeona, la Italia de Rossi,o la grandiosa semifinal del Pizjuán entre Alemania (Occidental) y Francia.
Naranjito, pese a todo, se quedó en la memoria como icono invertebrado de la España de otro tiempo. Tal vez, el nuestro.
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