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La recogida de medicamentos que ya no se usan aumenta un 15% al año

En 2007 se depositaron en las farmacias españolas 2.625 toneladas de envases · El 30% de estos restos es material reciclable y hasta un 70% se emplea como combustible para la energía eléctrica

Personal técnico del Sigre vuelca medicamentos en una cinta transportadora.
Ana Salamanca ( Efe) / Madrid

10 de marzo 2008 - 05:01

Los ciudadanos depositaron el pasado año 2.625 toneladas de envases y restos de medicamentos en los contenedores Sigre (Sistema Integrado de Gestión y Recogida de Envases) que hay en las farmacias para la recogida de residuos, una práctica que aumenta cerca del 15 por ciento anual. Pero es sólo una parte de lo que guardamos en casa.

En general tendemos a hacer acopio de fármacos, a automedicarnos, a no terminar los tratamientos y almacenar los restos mucho tiempo. Mas de la mitad de los envases retornados (un 52 por ciento), según datos avanzados por el director general del Sigre, Juan Carlos Mampaso, están caducados, cuando la validez general es de cinco años. Y todo contribuye al aumento del gasto sanitario.

Según una encuesta del Sigre, la mitad de los españoles conservamos los restos de fármacos al concluir un tratamiento, aunque un 82 por ciento opine que automedicarse puede ser perjudicial para la salud. De hecho, es causa de una gran parte del 33 por ciento de las atenciones en urgencias atribuidas a su mal uso.

Un estudio de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona sobre medicinas recogidas en esa ciudad, su tipología, motivos de entrega y financiación, en una extrapolación de datos, cifra en 129,8 millones el coste anual para el Sistema Nacional de Salud.

Cada año se ponen en el mercado español alrededor de 1.200 millones de envases de productos farmacéuticos. Una de las preocupaciones que genera es medioambiental, el tratamiento de los restos como contaminantes; otra sanitaria, la búsqueda de soluciones para un uso racional y la contención del gasto.

Los laboratorios han organizado la recogida de las cajas, prospectos y recipientes, vacíos o con sobras, en los contenedores blancos que hay en 20.400 farmacias. Aproximadamente el 30 por ciento es material reciclable, y el 70 por ciento restos que se emplean como combustible para producir energía eléctrica, explica el director del Sigre.

Se trata de evitar que acabe en la basura o la red de saneamiento, señala Mampaso, "lo que en 2007 confesaba hacer el 8 por ciento de los ciudadanos, cuando en 2003 era un 43 por ciento".

Los residuos son retirados y almacenados por los distribuidores, hasta su tratamiento en una planta en Cerceda (La Coruña), la única en Europa de estas características, donde se clasifican envases, aerosoles y medicamentos. El material para reciclar se recupera y los restos del fármaco se queman o se tratan según su toxicidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) prohibió hace tiempo su destino a otros países del Tercer Mundo.

"El mensaje de salud y medio ambiente va calando", asegura Juan Carlos Mampaso. Seis de cada diez ciudadanos utiliza el punto Sigre, por encima de los que usan los contenedores de vidrio o el amarillo para envases.

El nuevo reto es involucrar al colectivo sanitario. Hasta finales de marzo se desarrollará en Segovia una campaña pionera, en la que médicos y enfermeras entregan a los pacientes fichas con consejos sanitarios -sobre las dosis y el cumplimiento de los tratamientos- y medioambientales, para desprenderse de los envases.

El propósito es extenderlo a todas las comunidades. "El colectivo sanitario es un aliado necesario para la concienciación del paciente en un compromiso medioambiental y el uso racional del medicamento", afirma Mampaso. El botiquín casero debe tener medicinas sin receta -analgésicos, antiácidos, material de cura...-, lo que no es recomendable -señala- es acumular restos de otros de prescripción, que guardamos "por si acaso", "y porque valoramos su poder curativo".

Su revisión acaba en un 50 por ciento de los casos con la retirada de productos inservibles. Uno de cada tres se guardan sin caja ni prospecto y no se recuerda para qué fueron prescritos. En el 16 por ciento de los casos se retiran restos de medicación que hace tiempo que no se usan.

"Hay un exceso de medicalización", opina el catedrático de Farmacia galénica de la Universidad de Barcelona Eduardo Luis Mariño. Nos medicamos más, y lo que sobra, para uno mismo o "para compartir", termina en el botiquín: "un sitio peligroso que suele estar en un lugar poco oportuno", el baño o la cocina.

"Y está muy ligado al gasto sanitario", agrega Mariño, director de la Unidad de Farmacia Clínica y Farmacoterapia de la UB, y uno de los autores de un estudio sobre medicamentos recogidos en farmacias de Barcelona.

La investigación, que será publicada en la revista Pharmacy World & Science, con encuestas a 227 usuarios que devolvieron 1.176 fármacos en 38 establecimientos, concluye que se genera un gasto innecesario de casi 130 millones de euros para el sistema público.

Los resultados ponen en evidencia que hay una cantidad excesiva de medicamentos que no se utilizan, dijo Mariño, para quien hay que mejorar la prescripción, adecuar los envases según la dosis y duración del tratamiento, implicar a los farmacéuticos más allá de la venta del producto y formar al enfermo sobre el uso correcto y el elevado gasto sanitario. "Es una de las asignaturas pendientes".

Además de una prescripción "más prudente", Juan Carlos Mampaso apunta el incumplimiento de los tratamientos y la falta de control en la administración de los fármacos. "No es extraño que, a la muerte de una persona, se entregue uno a medias y otro sin empezar", comenta.

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