La singularidad del caso de Córdoba
La ciudad califal es una de las cinco ciudades en el mundo con mayor número de Patrimonios Mundiales juntamente con París, Roma, Estambul y Kioto
Hablar de Córdoba es hablar de la Mezquita-Catedral, de la ciudad de las cuatro culturas, de tradiciones, de convivencia y también de flamenco y gastronomía. La ciudad se ha situado en lo más alto de las ciudades Patrimonio Mundial gracias a las cuatro veces que un dictamen de la UNESCO certificó que Córdoba tenía mucho que ofrecer a la humanidad y que esa singularidad bien merecía protegerla y conservarla para que no se perdiera porque sería algo irreparable.
La primera fecha que inicia el camino de la excepcionalidad de Córdoba hay que situarlo en 1973 cuando el alcalde Antonio Alarcón inició el camino a la UNESCO. Tras un proceso largo y tortuoso, la UNESCO incluye finalmente a la Mezquita como Patrimonio Mundial en 1984. Con 23.400 metros cuadrados, es la más grande del mundo en superficie, alcanzada posteriormente por la Mezquita Azul de Estambul. El conjunto monumental en sí mismo impresiona pues resume a la perfección los estilos arquitectónicos que se han sucedido a lo largo de la historia de su construcción y la huella que las distintas civilizaciones han dejado en sus piedras.
Habría que esperar diez años para que el Comité de la Unesco acordara la ampliación de la declaración de Patrimonio de la Humanidad incluyendo a todo el conjunto urbano que la rodea, es decir al Centro Histórico de Córdoba (el segundo más grande de Europa), con una gran riqueza monumental que conserva grandes vestigios de la época romana, árabe y cristiana. La solicitud de incluir el casco histórico vino motivada para lograr ayuda para la rehabilitación en la zona ya que se había quedado fuera de un programa creado por el Ministerio de Obras Públicas para la rehabilitación de edificios históricos.
La zona, limitada con la antigua muralla, no es un decorado sin vida sino que en él residen vecinos sencillos que han visto como su día a día se ha ido enriqueciendo con una mayor presencia de turistas que se dejan llevar por las callejuelas que lo rodean. Plazas, patios, pequeñas calles, mansiones y monumentos se abren al visitante como un tesoro por descubrir, constituido por dos partes físicamente diferenciadas, como son la Villa o antigua Medina musulmana, al oeste, y la Axerquía o barrio oriental.
Aquel año, en el marco de la celebración de los 10 años del nombramiento de la Mezquita como Patrimonio Mundial, el que fuera su alcalde, José María Nieto afirmaba que “es el reconocimiento a la inmensa fortuna de poseer, a la altura de la mirada y de la cotidianeidad, la belleza concentrada en esta ciudad”.
El perímetro reconocido por la UNESCO pasa por la Ribera, dobla por el Alcázar viejo, sube hasta Lope de Hoces por la antigua muralla, corta por Blanco Belmonte, Juan Valera y Santa Victoria hasta abrigar Ambrosio de Morales y la calle San Fernando, donde estuvo la Feria. En total 816 metros cuadrados, incluyendo la superficie del río, que jalona el Puente Romano, la Calahorra y los molinos. Dentro de la zona se encuentra, además de la Mezquita, edificios como el Palacio Episcopal, el antiguo hospital de San Sebastián, la Sinagoga, el Alcázar de los Reyes Cristianos, el Puente Romano, la Torre de la Calahorra, los molinos del Guadalquivir, los Baños Califales, las Caballerizas Reales y el antiguo hospital del Cardenal Salazar, actual Facultad de Filosofía y Letras.
En diciembre de 2012, el presidente del comité de la UNESCO, el granadino Arley Jill, terminó con una agonía vivida intensamente en la ciudad al felicitar a Córdoba porque finalmente la Fiesta de los Patios había sido incluida dentro de los Patrimonios Inmateriales Mundiales. Los barrios en los que se desarrolla La Fiesta de los Patios parte de una ordenación urbanística romana en la que los patios ya tenían su importancia y que se mantuvo y mejoró con los musulmanes. Muchas de las viviendas se integran en la antigua muralla y otras conservan elementos arquitectónicos de este pasado histórico.
Los patios son lugares que se cuidan y que se trabajan todo el año. La dedicación de sus dueños los ha convertido en expertos jardineros y restauradores, puliendo anualmente cada detalle para hacerlos más hermosos y llamativos. De esta manera, esta fiesta ha pasado de ser algo anecdótico y local a convertirse en todo un certamen artístico reconocido a nivel global.Si durante el día es posible disfrutar de las callejas, plazas y rincones que componen el casco histórico, por la noche es el momento de vivirla desde otra perspectiva aprovechando los juegos de luces, los aromas que emanan las flores y el silencio sólo roto por el rumor del agua de las fuentes.
Sin embargo, es el valor intangible que lleva consigo la vida de los patios lo que más destaca. De hecho, el informe elaborado por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), que analiza los aspectos culturales, sociales, festivos, económicos y de vida de los patios cordobeses, afirma que “el patio era un espacio de reunión y de encuentro permanente que favorecía la transmisión horizontal de información y conocimientos sobre temas muy variados. Junto con la información de tipo práctico sobre la organización de los servicios comunes no debemos olvidar la aparentemente intrascendente charla personal que mantiene al resto de la comunidad al corriente de la situación individual de los vecinos”.
El último peldaño se alanza en 2018 cuando Medina Azahara entra a formar parte del listado de la UNESCO. Esta efímera ciudad extramueros de la medina, levantada bajo el mandato de Abd al-Rahman III y que ha sido fuente de inagotables leyendas debido, en parte, a los ricos materiales empleados en su construcción. Una de ellas, que además es la más conocida, habla de que el autoproclamado califa en 929 decidió edificar una ciudad en honor a su favorita, Azahara. Sin embargo, la ciudad se erigió por una cuestión política y de imagen pública ya que, al nombrarse califa y proclamar a Cordoba como capital del califato independiente de Damasco, debe exteriorizar el liderazgo de la ciudad como sede religiosa, política y administrativa de todo el reino islámico occidental también en sus edificios. También de esta época es la construcción de un alminar en la Mezquita, que se convierte en el primero de Occidente, y la ampliación del patio.
Según recoge la UNESCO, “Este sitio urbano abarca numerosas infraestructuras -calzadas, puentes y sistemas hidráulicos- así como edificios, elementos decorativos y objetos de uso diario que permiten conocer más a fondo la época de máximo esplendor de la desaparecida civilización islámica occidental de al-Ándalus”. Este último hito es el que sitúa a Córdoba como la ciudad con más Patrimonios Mundiales en España y la quinta a nivel mundial.
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