Ni plantas ni estómago entienden de virus
Tres días después de la declaración del estado de alarma, muchas cosas habían cambiado, pero otras no. El campo y el suministro de alimentos seguían funcionando, pero había que adaptarse al nuevo escenario, tocaba ser camaleónicos sin saber lo que el futuro depararía. Mientras unos tenían la obligación de parar, otros debían continuar. “Las plantas no entienden del virus”, así lo apuntaba David Gómez, agricultor en La Mojonera. Este productor explicaba entonces que mantenían su rutina: “No podemos hacer otra cosa, si tenemos las plantas tenemos que continuar, si arrancamos se acaba la cosecha”. En los invernaderos de Gómez, en los que se cultiva pepino, tomate, sandía y melón, el trabajo seguía con ‘normalidad’, ya que si los horarios y la labor eran similares a los de hacía una semana, lo que cambiaba era la imagen, puesto que los jornaleros ya iban ataviados con guantes y mascarillas y mantenían una distancia de seguridad entre unos y otros. Él lleva su producción a un almacén, donde se les paga según el segundo precio de alhóndiga, en esta línea señalaba que el valor de la producción estaba incluso subiendo, quizás por el aumento de demanda por parte del consumidor que intensificaba sus compras ante las medidas del estado de alarma para frenar la expansión del coronavirus.
“A nivel agro estamos trabajando al ritmo habitual, si bien hemos tomado algunas medidas”, detallaba entonces Lola Gómez, gerente de Clisol Agro Turismo. En la rutina se cambiaron algunos hábitos por iniciativas de seguridad, así en lugar de ir cuatro trabajadores a la finca en el vehículo de la empresa iban en parejas también usando el vehículo particular y para cuyo gasto de transporte contribuía Clisol, asimismo marchaban con mascarillas y justificante laboral. Ya en los invernaderos, en los que esos momentos se recolectaba tomate y pimiento, como relataba Gómez Ferrón, cada trabajador se ponía en una calle para guardar las distancias; de este modo, también para evitar que los empleados compartieran un pequeño espacio, a la hora de comer cada uno comí en su líneo. “Nosotros somos socios de Vicasol y ahora mismo se está enviando todo, por lo que la actividad agrícola sigue a un ritmo normal”. La parte que se vio más afectada -y así sucedía durante meses- en esta empresa fue la turística, para Clisol esta primavera registraba el mayor número de visitas concertadas de su historia y todo se canceló. Las medidas que tomaba el Gobierno iban sobre la marcha, en este sentido, respecto al agro, Gómez Ferrón exponía que todo dependería de hasta cuándo se consideren primera necesidad las hortalizas, ya que los camiones subían cargados al resto de Europa pero bajaban vacíos de otros enseres, “esto es un coste para las empresas de transporte”. Clisol también vende online, pero esta actividad también cesó durante un tiempo puesto que sus principales clientes radican en Madrid, País Vasco y Cataluña y los repartidores no garantizaban su reparto.
Los supermercados reiteraban en marzo a la población que estuviera tranquila, que no habría problemas de abastecimiento, pero hasta llegar a la comercialización hay unos eslabones previos que se pronunciaban en la misma línea. Si David Gómez y Lola Gómez exponían que el trabajo en campo persistía, las cooperativas aseguraban que la salida de los productos hortofrutícolas seguía el mismo camino. En esta línea, relataba Enrique de los Ríos, director general de Unica Group, “más de 2 millones de kilos de verduras y frutas de temporada salen cada día de las cooperativas de Unica a los supermercados de toda España y Europa. Tenemos más de 5.000 agricultores que trabajan con el compromiso de que haya un suministro diario de productos saludables en los lineales al servicio del consumidor”. De los Ríos contaba que todo el equipo de la cooperativa de segundo grado seguía haciendo su trabajo, manteniendo al 100% el compromiso de suministro con la sociedad y mejorando los protocolos de trabajo y confección para mantener la máxima seguridad y calidad.
