El pueblo de la España Vaciada que recicló los viejos asientos del Camp Nou como mobiliario urbano
El destino de las butacas era formar parte de una exposición del Museo Miró
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La pasión por el fútbol y el amor por la tierra son el origen de la siguiente historia. En 1998, Aurelio Zayas era un 'charnego' que trabajaba como camarero en el Bar Marcelino, en el distrito barcelonés de Montjuic. Pocos años antes, el Camp Nou había iniciado una importante reforma para su ampliación y, para entonces, ya se había desecho de los asientos del antiguo estadio. "Estaban escondidos en frente del bar, en la piscina municipal, donde se celebraron los Juegos Olímpicos de 1982", relata Aurelio en declaraciones a El Periódico de España. Cómo acabaron estos asientos formando parte del mobiliario urbano de su pueblo natal, Langa de Duero, en Soria, es gracias a su empeño y a una curiosa red de contactos.
Una cartel del Club Deportivo Langa presidía la puerta de entrada al bar en que trabajaba Aurelio. Muchos de los camareros de la zona habían emigrado desde municipios de la provincia de Soria. Un día recibió la visita de Jaume Langa, fisioterapeuta del FC Barcelona, atraido al ver su apellido. Aurelio le explicó de dónde venía y la relación que mantenía con el equipo de su pueblo, sin saber que alguien más los estaba escuchando.
El bar Marcelino estaba muy cerca del Museo Miró y los trabajadores de la Fundación eran parte de su clientela habitual. Fue a través del personal directivo, con el que el soriano terminó haciendo buenas migas, por quienes supo que el club azulgrana les había donado las sillas del estadio para hacer unas exposiciones que nunca llegaron a ver la luz. En aquel entonces Langa de Duero ni siquiera tenía bancos en sus calles, así que llegaron a un acuerdo para trasladar 1.700 asientos durante 460 kilómetros hasta el pueblo castellano y sus pedanías: Alcozar, Bocigas de Perales, Valdanzo, Valdanzuelo y Zayas de Torre.
Ni corto ni perezoso, Aurelio se puso en contacto con Constantino de Pablo, alcalde de la localidad por aquel entonces, quien asumió los costes de llevar un camión hasta la ciudad condal. Así, el 10 de mayo de 1998 llegó un cargamento de butacas a este pueblo de 700 habitantes, después de que Aurelio extrajera 15.400 tornillos en menos de 24 horas con la ayuda de tres amigos. "En cuatro horas las desmontamos todas y las llevamos", explica Aurelio en declaraciones a RAC1.
Una gesta que terminó sin honores
Algunos asientos fueron a parar al estadio municial de Las Heras, sede del Club Deportivo Langa, recreando una versión 'mini' del Camp Nou. Las demás, repartidas por las calles del municipio. han resistido a la intemperie durante casi 30 años, pero siguen siendo útiles para el descanso de los vecinos tras alguna reparación o mano de pintura. De hecho, las sillas constituyen hoy uno de los principales atractivos turísticos de la localidad.
En 2001, a Zayas le conceden la invalidez permanente y regresa definitivamente a Langa de Duero. Sin embargo, su vuelta está marcada por varios desprecios que aún le afectan a día de hoy. Su relación con la directiva del equipo local se torció, ya que ellos no querían las sillas del Camp Nou. Por otro lado, el Ayuntamiento nunca llegó a agradecer a la Fundación Miró la cesión de las butacas, lo que terminó poniendo fin a la buena relación que Aurelio había fraguado con sus trabajadores.
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