La playa de palomitas, último capítulo de un expolio que avanza roca a roca

Naturaleza

Las visitas masivas a una playa de Fuerteventura origina la devastación de un tipo de roca que tarda más de medio siglo en formarse.

Un detalle de la playa de las palomitas
Un detalle de la playa de las palomitas
Eloy Vera (Efe)

05 de abril 2019 - 11:36

Puerto del Rosario (Fuerteventura)/La amenaza que se cierne sobre una playa de Fuerteventura tras hacerse famosa en Instagram por estar formada de "palomitas" es el último episodio del expolio que sufren, piedra a piedra, los espacios naturales más valiosos de Canarias, como Timanfaya o el Teide, y para el que los expertos no ven respuesta más eficaz que la educación ambiental.

Fuerteventura tiene decenas de kilómetros de arena blanca en su costa que la convierten en un destino privilegiado para los miles de turistas que cada año visitan la isla. Y algunos de esos arenales, encierran auténticos caprichos de la naturaleza, como los rodolitos (algas calcáreas) de la playa de El Hierro, en La Oliva.

Esa cala del norte de Fuerteventura apareció el 27 de julio de 2015 por primera vez en Instagram con la etiqueta #PopComBeach, porque el usuario que subió la foto a esa red social se sorprendió de que estuviera formada por "palomitas". Desde entonces el número de fotografías con esa etiqueta supera el millar.

El subdirector del Instituto de Acuicultura Sostenible y Ecosistemas Marinos (Ecoaqua) de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria, el biólogo Ricardo Haroun, explica que los rodolitos son algas calcáreas, formadas bajo el agua, que el oleaje va arrastrando a la orilla, donde llegan ya muertas.

Este tipo de algas se va erosionando en la playa poco a poco, hasta convertirse en arena, en un lento proceso que se extiende durante siglos, pues cada rodolito tarda en formarse hasta 50 años.

Su morfología con forma de palomitas de maíz (para los canarios, roscas o cotufas) las ha hecho "virales" en internet, con un resultado dañino para la playa: muchos visitantes se llevan sin sonrojo los rodolitos a puñados, en un expolio que avanza a un ritmo de unos diez kilos al mes, según algunos cálculos.

La situación que padece esta playa se suma a la retirada de piedras en Timanfaya (Lanzarote) y el Teide (Tenerife), junto a otras agresiones como las pintadas, los amontonamientos de piedras que sapican aquí y allá los caminos de los parques nacionales, los dibujos de corazones con piedras sobre los campos de dunas o la firma en rocas para dejar constancia de que por ahí pasó un vándalo.

Haroun apuesta por la educación como herramienta clave para poner freno al expolio. En ello coincide la conservadora del Museo de la Historia de Tenerife, la paleontóloga Esther Martín, quien recuerda otros episodios en Fuerteventura como el de la playa de la Guirra, en Caleta de Fuste, una zona declarada Bien de Interés Cultural con depósitos marinos del Pleistoceno, con una edad de 135.000 años, y Holoceno, de 5.000 años, y cuyos fósiles llegaron a anunciarse en webs de subastas.

En este sentido, Martín alerta del peligro que supone "la gente que va por el campo cogiendo cosas sin darse cuenta que están ocasionando un daño al patrimonio" y, aunque algunos acaban con los años entregando aquello que se llevaron a algún museo, "ya no sirve de nada, porque ha perdido toda su información".

Para esta paleontóloga, la solución ante episodios como el de la playa majorera está en dar información sobre la importancia que tienen, divulgar la riqueza del patrimonio y "convencer a la población para que dejen los rodolitos en la playa y no se los lleven ni siquiera para casa para decorar".

La Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello puso en marcha en diciembre en Canarias la campaña "Pasa sin huella". La iniciativa llegó a oídos del Ayuntamiento de La Oliva y decidió implantarla en el municipio para frenar los ataques vandálicos al patrimonio natural a través de una serie de acciones de sensibilización que terminaron poniendo el foco en la problemática de los rodolitos.

El jurista, divulgador ambiental y director de la Fundación Telesforo Bravo-Juan Coello, Jaime Coello, señala a Efe que esta iniciativa tiene un doble sentido "centralizar todas las denuncias sobre agresiones ambientales que se producen en el archipiélago y, a la vez concienciar, a la gente sobre estos microimpactos que están acabando con nuestra historia".

Durante este tiempo, han recogido en una base de datos unas 1.500 imágenes y la cifra crece cada día.

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