¿Y si hablamos de los malditos transgénicos?
Biotecnología
Emilio Gutiérrez-Beltrán, Investigador Post-doctoral Juan de la Cierva y componente del Departamento de Bioquímica y Biología Vegetal de la Universidad de Sevilla, habla sobre la importancia de la producción agrícola en el futuro.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en el año 2050 la población mundial habrá crecido lo suficiente como para que la demanda global de alimentos crezca hasta un 70%. Por lo tanto, el aumento de la producción agrícola es y será una prioridad mundial. Pero, ¿cuál es el mejor camino para llegar a este objetivo?.
Se ha comprobado que transformar zonas forestales en tierras dedicadas al cultivo no es una solución viable, ya que, además de favorecer el efecto invernadero, tiene una repercusión directa sobre la biodiversidad.
Aumentar la producción de las tierras ya dedicadas al cultivo tampoco es una opción factible. Para ello, es necesario incrementar el uso de fertilizantes o abonos nitrogenados que, de forma indirecta, producen gases como el óxido nitroso, que favorecen el efecto invernadero y contribuyen de esta forma al cambio climático.
A estos problemas hay que añadirle la incesante disminución del tamaño de las tierras dedicadas al cultivo, especialmente intensa en países en desarrollo, provocada principalmente por la transformación de terreno agrícola en zonas industriales.
¿Cómo conseguimos producir más en un terreno cada vez más pequeño y sin que tenga una repercusión considerable en el planeta?
Las plantas modificadas genéticamente (MG) o transgénicas podrían ser una alternativa viable, barata y de bajo o nulo impacto medio ambiental. Lo primero que hay que tener en cuenta es que todo lo que comemos actualmente está modificado genéticamente.
El hombre, a lo largo de los siglos, ha seleccionado los mejores especímenes para volver a sembrar sus semillas con el fin de obtener mejores cosechas. Cuando estas modificaciones se acumulan, generación tras generación, en unos pocos siglos tenemos individuos completamente diferentes y mejorados a los que iniciaron dicha línea evolutiva. A este fenómeno se le conoce como mejora vegetal a través de la biotecnología vegetal clásica.
Por el contrario, la biotecnología vegetal moderna es aquella disciplina que se emplea para la obtención de plantas transgénicas mediante el uso de la ingeniería genética. Al contrario que la biotecnología vegetal clásica, ésta permite una mejora vegetal en un tiempo menor y de forma más dirigida, ya que se selecciona un carácter concreto.
¿Que ventajas reales presentan las plantas transgénicas frente a los cultivos tradicionales?
Por ejemplo, el cultivo de plantas resistentes a determinados herbicidas conlleva un menor uso de estas sustancias químicas, que se traduce en una reducción de los costes y de los riesgos ambientales derivados de su uso.
El empleo de plantas con una mejora de las propiedades nutritivas, como por ejemplo el arroz dorado (con alto contenido en vitamina A), podría contribuir a reducir la malnutrición en países no desarrollados. Sin embargo, no todo son ventajas. El alto coste que supone el empleo de esta tecnología para los agricultores es un problema fehaciente. Por otro lado, las empresas biotecnológicas “creadoras” de los cultivos transgénicos monopolizan un mercado sin ninguna competencia directa.
A nivel global, los principales productores de transgénicos son países en desarrollo, tales como China, India, Brasil o Argentina. Entre los países desarrollados, Estados Unidos se posiciona como líder indiscutible en la siembra de cultivos GM, con más de un 40% del área total global. En Europa, España es considerada la cuna del cultivo GM, ya que prácticamente el 95% de los transgénicos del continente europeo tienen origen en campos de nuestro país.
A pesar de estos datos, actualmente hay una tendencia hacia la prohibición. Países como Austria, Hungría, Francia, Grecia o Luxemburgo han prohibido el cultivo de transgénicos en sus territorios. Pero ¿cuáles son los principales motivos que provocan esta tendencia en Europa? Las campañas de oposición lideradas por grupos ecologistas, así como el escaso apoyo social a este tipo de cultivos, son las principales causas.
Por lo tanto, la prohibición de la producción de los cultivos GM en Europa es una acción totalmente independiente de la ciencia, ya que no hay ninguna demostración científica de que los organismos genéticamente modificados sean inseguros tanto para el hombre como para el medio ambiente.
Para que la balanza se vuelva a equilibrar (si alguna vez lo estuvo) a favor del uso agrícola de cultivos GM en Europa hace falta que tanto políticos como grupos ecologistas se posicionen a favor de su siembra. Esta tarea, que se prevé ardua y larga, tiene que venir, además, acompañada de movimientos de concienciación social tales como el iniciado en el año 2015 por Biotecnología Si, en el que a través del lema #mitostransgénicos pretendía acabar con los mitos falsos en torno a los cultivos GM.
Sin embargo, no se puede negar que no corren buenos tiempos para los transgénicos en Europa. Entonces, si la tendencia no cambia, ¿cómo haremos para hacer frente al gran reto planteado inicialmente? ¿cómo alimentaremos a una población cada vez mayor, empleando para ello, áreas de cultivos cada vez menores?
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