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El botox, la toxina que cumple dos décadas como fármaco multiusos

El tratamiento que saltó a la fama por disimular las arrugas de los famosos se ha consolidado como medicamento para la espasticidad, la parálisis cerebral o la incontinencia.

Antes de su aplicación en cuestiones estéticas esta toxina obtuvo otras indicaciones.
Ainhoa Iriberri Madrid

30 de noviembre 2013 - 01:00

La toxina botulínica tipo A es, en las manos incorrectas, un potente veneno. De hecho, soldados japoneses la utilizaron como arma biológica a principios de la década de 1930, con prisioneros chinos durante la ocupación de Manchuria. Pero en dosis controladas se han convertido en uno de los medicamentos más versátiles del mercado, como se ha recordado en una mesa redonda celebrada con motivo del 20 aniversario de la introducción del medicamento en España.

El botox, como se le conoce -en Europa es la marca de fármaco para las indicaciones no estéticas-, se hizo famoso en España por su utilidad cosmética. Según la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (Secpre) la infiltración de toxina botulínica de tipo A es "ideal para el tratamiento estético de las arrugas faciales debidas a la expresión y mímica de la musculatura facial". Pero, más de 10 años antes de que esta indicación (aprobada en 2004 por la Agencia Española del Medicamento) hiciera al botox famoso en la calle, ya era un fármaco habitual en las consultas de muchos médicos. De hecho, la primera indicación aprobada para el medicamento fue la distonía cervical idiopática.

Como explica el director del área de Neurociencias del Hospital Universitario Central de Asturias, Julio Pascual, el uso estético del botox no solo fue posterior sino que actualmente es minoritario y no supone más del 6% de todas las prescripciones actuales.

Pascual utiliza el medicamento para las migrañas crónicas resistentes. En concreto, explica, para aquellos pacientes en los que han fracaso dos o más tratamientos orales o que no toleran estos fármacos, que pueden producir aumento de peso y atontar al paciente. El fármaco se inyecta a través de una fina aguja en más de 30 puntos de la nuca y el cuello. "Son pacientes con mucho dolor y no les resulta doloroso", señala. El médico añade además que se trata de un tratamiento con muy buena tolerabilidad.

Es quizás esta característica la que hace que la neurotoxina sea también útil para otras especialidades. La espasticidad, un síntoma que aparece en diferentes enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple, las lesiones medulares, el ictus, los traumatismos craneoencefálicos o la parálisis cerebral es otra de las dianas para este conocido medicamento. Se calcula que en España la sufren entre 300.000 y 400.000 personas, que experimentan el aumento de tono de uno o varios músculos que no son capaz de relajarse, lo que da lugar a posturas forzadas que provocan dolor y dificultad para realizar actividades cotidianas como caminar.

La toxina botulínica tipo A se utiliza tanto en adultos como en menores aunque, obviamente, en estos últimos la indicación estética no está indicada. De hecho, en los más pequeños el botox se usa en una enfermedad grave, la parálisis cerebral, que suele acompañarse de contracturas articulares. La toxina inyectada previene o ralentiza el desarrollo de dichas contracturas, lo que puede ayudar a que los afectados puedan ponerse de pie. "La toxina botulínica tipo A ha contribuido a la mejora del manejo de los pacientes con parálisis cerebral infantil, ya que antes de su aparición el tratamiento se basaba únicamente en terapias físicas que tenían resultados limitados", comenta Mercedes Martínez, de la Unidad de Rehabilitación Infantil del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario La Paz en Madrid.

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