Tras conocerse el cierre de las fronteras terrestres las dudas volvían a generarse en torno a la exportación e importación de alimentos, aunque la norma era firme y los transportistas sí podían cruzar de país a país. Paulino Ocón trabaja con su camión, la COVID-19 no frenaba su trabajo pero sí cambiaba el modo de desempeñarlo. En ese momento, el estado de alarma le pilló en casa, pero su hermano, con el que comparte profesión, sí cruzó la frontera rumbo a Suiza, “no se ven coches, solamente camiones”, le trasladaba a Paulino, quien apuntaba que los transportistas cruzaban sin parar y sin que se les hiciera ningún control sobre la enfermedad. Su sistema de trabajo sí había variado, de este modo explicaba que ellos ya no podían acceder a los muelles de carga de las distintas empresas, el contacto personal era nulo; mediante una ventanilla pasaban las hojas de envíos y ellos siempre debían permanecer en el interior del camión, eran los de la propia empresa los que sacaban el producto de almacén, cargaban y los que quitaban las barras. Al margen de lo laboral, los hábitos personales durante su jornada de trabajo también cambiaban; ahora más que nunca el camión y la carretera eran su hogar, “no hay lugares donde hacer nuestras necesidades, salvo las ruedas”. Entre compañeros también se organizaron y difundieron información útil, así Paulino Ocón señala que en un grupo de Facebook de camioneros empezaron a saltar mensajes de áreas de servicio donde hacían comida para llevar, “hasta ahora estaba todo cerrado, en algunas gasolineras nos pasaban, porque ellos quería, el café por la caja nocturna. En éstas, los aseos también estaban cerrados, comprensible, porque pueden ser un foco de infección”. Este transportista contaba que no disponían de servicios salvo los propios, “algunos llevamos duchas portátiles en el camión. A mí me pilló en Italia el auge del coronavirus y yo no salí del camión, aquí hacía todo porque no me fiaba de salir”.
De manera global en el sector agrícola almeriense, “está habiendo relativa normalidad atendiendo a las circunstancias”, exponía entonces Luis Miguel Fernández, gerente de Coexphal. Éste detallaba que se reforzaron mucho las medidas preventivas en los almacenes, lo que supuso que las empresas hayan tenido que doblar turnos para cumplir con la distancia de seguridad sanitaria, también la limpieza, sobre todo en espacios comunes, para minimizar el riesgo y trabajar con garantías para abastecer al mercado. Fernández reconocía que había una mayor presión de demanda que en la misma época de otro año, pero insistía: “Estamos siendo capaces de afrontarla”.
Ha pasado más de medio año desde estas declaraciones. Si bien no hay estado de alarma, la crisis sanitaria continúa y muchas medidas implantadas entonces continúan a día de hoy y no se sabe hasta cuándo.
Al puerto pesquero, los justos y precavidos
La lonja de la capital seguía trabajando a principios de marzo como días antes, aunque la fotografía era bien distinta a la de hacía sólo una semana: menos gente transitando por las instalaciones pesqueras y todos con medidas de prevención. La Asociación de Empresarios de la Pesca de Almería (Asopesca) informaba de que había subasta de pescado del día manteniéndose el horario habitual, si bien especificaba que sólo el personal autorizado e indispensable era el que podía moverse por lonja y muelle, “con medidas intensas de higiene”. Desde Asopesca mantenía que el pescado es un alimento básico y había que asegurar su captura y buena comercialización a tiendas y supermercados. En este sentido, la flota de Almería de momento seguía pescando con normalidad, excepto la de cerco que estaba en parada biológica. Por otro lado, la Organización de Productores Pesqueros de Almería (OPP71) mantenía abierta su tienda online de pescado y marisco fresco capturado a diario en la bahía almeriense. Días después se optó por la reducción de la flota pesquera, ya que había varias embarcaciones en las que no se podían cumplir las medidas de seguridad para evitar los contagios.
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