Turismo de peregrinación: Riotinto, La Esquila y la Virgen del Rosario
Tradiciones centenarias que perviven en el corazón de los riotinteños
Tipos de turismo hay muchos. Rural, gastronómico, de sol y playa, cultural, industrial, deportivo o de peregrinación, por hacer la lista finita. Y es en este último donde nos vamos a detener en la presente ocasión. Concretamente, en Minas de Riotinto, donde la melodía de La Esquila y la devoción por la Virgen del Rosario hacen regresar a casa a cientos de riotinteños y riotinteñas en los albores del otoño.
Pero este peregrinaje es distinto. Especial. Incluso exclusivo. No se visita un lugar en concreto. Es un turismo abstracto, espiritual y manifiesto. Su camino consta de 365 días –unos se antojan más duros que otros-, los que transcurren entre campana y campana. En el horizonte, nueve serenas noches de misterio y pasión que alumbran las calles de idiosincrasia minera.
El placentero sonido de violines, laúdes, bandurrias y guitarras y las portentosas voces masculinas que portan de generación en generación esta tradición centenaria se funden con el dulzor de la manguara en el silencio roto de la madrugada, a la luz y la gloria de un pueblo entregado a su historia.
Un rezo cantado que visita cada esquina descontando los días hasta el Rosario de la Aurora, momento en el que el peregrino llega a su cima. El punto más alto y puro del sentimiento de pertenencia, el clímax del fervor divino y humano, el apogeo de quien siente en sus adentros esta tierra roja. A los pies de la Patrona y Alcaldesa Perpetua y con el corazón en la mano. La magia hecha instante.
No hay que alejarse de Corta Atalaya para extrañar la semana más esperada del calendario. Peregrinar no es sólo visitar un lugar sagrado, también puede significar templar la espera y guardar la calma camino a la medianoche de la ansiada presentación.
Riotinto, La Esquila y la Virgen del Rosario. Bálsamo y consuelo para el corazón.
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