Los lorquinos esperan frente a sus casas que actúe la piqueta
Los vecinos del barrio de La Viña, el más afectado por los seísmos, viven angustiados por el momento en que sus recuerdos personales serán reducidos a escombros
Los vecinos pendientes de las demoliciones de sus viviendas destrozadas por los terremotos en Lorca aguardan delante de los edificios del barrio de la Viña, el más afectado, las tareas de derribo, angustiados porque con ello se entierran recuerdos de toda su vida.
Rufina López Merlos vive desde el pasado día 11 con sus suegros en El Campillo, cerca de Águilas -localidad cercana a Lorca que ha visto incrementada su población como si fuera la época estival-, ya que es una de las personas que verán en las próximas horas cómo las máquinas derribarán su casa.
Esta vecina comentó que nadie le dijo cuándo van a tirar su edificio, el Princesa, en el barrio de La Viña, pero desde ayer es uno de los que están en la temida lista para ser demolido al presentar daños estructurales irreparables.
Junto a ella se encuentran medio centenar de vecinos de las dos escaleras del edificio que será derribado, y se da la circunstancia de que otra escalera próxima presenta el punto verde y, por lo tanto, las viviendas pueden ser habitadas.
El alcalde, Francisco Jódar, acudió a las proximidades del edificio para leer una nota a los vecinos, según la cual "los costes de las demoliciones de aquellos inmuebles que deban ser derruidos serán asumidos por los planes de ayuda establecidos, y en última instancia, por el propio Ayuntamiento", por lo que ningún vecino tendrá que costear en ningún caso esa tarea.
Una decena de voluntarios del grupo de ingenieros y arquitectos estuvieron observando el estado que presenta ayer ese edificio para hacer una valoración que la Gerencia de Urbanismo de la localidad murciana pueda tener en cuenta a la hora de dar la orden de demolición.
En las cercanías trabajan soldados de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que apuntalan edificios próximos en una carretera de Granada, ocupada por vehículos de grandes dimensiones de esta unidad.
En alguna ocasión corrió el rumor de que abandonaban la ciudad, pero fue inmediatamente desmentido por el propio ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Jódar dijo además que estaba "experimentando una situación difícil de afrontar como es estar con los vecinos en el momento en que se derriba el edificio", y que "es terrible pensar en las sensaciones que tienen esas personas" que no sólo pierden sus casas, sino todos sus enseres y recuerdos de toda una vida, ya que no han podido entrar al interior para rescatarlos.
"Es una experiencia demasiado fuerte", indicó Jódar, quien tiene como mayor objetivo tranquilizar en estos momentos a sus vecinos, algunos de los cuales habían llamado enojados al Consistorio ante la creencia de que tenían que afrontar además el pago de las demoliciones.
Poco a poco vuelve la tranquilidad al pueblo, ya que cada vez son más las cafeterías, comercios y establecimientos que abren tímidamente sus puertas al público y que se han convertido en el foro en el que se reúnen los lorquinos para comentar las últimas noticias.
La hora de la comida conlleva un atasco en las carreteras en las que muchos vecinos de Lorca se dirigen a su actual residencia, en la costa, Águilas y Mazarrón, adonde también trasladaron parte de sus mercancías los supermercados, ya que se ha derivado al litoral la actividad comercial.
El cansancio se aprecia entre los centenares de voluntarios que pululan por las calles, algunos deseando que vengan otros que tomen el relevo porque son muchas las horas que llevan a sus espaldas y el cuerpo les pide algún descanso, si bien la mayoría continúa arrimando el hombro en todo lo que le ordenan las autoridades municipales en funciones hasta hoy.
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