La granja porcina de Huércal Overa se enfrenta a nuevas regulaciones
Rosa Parra es ganadera por convicción y devoción. Su vida está unida a sus recuerdos en la explotación familiar y ahora se siente orgullosa de poder continuar con la labor emprendida por sus padres “mis recuerdos de pequeña y de joven van ligados a este trabajo. En casa ayudábamos a nuestros padres cuando volvíamos del colegio y no hemos tenido nunca ningún problema en colaborar. De ellos hemos aprendido mucho y ahora mi hermano y yo continuamos con la labor que ellos emprendieron”.
El relevo generacional que se ha producido en esta explotación agraria no era algo planeado, “llega un momento en el que tienes que decidir. Mis padres están mayores y no pueden continuar con el ritmo de trabajo que se exige aquí. Así que o cierras o coges las riendas y optamos por esta segunda opción”, comenta esta ganadera.
Rosa Parra y su hermano, José Gaspar, no empezaban de cero en el negocio porque durante muchos años estuvieron ayudando a sus padres pero si se encontraron con la necesidad de ampliar la explotación “la regulación ha cambiado mucho y para poder seguir adelante nos vimos abocados a hacer una importante inversión y ampliar las instalaciones”. En la actualidad esta explotación de integración de porcino de raza blanca acoge a 2.500 cerdos.
Aún así tanto Rosa como su hermano compaginan esta labor con otra actividad “mis padres pudieron sacar adelante a tres hijos con una pequeña explotación pero ahora es muy difícil poder vivir con este trabajo sólo.
Las inversiones necesarias, las regulaciones que aumentan constantemente, las pocas ayudas que recibimos y los ataques constantes hacen inviables las pequeñas granjas”, se lamenta Rosa Parra.
Cuando desde muchos sectores se atacan a los ganaderos, cuando se oyen voces discrepantes incluso desde el propio Gobierno Nacional invitando a ir disminuyendo o incluso suprimiendo el consumo de carne, esta ganadera defiende con fervor el trabajo que realiza: “en la zona de Huércal Overa y alrededores hay muchos pequeños ganaderos que hemos decidido continuar con las explotaciones de nuestros padres. En la mayoría de los casos decidimos emigrar y dedicarnos a otras profesiones pero con el paso de los años hemos vuelto a los orígenes, a pesar del estigma social que tiene este trabajo por el olor que puede desprender en determinados momentos”.
Desde organizaciones como Asaja se hace un llamamiento para que se fomenten los sectores productivos en las zonas rurales porque eso supone también una apuesta por el futuro de las explotaciones y los pueblos, cada vez más envejecidos, de ahí que animen a las administraciones a seguir apoyando a los agricultores y ganaderos promoviendo el relevo generacional y las inversiones para mejorar su eficiencia y sostenibilidad.
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