La enseñanza de la COVID-19: “Dejemos de banalizar los alimentos”
Opinión
La pandemia del coronavirus COVID-19 ha paralizado prácticamente toda la actividad y ha puesto a prueba a toda la sociedad tanto en España como en el resto del mundo. Poco a poco volvemos progresivamente a una normalidad en un escenario muy diferente. Los efectos sanitarios, sociales y económicos de la pandemia se irán midiendo en los próximos meses, pero hay consenso en considerar que estamos probablemente ante la mayor crisis política, económica y social en tiempos de paz en la historia de la UE.
El sector agroalimentario como cualquier sector económico también se ha visto afectado por la pandemia, pero a diferencia de otros, nuestra actividad continuó, porque de ello depende la alimentación de los españoles y europeos. Durante las primeras semanas del confinamiento las cooperativas del sector trabajaron a destajo, 24 horas al día durante los 7 días de la semana, sin descanso, estableciendo turnos y medidas de seguridad entre sus trabajadores. Ante un panorama de total incertidumbre, los compradores retiraban sus pedidos de forma acelerada, lo que produjo cierto desabastecimiento, por el acopio que realizaron millones de familias durante las primeras semanas del confinamiento.
Además de las repercusiones económicas por el cierre de mercados se produjo un incremento de los costes de producción derivados de las restricciones de movilidad de los trabajadores, de la logística, ya que los camiones no vuelven con carga de retorno de centro Europa o por la necesidad de implantar medidas de seguridad en las plantas para evitar la propagación del virus que han ralentizado el ritmo productivo, estableciendo turnos y distancias entre trabajadores.
Sin embargo, las consecuencias del estado de alarma no han sido igual para todas las producciones. Hay algunos sectores que tuvieron más problemas debido al cierre del canal HORECA (hostelería, restauración, catering), principal destino de sus producciones, la carne de ovino, caprino, los cochinillos y vacuno, especialmente los cortes que suelen tener mayor valor añadido, los productos ibéricos o el vino. El sector de flores y plantas que prácticamente se quedó sin actividad por el cierre de floristerías, mercados locales y la cancelación de fiestas donde hay un importante incremento de las ventas. También se vio afectado el sector de la leche de cabra debido a que no había compradores para la fabricación de quesos. La recuperación de este canal de comercialización no será inmediata, a las limitaciones que deben aplicarse, se une la incertidumbre económica y el temor social a los rebrotes, y por supuesto la falta de turistas.
No cabe duda de que el sector agroalimentario se ha convertido como dijo el ministro Planas en uno de los tres pilares básicos del funcionamiento en España. Este sector ha sido clave para la población en un momento en el que lo vinculado al ocio y la cultura ha quedado relegado, porque lo urgente e inmediato para todos ha pasado a ser la salud. A lo largo de esta crisis, y como ya ha sucedido en otras anteriores, el sector ha demostrado su capacidad de respuesta y su fortaleza, y lo que es más importante ha pasado a cobrar un valor que hasta ahora no se tenía o no se quería ver.
Contar un sector primario competitivo, con unas cooperativas dimensionadas, con una industria potente, con una logística y una distribución eficiente pone de relieve todo lo que hay detrás de un alimento y de lo poco conscientes que somos de ello. Y es así, ha tenido que venir una pandemia para hacernos reflexionar a la sociedad y comprobar que para disponer de alimentos sanos y seguros en nuestra mesa necesitamos de agricultores y de ganaderos, personas hasta ahora prácticamente invisibles. Y por supuesto este valor y reconocimiento deberá quedar reflejado en la PAC, actualmente en debate, y que es la política de la que dependen los alimentos de calidad y con garantía que consumimos 500 millones de europeos. El coronavirus nos ha demostrado que ante una crisis sin precedentes los ciudadanos quieren contar con los alimentos más sanos y seguros del mundo y no se puede depender para ello de terceros países.
A lo largo de los meses de estado de alarma las más de 3.000 cooperativas agroalimentarias repartidas por todo el territorio nacional han continuado con su actividad, su personal se ha comprometido de una manera responsable a garantizar el abastecimiento de alimentos a la industria y a la distribución alimentaria, no sólo en España sino también en el mercado comunitario e internacional, demostrando así la eficiencia de las cooperativas a la hora de servir a sus clientes.
Las cooperativas no sólo son empresas que compiten en el mercado y ayudan a que los agricultores y ganaderos accedan al mismo en mejores condiciones, permitiendo obtener valor añadido de la cadena; sino que aportan una serie de bienes públicos fundamentales para las poblaciones de las zonas rurales, dando servicios y trabajando por la comunidad. Y así ha quedado demostrado, en muchas poblaciones de nuestro territorio los ayuntamientos han solicitado a nuestras cooperativas y a sus socios ayuda para la desinfección de las calles, y han sido muchas las cooperativas que han entregado material de protección a centros sanitarios o residencias de mayores de sus localidades.
Sin duda la COVID-19 nos ha obligado a cambiar nuestra forma de trabajar, de relacionarnos unos con otros y de valorar las cosas verdaderamente importantes. Y mientras tanto las cooperativas, sus socios, agricultores y ganaderos, y su personal, continúan haciendo lo que mejor saben hacer, ofrecer los alimentos más sanos, seguros y sostenibles del mundo, ahora los consumidores y la sociedad deberán ser responsables y hacer uso del aprendizaje de estos días y valorar esta labor en su justa medida.
Como sociedad debemos aprender que hay que dejar de banalizar los alimentos, darles la importancia que tienen, el trabajo que hay detrás de cada uno de ellos y remunerarlo de forma que obtengan la rentabilidad necesaria para que nuestros agricultores y ganaderos puedan mantener sus explotaciones, así lograremos la sostenibilidad del medio rural en sus tres vertientes, económica, social y medioambiental.
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