El 40% de los españoles con trastorno bipolar ignoran que tienen la enfermedad

Los expertos aseguran que es muy difícil el diagnóstico, pues se confunde con depresión hasta que aparece "el otro polo de la misma cara" · El diagnóstico precoz puede evitar el abuso de sustancias

Dos de los doctores que presentaron sus conclusiones sobre trastorno bipolar, la pasada semana.
Dos de los doctores que presentaron sus conclusiones sobre trastorno bipolar, la pasada semana.
Efe / Madrid

21 de febrero 2012 - 05:01

Casi un millón de españoles padecen trastorno bipolar, aunque se calcula que el 40% de las personas que lo sufren no lo saben ya que son diagnosticadas de forma incorrecta con depresión. Pero ésta no es la única patología con la que se confunde esta enfermedad mental, ya que a veces también se identifica como esquizofrenia, trastornos de la personalidad y de la conducta o con problemas relacionados con drogas o alcohol. Ése es el principal problema al que se enfrentan las personas que sufren esta enfermedad episódica, crónica y recurrente, es decir, la dificultad en el diagnóstico, según explicó José Manuel Montes, jefe de sección de psiquiatría del hospital del Sureste de Madrid, y Eduard Vieta, jefe de servicio de psiquiatría del hospital Clinic de Barcelona.

Y la causa de que sea difícil diagnosticarla es que esta enfermedad, que afecta en similar medida a hombres y mujeres, es todavía una gran desconocida tanto para la población general como entre los profesionales médicos.

El trastorno bipolar se caracteriza por unas oscilaciones en el estado de ánimo, que no son simples cambios de humor: los enfermos que no son tratados sufren periodos de baja energía y tono, un estado similar a la depresión, de ahí que se confunda en muchas ocasiones con esta patología.

Hasta que no aparece posteriormente "el otro polo de la misma cara" o lo que es lo mismo, según Montes, un periodo de exaltación y euforia es muy difícil detectar la enfermedad.

Especialmente difícil de diagnosticar es el trastorno bipolar tipo II (lo podrían padecer cerca de 500.000), el que pasa más desapercibido ya que las fases de euforia son mucho más atenuadas que en el I.

En el subtipo I (se calcula que lo sufren 450.000 españoles) aparece ese aumento de la energía de forma desproporcionada, lo que le lleva al paciente a un grado de sufrimiento y de alteración de la conducta que hace que tenga al final que ser ingresado.

El denominador común de ambos subtipos de este trastorno es el periodo depresivo, en el que el enfermo tendría que ser tratado con antipsicóticos, además de con litio y antiepilépticos, dos fármacos a tomar de por vida.

En la fase de euforia además puede ingerir un antipsicótico sublingual que salió a la venta recientemente en el mercado español y que actúa sobre numerosos receptores de las neuronas.

Pero uno de los problemas del tratamiento es que los enfermos muchas veces acostumbran a tomar mal la medicación, porque no son conscientes de la enfermedad en las fases maniacas ya que se encuentran bien, con mucha energía y creen que no les hace falta.

Y en la fase depresiva, sin embargo, están tan bajos que piensan que nada les va a curar. De ahí la importancia de que reciban, como complemento de la medicación, un tratamiento psicológico enfocado a la educación para que se puedan dar cuenta de cuándo se ponen malos y tienen que llamar al psiquiatra.

Los especialistas como Vieta, quien dirige la primera unidad que se creó en España en esta especialidad, han querido recalcar que cualquier persona puede convivir con una enfermo bipolar si sigue un tratamiento adecuado que permita que la enfermedad esté controlada.

Por eso es importante el diagnóstico precoz de esta patología, que tiene una base genética sobre la que actúan determinados factores que la pueden precipitar, como el consumo de drogas.

La familia juega un papel destacado a la hora del diagnóstico porque el paciente suele ir a la consulta del psiquiatra o del médico general cuando se encuentra deprimido, pero no es consciente de los periodos de euforia, con lo que cual no los cuenta. Sí lo hacen sin embargo muchas veces sus allegados.

Ahí pueden llegar las primeras sospechas para el psiquiatra de que el paciente tiene esta dolencia, que suele aparecer en el inicio de la edad adulta, entre los 20 y 30 años.

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