Lecciones de la pandemia. La misma ciencia que salva vidas, protege los cultivos

Carlos Palomar/ Director General de AEPLA

Los avances científicos de los últimos años en la agricultura han favorecido una mayor calidad de vida con respecto a décadas atrás.
Los avances científicos de los últimos años en la agricultura han favorecido una mayor calidad de vida con respecto a décadas atrás.

04 de octubre 2021 - 02:12

Carlos Palomar.
Carlos Palomar.

La pandemia global de Covid-19 que llegó a nuestras vidas a mediados de febrero de 2020 no solo ha supuesto un giro radical en nuestros planes y nuestra forma de entender la vida, sino que también está afectando a la estabilidad y futuro laboral de muchísimas personas en nuestro país y, lo que es más importante, o lo único importante, está generando unos daños irreparables en lo referente al número de contagios y personas fallecidas.

No existen palabras para poder expresar con la cercanía y el cariño que nos gustaría, la solidaridad y empatía que sentimos desde AEPLA hacia todas las familias que se han visto, y se están viendo, afectadas por los efectos de esta pandemia.

Pero más allá de todos estos aspectos, que siempre estarán presentes en nuestra memoria, consideramos igualmente justo incidir en que este tiempo también debe servirnos para recordar como aquellos sectores, relacionados directa o indirectamente con actividades esenciales para nuestra sociedad, han dado en todo momento lo mejor de ellos mismos para minimizar los daños y repercusiones provocados por la pandemia de Covid-19.

En este sentido, en el ámbito que nos es más próximo, tanto el sector agrícola como el resto de actividades que conforman la cadena agroalimentaria pueden considerarse como un ejemplo palpable de cómo afrontar una crisis de esta envergadura, con la serenidad y el aplomo necesario para garantizar que todo lo ocurrido no afectase, en modo alguno, a algo tan imprescindible como es el abastecimiento alimentario de la población.

Todo esto no implica que los diferentes eslabones del sector agroalimentario en nuestro país no estén sujetos a sus propios riesgos, ni tampoco que las preocupaciones, problemas y amenazas que les afectan hayan dejado de tener influencia sobre su día a día, sino más bien que se trata de un sector responsable y maduro, que no tiene ninguna duda en anteponer el interés general por encima del beneficio propio.

El sector agrícola y de la sanidad vegetal cuenta, por desgracia, con una amplia experiencia acerca de los pasos clave para la gestión eficaz de pandemias

Aunque salvando en todo momento las múltiples distancias existentes entre la sanidad humana y la sanidad vegetal, el desarrollo de una pandemia de este tipo puede servir para tomar conciencia del escenario al que se enfrentan cada día nuestros cultivos y espacios verdes, frente a la amenaza continua que supone la proliferación de enfermedades en ocasiones imperceptibles a primera vista, pero que son susceptibles de generar unos considerables efectos en cuanto a su crecimiento, desarrollo o esperanza de vida.

En este sentido, se puede afirmar que desde el ámbito de la sanidad vegetal se tiene, por desgracia, una amplísima experiencia en la gestión de enfermedades y pandemias, y muy especialmente en cuanto a la definición y puesta en marcha de todas aquellas actuaciones dirigidas a reducir al máximo los efectos de una amenaza, algunas de las cuales pueden servir de ejemplo para hacer frente tanto a esta como a futuras amenazas contra nuestra salud y bienestar.

En primer lugar, y a pesar de las resistencias que todavía se perciben en este sentido por parte de diversos colectivos, el verdadero valor de la sanidad vegetal reside en el esfuerzo que realizan diariamente multitud de entidades en todo el mundo por adoptar una postura proactiva frente a las enfermedades que pueden afectar a cultivos y espacios verdes.

A partir de esta premisa, este espíritu de prevención y reacción temprana ante cualquier amenaza no sería posible sin el desarrollo de sistemas de control que sean capaces de anticiparse al problema y emprender lo antes posible aquellos procesos de investigación y desarrollo imprescindibles para contar con los recursos más adecuados a la hora de hacerle frente con éxito.

Estos sistemas de control se complementan con el necesario establecimiento de protocolos para reducir al máximo el riesgo de que una plaga o enfermedad detectada en una zona concreta se extienda al conjunto del planeta.

En una sociedad globalizada como la actual, y más aún en un ámbito en el que cada vez existen menos fronteras como es la distribución y comercialización de alimentos, se cuenta desde hace años con mecanismos de seguimiento que permitan la vigilancia de amenazas, con capacidad para restricciones de movilidad en aquellos casos en los que esta medida es indispensable para contener de forma efectiva el peligro detectado.

En cierta consonancia con el punto anterior, todo este entramado se basa en el desarrollo de una constante coordinación entre las diferentes instituciones y agencias competentes a nivel agrario, medioambiental y de seguridad alimentaria, hasta el punto de que, primando en todo momento el interés general sobre las posibles repercusiones sobre la opinión pública, constituyen un auténtico ejemplo en materia de transparencia, coordinación y transmisión de información, prácticamente en tiempo real, a nivel global.

En este último año, inmersos en una crisis sanitaria histórica, hemos anhelado la llegada de las vacunas para poder retomar nuestras vidas, entonces ¿por qué renunciar a lo que la misma ciencia puede ofrecernos para hacer frente al desafío de alimentar el planeta de forma sostenible? Los productos fitosanitarios, las medicinas de las plantas, son soluciones que la ciencia pone a nuestra disposición para garantizar un suministro suficiente, seguro, de calidad y asequible para una población mundial en constante crecimiento.

Es evidente que hoy en día disfrutamos de una calidad y esperanza de vida inimaginable para generaciones anteriores, y en ello tiene mucho que ver el importante progreso de la agricultura y el esfuerzo realizado en las últimas décadas y los avances científicos y tecnológicos desarrollados y aplicados a la misma ¿tiene entonces sentido dar la espalda a lo que la ciencia puede ofrecernos en el siglo XXI? Creemos sinceramente que no.

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