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El segundo mayor brote de virus del Nilo desde 2007 suma ya 38 casos y cinco muertes

Concentración de protesta de la plataforma contra el mosquito del virus del Nilo / Juan Carlos Vázquez Osuna

España afronta su segundo mayor brote de Virus Occidental del Nilo desde que empezó a vigilar esta enfermedad en humanos en 2007, con un total de 38 casos, un 89% más que en todo 2023 (21 casos), y cinco fallecidos, dos más que el año pasado. Extremadura notificó este martes sus tres primeros casos de esta temporada en un hombre de 60 años, que permanece en la UCI, otro de 41 y una mujer de 31, que se suman así a los 35 detectados en varios municipios de Sevilla en lo que va de verano.

Son casi la mitad del pico que se registró en 2020 cuando, tras dos años sin notificaciones -en 2016 se comunicaron tres- hubo un salto "inusual" hasta los 77 casos, repartidos en las provincias de Sevilla (56), Cádiz (15) y Badajoz (6), y ocho fallecidos, según los informes de vigilancia epidemiológica del Instituto de Salud Carlos III.

Un salto que, probablemente, se explica por el incremento de la "sensibilidad diagnóstica" a raíz de la pandemia de la covid ese año pero también por factores ambientales -temperaturas elevadas que incrementan la densidad de mosquitos- e intervenciones preventivas implantadas tras la temporada 2020.

Primer caso documentado en 2004

Antes del verano, las autoridades sanitarias ya habían adelantado que estaba por venir una temporada -que suele ir de mayo a octubre- complicada en cuanto a la circulación de enfermedades transmitidas por vectores; de hecho, el Ministerio de Sanidad culminó en junio el plan nacional que activó hace un año para estrechar la vigilancia de mosquitos y garrapatas.

El Nilo Occidental, una enfermedad de declaración obligatoria (EDO) urgente en España desde 2015, es transmitido por la hembra infectada del mosquito común del género 'Culex', que se alimentan de sangre de aves. Humanos y équidos son las especies de mamíferos más susceptibles a la misma.

Hace décadas que se conocen las zonas por donde circula, como son las marismas del Guadalquivir, en Sevilla, y la comarca de La Janda, en Cádiz; en Extremadura en determinadas áreas lacustres, y en Cataluña en el Delta del Ebro; sin embargo, y como esperan los expertos y demuestran los datos, es probable que aparezcan nuevas detecciones en el resto de la geografía.

Según recuerda Sanidad en el plan nacional, España presenta en la actualidad una situación endémica porque "reúne unas condiciones favorables para el mantenimiento y la circulación" del virus: gran variedad de posibles reservorios, proximidad a zonas endémicas como África, las características ecológicas y climáticas, las rutas migratorias de aves procedentes de áreas afectadas y la presencia de vectores.

Los primeros dos casos en seres humanos se notificaron en 2010 en la provincia de Cádiz; pero hubo otro que se confirmó de forma retrospectiva que se había producido en Badajoz en 2004.

Nuevas zonas

Tras el pico de 2020, han aparecido casos en humanos todos los años: en 2021 hubo seis en Sevilla y en 2022 se diagnosticaron dos en Andalucía y dos en Cataluña. Por primera vez, el virus del Nilo Occidental había aparecido en Tarragona y Córdoba.

El año pasado se detectaron 21 positivos, uno de ellos importado desde Marruecos, de los que 14 fueron hospitalizados y tres fallecieron.

De los 20 autóctonos, 15 se diagnosticaron en Extremadura, dos en Andalucía y uno en la Comunidad Valenciana, en Castilla-La Mancha y en Cataluña. También esta temporada el virus irrumpió en lugares en los que antes no se había visto, en concreto, en Barcelona, Cáceres, Huelva, Valencia y Toledo.

Paralelamente, y durante todas las temporadas, se han dado focos en explotaciones equinas, sobre todo en la cuenca del Guadalquivir, pero también en Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña y, por primera vez, en la Comunidad Valenciana en 2020. Los de este año se han concentrado en Huelva, Sevilla y Cádiz.

El 80 % son asintomáticos

Ocho de cada diez infecciones se pasan de forma asintomática en una proporción muy elevada; los síntomas más frecuentes son la fiebre y mialgias y en menos del 1 % de los infectados se complica con manifestaciones neurológicas como meningitis, encefalitis o parálisis flácida. De estos, un 10 % pueden fallecer.

El riesgo aumenta con la edad, en hombres, en receptores de órgano sólido, en personas que consumen alcohol en exceso, con diabetes, enfermedad renal crónica o cardiovascular, hipertensión, cáncer o inmunosupresión. Puede dejar secuelas entre el 30 % y el 60 % de las ocasiones.

No hay vacunas para uso en humanos ni tratamiento específico, tan solo para controlar los síntomas; por eso, la prevención se basa en medidas de control del vector y de protección personal frente a las picaduras (repelente, mosquiteras, evitar los periodos de mayor actividad de los insectos, que son el amanecer y el atardecer, etc.), así como la identificación y manejo de los casos con afectación neurológica.

La transmisión de persona a persona es muy poco frecuente y solo puede ocurrir por transfusión de sangre y sus componentes o trasplante de órganos, por vía transplacentaria o por exposición accidental (autopsias, laboratorio, etc.).

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