Las grasas saturadas disparan el riesgo de sufrir un ictus o un infarto
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Las hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas se hallan en los productos procesados, sobre todo en la bollería industrial
En los últimos tiempos, la grasa de palma se ha convertido en el peor de los enemigos de la dieta saludable. Países como Francia han prohibido la comercialización de productos que utilizan esta grasa en su composición. Sin embargo, y en contra de la creencia generalizada, la de palma no es, con mucho, la grasa que más daño puede hacer a la salud de nuestras arterias y nuestro corazón. El principal problema de las grasas surge del daño que pueden infringir en las paredes del corazón y de las arterias, depositándose en forma de placas (de ateroma) y dando lugar a una subida de LDL (colesterol malo).
"Las grasas saturadas, entre las cuales se encuentra la grasa de palma, pero también todas las de origen animal como la mantequilla o la presente en las carnes rojas, son las culpables de este incremento de colesterol malo, que dispara de forma alarmante el riesgo de sufrir un infarto o un ictus", asegura el doctor Víctor Girbés, cardiólogo del Hospital Vithas Nisa Valencia al Mar. Sin embargo, para reducir el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular grave no sólo es necesario bajar el colesterol malo; es imprescindible también subir el bueno (HDL). "El HDL ejerce una labor de limpieza de las arterias fundamental para preservar su salud; el ejercicio físico es imprescindible para subirlo", asegura José Luis Colomer, cardiólogo del Hospital Vithas Nisa Aguas Vivas.
Pese a la campaña en contra que hoy soporta la grasa de palma, lo cierto es que hay grasas más peligrosas y que aumentan de forma alarmante el riesgo de sufrir infarto o ictus. "Además de subir el colesterol malo, cosa que ya sabemos que hace la grasa de palma, las grasas trans tienen un doble efecto nocivo: disminuyen el colesterol bueno". Las grasas trans están especialmente presentes en productos procesados. Los alimentos horneados como galletas, bollería industrial, alimentos precocinados, snacks y los fritos como patatas fritas, maíz, y otros aperitivos, junto con helados, cremas y batidos son los alimentos que contienen grasas trans en cantidad.
Escasamente presentes de forma natural en la alimentación, las grasas trans utilizan ácidos grasos saturados, que se manipulan en orden a obtener grasas que se tardan más en enranciar, soportan mejor altas temperaturas y conservan mejor los alimentos. Además, resultan más baratas que las grasas saturadas animales, que, aunque también saturadas, están presentes en la cadena alimentaria de forma natural y no afectan al colesterol bueno. En las etiquetas de productos alimentarios, las grasas trans son fácilmente reconocibles como "grasas hidrogenadas" o "parcialmente hidrogenadas".
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