Odio, mentiras y acoso: el pozo tóxico de X
La decisión de medios y figuras públicas de abandonar la plataforma de Elon Musk, especialmente tras la victoria de Donald Trump, abre un debate sobre la falta de control de los contenidos abusivos.
Bluesky, la red social para los que huyen de X: qué es, cómo funciona y cómo apuntarse
El debate sobre la salubridad de las redes sociales no es nuevo y ha sido objeto de diversas demandas por sus perjuicios especialmente para niños y adolescentes.
En la UE, normativas como el Reglamento General de Protección de Datos o la Ley de Servicios Digitales, entre otras, han permitido abrir investigaciones contra las tecnológicas que, en algunos casos, han desembocado en rectificaciones y cambios que han reforzado la protección de los usuarios.
En estas últimas semanas ese debate sobre la toxicidad de las redes sociales ha saltado desde los medios especializados a los generalistas. Casi todos esos titulares tienen como protagonista a X (antes Twitter) y su propietario, Elon Musk.
Desde que decidió apoyar a Donald Trump en la reciente campaña electoral en EEUU, la huida de usuarios de X ha sido constante y se hizo masiva cuando el republicano ganó y anunció que el (otro) magnate estaría en su Gobierno.
Los que se marchan no son solo particulares, personalidades del nivel de Stephen King, Jamie Lee Curtis, Guillermo del Toro o Barbra Streisand (por citar los casos más recientes) o legiones en torno a iconos como Taylor Swift (los conocidos como swifties, que han escapado en masa). También medios de comunicación.
Los medios dicen adiós a X
Uno de los primeros fue la radio pública estadounidense, NPR, y, en los últimos días, The Guardian y La Vanguardia han anunciado que abandonan la antes conocida como Twitter aludiendo a su creciente toxicidad y el predominante ambiente hostil.
El diario británico argumentó que el espacio en X se ha vuelto insostenible para sus estándares editoriales por el incremento de comportamientos abusivos, discursos de odio y desinformación, lo que impide mantener un diálogo constructivo y seguro para los usuarios y afecta al medio como promotor de información veraz y de calidad.
La Vanguardia empleó una justificación similar y añadía el impacto limitado de su presencia en X en términos de conexión con los lectores (el tráfico directo que llega a los medios desde las redes sociales es cada vez menor).
Estos días también se ha publicado en Nature un estudio que, con datos de nueve países, entre ellos España, constata que X es un espacio abonado para el abuso político en el que se acosa, como enemigo, al que piensa diferente.
La llegada de Elon Musk
Sería tentador culpar de los resultados de esta investigación a Elon Musk, pero los datos que sirvieron de base se recopilaron en septiembre de 2022, antes de que el multimillonario se hiciese con Twitter. ¿Qué ha pasado desde entonces? Los expertos intuyen que, tras los cambios en la moderación de contenidos implementados por el sudafricano, la realidad podría ser ahora peor. No pueden comprobarlo porque otro de los cambios fue dejar de ofrecer datos a los investigadores.
Cuando Elon Musk adquirió Twitter en octubre de 2022 y lo transformó en X, remodeló por completo la compañía. De entrada, despidió a gran parte del equipo de moderación, disolvió el Consejo de confianza y seguridad y restableció cuentas suspendidas por la anterior dirección, como la de Donald Trump.
Todo ello ha servido para que se multipliquen, sin control y sin freno, los contenidos ofensivos, discriminatorios o de odio, además de oleadas de desinformación que en temas sensibles como la salud o la crisis climática pueden costar vidas.
La pandemia dejó numerosos ejemplos de ello, pero la reciente DANA, que nos ha mostrado lo mejor de la sociedad en términos de solidaridad, también nos ha enseñado lo peor: mentiras, polarización, campañas urgiendo a no donar, por ejemplo, a Cruz Roja...
Polarización
Cualquiera que haya abierto X estas semanas lo habrá podido comprobar e, incluso, alinearse con uno u otro bando. Porque en eso se ha convertido todo, en bandos inmutables.
Antes se hablaba de las cámaras de eco o burbujas que propiciaban las redes sociales, donde los usuarios se rodeaban de espíritus afines que reforzasen sus opiniones y les mantenían a salvo de visiones diferentes.
Ahora, gracias también a los algoritmos, que privilegian contenidos polémicos que aumenten el tiempo que los usuarios pasan en la plataforma, las paredes de esas burbujas son de titanio.
Investigaciones en la Unión Europea
Por todo ello (propagación de contenidos violentos, falsos, de odio y falta de moderación y transparencia), Bruselas mantiene abiertas varias investigaciones contra X, que no está colaborando demasiado. Dice estar implementando medidas, a todas luces insuficientes y de las que no aporta pruebas, y ha abandonado el Código de prácticas voluntario contra la Desinformación europeo.
Instituciones como la UE o políticos como por ejemplo el ministro Óscar Puente ya han dicho que seguirán en X porque no deja de ser una forma más de comunicar información a los ciudadanos. Para los medios, la solución no es tan sencilla.
Si se quedan, pueden ser percibidos como cómplices de esa cultura tóxica. Si se van, dejan aún más espacio para que los trolls campen a sus anchas.
¿Qué deben hacer los medios?
Entre los motivos para quedarse, el más evidente es que X es un canal importante para la difusión de noticias y para llegar a audiencias específicas (incluyendo líderes de opinión, periodistas y políticos) y que continúa siendo un espacio clave para la discusión de temas de actualidad (otra cosa es la calidad de esa discusión).
