La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
privacidad
Que Google nos espía no es noticia, pero que lo admitan tan abiertamente sí. La compañía californiana reconoció el jueves que escucha el 0,2% de las conversaciones que los usuarios mantienen con su asistente virtual.
Una cifra que se antoja escasa, a poco que se recuerden casos como los desvelados por Edward Snowden o investigaciones sobre lo solícitos que se muestran gigantes como Facebook, Amazon, Apple, Microsoft o la propia Google cuando el Gobierno de Estados Unidos les pide información sobre sus usuarios.
La revelación de Google no llega inspirada por un ataque de transparencia, sino de despecho. La televisión belga VRT NWS emitió un reportaje que desvelaba que la firma graba, escucha y almacena interacciones de los usuarios con teléfonos móviles con Android (y con otros sistemas operativos con el asistente instalado) y dispositivos como los Google Home y que dichas interacciones son enviadas a expertos para, en teoría, "mejorar la comprensión del asistente de los distintos acentos" que los clientes despliegan después de activar el conocido "Hey, Google" o sus variantes ("ok, Google", en español).
Tras la emisión del espacio, el responsable de producto de búsquedas de la empresa de Mountain View, David Monsees, publicó un artículo en el blog de Google en el que explica que "colaboran con expertos lingüistas de todo el mundo para entender los acentos y matices de lenguas concretas. Estos expertos revisan y transcriben pequeños lotes de consultas para ayudarnos a entender mejor dichos idiomas".
Y un poco más adelante cuantifica esos "pequeños lotes": dichos expertos, dice, sólo revisan "en torno a un 0,2% de todos los fragmentos de audio, que no están asociados con cuentas de usuario. Los revisores no transcriben conversaciones u otros sonidos, tan sólo fragmentos dirigidos a Google".
A partir de ahí Monsees arremete contra el experto que filtró los datos a la televisión belga e insiste en que empiezan a prestar atención a las conversaciones solo cuando se activan los dispositivos para pedir ayuda al asistente de Google, ya sea verbalmente o físicamente. Y termina recordando que los usuarios pueden controlar en todo momento la información almacenada en su registro de actividad y borrarla si lo desean.
Dejando a un lado que el 0,2% de las conversaciones supone en realidad una cantidad colosal de información, lo mostrado por la belga VRT NWS no resulta tranquilizador: accedieron a alrededor de un millar de grabaciones de individuos anónimos.
Uno de esos expertos de Google fue el que facilitó las grabaciones a la cadena, que fue capaz de identificar en ellas "direcciones postales y otra información delicada" que les permitió ponerse en contacto con las personas cuya voz había sido grabada y confirmar que se trataba de ellos.
Según Google la compañía cuenta con herramientas para evitar las "activaciones falsas", es decir, que el software interprete un sonido erróneamente como la palabra clave para activarse.
Pese a ello, del millar de fragmentos a los que accedió VRT NWS, 153 eran conversaciones en las que nadie dio la orden de activación al asistente virtual, sino que este interpretó erróneamente un sonido. El medio belga aseguró haber escuchado, por ejemplo, conversaciones de alcoba o entre padres y sus hijos, llamadas profesionales, discusiones y escenas tanto de sexo como de violencia.
Como siempre, en Google se escudan en que estas prácticas se encaminan a "mejorar sus productos" para que puedan satisfacer las necesidades de sus usuarios. Y, aunque puede que en parte sea así, lo cierto es que en los términos de servicio del asistente de Google no se dice nada de que empleados de la compañía escuchen conversaciones de sus clientes y mucho menos que se las cedan a terceros.
No es la primera polémica de este tipo en la que se ve envuelta Google, que desde hace años rastrea, analiza y almacena los correos electrónicos que pasan por Gmail, lo que se consulta en su buscador, la ubicación, los trayectos a pie o en coche... La lista sigue y sigue, porque cada vez es un poco más difícil vivir sin Google.
Y, si no es Google, es Facebook (el cofundador de Apple Steve Wozniak recomienda a los usuarios de la red social que borren sus cuentas), Apple, Microsoft o Amazon.
Con todo, los usuarios pueden tomar algunas precauciones, como revisar las configuraciones de privacidad de los distintos servicios para que sepan de ellos tan sólo lo estrictamente necesario y borrar cada cierto tiempo la información que puedan haber almacenado sobre ellos.
Ni que decir tiene que es aconsejable apagar o aparcar este tipo de dispositivos indiscretos y, sobre todo, recordar esta máxima: si no quieres que algo se sepa, no lo pongas en internet.
El pasado abril se supo que Amazon tiene a miles de personas escuchando grabaciones de las interacciones de los usuarios con Alexa, su asistente virtual.
Y es aún peor que lo ocurrido con Google. Hace unos días el vicepresidente de Política Pública de Amazon, Brian Huseman, respondió por carta a varias preguntas sobre seguridad y privacidad en Alexa que le había hecho el senador estadounidense Christopher Coons.
En dicha carta, Huseman admitía abiertamente que sí, que las conversaciones de los usuarios con Alexa se escuchan (no por máquinas o "expertos", sino por personas "normales" a sueldo de Amazon) y que se guardan para siempre, salvo que se pida expresamente su eliminación. Y aun así, la compañía de Jeff Bezos no garantiza que sea posible borrar todos los datos de sus clientes.
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