Los nuevos fármacos están ayudando a los pacientes con problemas de retina
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Las enfermedades de la retina suelen ser unos de los problemas visuales más graves que pueden sufrir los ojos. Entre ellas destaca por su prevalencia la Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE). Afortunadamente, hoy en día contamos con una nueva familia de fármacos, los antiangiogénicos, que se administran por vía intravítrea y que están permitiendo mejorar el pronóstico de muchos afectados.
Para profundizar más en el tema, la doctora Amparo Toro, oftalmóloga de la Unidad de Retina de Clínica Baviera Sevilla, habla sobre su especialidad.
-Doctora, ¿por qué la retina y la mácula son tan importantes para la visión?
La retina es una capa de tejido situada en la parte posterior del ojo que percibe la luz y envía las imágenes al cerebro. En el centro de la retina está la mácula, la responsable de darnos la agudeza necesaria para leer, conducir y ver en forma clara los detalles.
Las enfermedades de la retina y de la mácula suelen estar relacionadas con la edad y el envejecimiento progresivo de la población está ocasionando que sean cada vez más frecuentes. Además, algunas de estas patologías son lo suficientemente graves como para causar ceguera, por lo que el diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado son fundamentales.
-¿Qué tipo de enfermedades afectan a esta parte del ojo?
Existen muchas enfermedades que afectan a la retina y pueden afectar más concretamente a la mácula. Principalmente, y por su prevalencia, hay dos muy importantes: la Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE), que es la principal causa de ceguera entre las personas de mayor edad y el Edema Macular Diabético, que es la principal causa de ceguera en personas menores de 50 años en los países desarrollados.
En concreto la DMAE, debido al aumento de la esperanza de vida, ha pasado de ser un problema visual poco frecuente a convertirse en un auténtico problema sociosanitario. Las personas mayores afectadas pueden sufrir importantes problemas visuales que les incapacitan en su vida diaria, lo que ocasiona grandes trastornos para ellos y sus familiares.
-En general, ¿qué podemos hacer para prevenir estos problemas?
En el caso de la DMAE se ha demostrado que existe una predisposición genética a padecerla. Por lo tanto, conviene que todos los familiares directos de personas que tienen DMAE se realicen revisiones periódicas (al menos una vez al año) de fondo de ojo a partir de los 50 años.
Por su parte, para disminuir el riesgo de desarrollar un problema de retina relacionado con la diabetes (como el Edema Macular Diabético) es fundamental un buen control metabólico de la enfermedad, lo cual supone no solo un estricto control del azúcar sino también del colesterol, de los triglicéridos y de la tensión arterial y, también, realizarse revisiones oftalmológicas periódicas, al menos una vez al año.
-¿Cómo ha evolucionado la medicina para tratar estas enfermedades?
Los avances tecnológicos, farmacológicos y quirúrgicos han producido una importante evolución en el diagnóstico y tratamiento de estas enfermedades. Por ejemplo, hace unos años estar diagnosticado de una DMAE era casi un anticipo de que en algún momento se iba a padecer ceguera, ya que los tratamientos que teníamos eran muy poco efectivos. Afortunadamente, desde la aparición de los tratamientos antiangiogénicos, hemos conseguido, no sólo frenar la evolución de la enfermedad, sino también conseguir mejorar la visión de los pacientes si el tratamiento es continuo y, sobre todo, si se trata de forma precoz.
-¿Qué son y cómo actúan los fármacos antiangiogénicos?
En algunos tipos de enfermedades de retina, como las mencionadas DMAE o el Edema Macular Diabético, se produce un fenómeno llamado angiogénesis, que consiste en la formación de nuevos vasos sanguíneos a partir de vasos ya existentes. Este es un proceso natural del cuerpo que se produce, por ejemplo, durante la cicatrización de las heridas. Pero cuando ocurre en la retina comienzan a formarse vasos sanguíneos anormales (neovasos) en la parte posterior del ojo que pueden dañar seriamente la visión. Incluso, en los casos más graves, se pueden producir sangrados intraoculares y desprendimiento de la retina lo que conduce finalmente a la ceguera.
Las inyecciones intravítreas de antiangiogénicos consiguen inhibir una proteína denominada VEGF (Vascular Endothelial Growth Factor) que favorece la formación de estos neovasos, por eso también son conocidas como inyecciones anti-VEGF.
-¿Cómo se establecen las pautas del tratamiento?
Para establecer qué tratamiento es el más adecuado para el paciente debemos realizar un exhaustivo examen médico del fondo del ojo del paciente. Para ello deberemos dilatar la pupila y, a través de diferentes pruebas tales como la OCT (Tomografía de Coherencia Óptica) o la angiografía de fluoresceína, determinar la patología y el grado de afectación. La frecuencia y el número de inyecciones dependerán de la evolución del caso.
-¿Se pueden aplicar combinados con otros tratamientos?
Estos fármacos se administran generalmente en monoterapia, es decir, de forma individual. En algunos pacientes en los que la respuesta que se obtiene no es la deseada, se pueden combinar con otras opciones de tratamiento como puede ser el láser o la cirugía o, en algunos casos, con la administración de corticoides intravítreos.
-¿Es un tratamiento seguro?
La administración intravítrea de fármacos se lleva realizando desde hace varios años en los que se ha validado su seguridad. No obstante, debe ser realizada por profesionales experimentados, en condiciones de asepsia bien garantizadas y siguiendo los protocolos médicos establecidos.
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