Hay otra razón, quizás no tan obvia pero puede que más importante: si los medios (también los ciudadanos en general) que promueven información fiable y moderada abandonan la plataforma, se apagarán las voces que puedan contrarrestar la toxicidad.
¿Qué hacer entonces? Irse del todo puede que no sea lo mejor y los expertos abogan por soluciones intermedias, como reducir la actividad en X (reduciendo la interacción a lo esencial), trasladar el diálogo con sus audiencias a comunidades propias en otras plataformas o en sus propios sitios web o, y esto es lo más difícil, invertir en educación digital para combatir la desinformación y las dinámicas tóxicas.
El tráfico que llega desde las redes sociales
Un punto que deja claro que los medios deben repensar sus estrategias en redes sociales y los esfuerzos que a ellas dedican es que, en los últimos años, las visitas que los sitios web reciben desde estos servicios ha ido cayendo.
Las variables que influyen en ello son múltiples, pero la clave está en la reformulación de sus algoritmos para retener a los usuarios en sus plataformas el mayor tiempo posible (para exponerlos a la publicidad) en lugar de enviarlos a otros sitios (los de los medios).
Ello conduce a priorizar virales, vídeos y otros elementos que puedan ser consumidos ahí mismo y a técnicas (como los scroll infinitos) que aumenten esa retención.
Pero los vídeos graciosos o simpáticos no son lo único a lo que recurren. Nada como una buena polémica, enfrentamiento o polarización para enganchar a la audiencia. Algo que saben muy bien los medios de comunicación tradicionales, en cualquier soporte, y que las redes sociales han convertido en un arte.
Volviendo al tráfico directo que llega a las webs de los medios desde estas redes, solo en 2023 se desplomó un 27% si hablamos de X, consolidando una tendencia advertida en años anteriores y acelerada desde la llegada de Musk (se combinan problemas técnicos, políticas de monetización y preocupaciones sobre la moderación de contenido, dinámicas que han reducido la visibilidad de los contenidos y la actividad de los usuarios en la plataforma).
A todo ello ha contribuido además el nacimiento de Threads (Meta) en 2023 y la implementación de canales específicos para contenido periodístico en Instagram y WhatsApp que han incrementado su relevancia para los medios.
Unos medios que están apostando también hacia opciones más rentables en términos de audiencia y monetización de sus contenidos como Tik Tok, YouTube o herramientas propias como boletines (newsletters), podcasts y vídeos.
Cómo ha cambiado X en la era Elon Musk
La lista de cambios que ha llevado a cabo Elon Musk en lo que una vez fue Twitter daría para un artículo casi tan largo como este. Y van mucho más allá que el simple cambio de nombre. Lo ha puesto todo patas arriba, desde la gestión operativa al modelo de negocio.
Su apuesta por la “verdadera libertad de expresión” condujo a la ya mencionada propagación de todo tipo de barbaridades, lo que espantó a muchos grandes anunciantes e hizo desplomarse las cuentas de la compañía. Como decidió sacarla de la Bolsa, sus números no son públicos, aunque las estimaciones apuntan a que vale menos de la mitad de los más de 40.000 millones que pagó por ella.
Para mitigar la debacle, X ha reformulado su estrategia publicitaria, multiplicando los anuncios que muestra a los usuarios y firmando colaboraciones con empresas y creadores para desarrollar contenido original para la plataforma.
El futuro de X
En el corto y medio plazo, Musk pretende seguir dirigiendo la red social hacia esa app para todo (al estilo del WeChat chino) con la que sueña, con elementos como una plataforma de pagos entre particulares (similar a PayPal, que fundó) y servicios financieros.
Y no nos olvidemos de la inteligencia artificial, un elemento omnipresente y que el magnate está integrando de forma masiva en X, sirviéndose de datos, publicaciones e interacciones de usuarios (hasta ahora podían, aunque no era sencillo, negarse a ello; en la próxima actualización de los términos de servicio desaparecerá esa posibilidad).
Estos cambios en la gestión de los datos de los usuarios y su política de privacidad son otros de los asuntos que han causado revuelo. X ya recopila datos personales, preferencias laborales, historial educativo y actividad de búsqueda de empleo. Y seguirá añadiendo datos a esa lista, porque los necesita para entrenar su IA y para ganar dinero.
Precisamente las nuevas políticas de privacidad son otro de los puntos donde Bruselas ha puesto la lupa, por posibles violaciones del Reglamento General de Protección de Datos europeo, mucho más proteccionista con los ciudadanos que el de otras partes del mundo.
Las alternativas
Quienes decidan mudarse y decir adiós al imperio Musk, tienen a su disposición numerosas opciones. Si buscan servicios que se parezcan, al menos en lo que se refiere a la experiencia de uso (y que no requieren por tanto de una elevada curva de aprendizaje), pueden probar el Threads de Meta (cuyo tráfico crecía conforme se desplomaba el de X), Mastodon o la que podría erigirse como verdadera heredera de la antigua Twitter: Bluesky.
Esta red social, que nació dentro de Twitter en 2019 de la mano de su cofundador Jack Dorsey, proponía un modelo descentralizado que otorgase más poder a los usuarios sobre sus propios datos y contenidos y que no estuviera controlado por ninguna empresa. Desde su emancipación, ha ido incrementando sus funcionalidades y sus posibilidades como un espacio más seguro para quienes huyen de todo eso que es X.
Este último año ha subido exponencialmente su número de usuarios. Desde la alianza Trump-Musk suma más de un millón de nuevos registros al día y cada jornada bate su propio récord.