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Militares que se alistan al mundo rural

España vaciada

150 familias de las Fuerzas Armadas buscan pueblo mientras el Proyecto Arraigo trata de encontrárselo.

Ana González (2i), técnico del proyecto Arraigo junto a dos familias de militares, Belén y Eduardo con su hija Alba, y Verónica, que se han instalado en Paredes de Nava gracias al proyecto Arraigo para repoblar la España vacía / Efe
Almudena Álvarez (Efeagro)

15 de noviembre 2021 - 09:54

Actualmente hay 150 familias de las Fuerzas Armadas buscando pueblo. Verónica, Juan, Eduardo y Belén son cuatro militares del Ejército de Tierra que han decidido alistarse a la vida rural para iniciar una nueva etapa y contribuir a la repoblación de la España vacía.

Desde su inicio en 2016 en Soria, el proyecto Arraigo, que hace de puente entre urbanitas interesados en cambiar su estilo de vida y pueblos con los brazos abiertos a nuevos pobladores, ha logrado empadronar a 253 familias en 152 pueblos de Castilla y León, Zaragoza, Cuenca, Jaén y la sierra de Madrid.

Entre ellas, algunas pertenecen o han pertenecido a las Fuerzas Armadas, porque desde Arraigo hicieron un llamamiento al Ministerio de Defensa al ver que algunos de los urbanitas interesados en el proyecto eran miembros del ejercito que estaban licenciadas o en la reserva, como explica a Efe Enrique Martínez, director del proyecto.

"Actualmente hay 150 familias del Ejército buscando pueblo y ya hemos conseguido que cinco hayan encontrado el suyo en Carboneros (Jaén), Cabanillas (Madrid), Biel (Zaragoza) y Palencia", señala.

Dos de ellas, la que forman Verónica y Juan, con sus hijos Diego y Sandra, de ocho y cinco años, y Eduardo y Belén, con su hija Alba, de 14, han decidido empezar de nuevo en Paredes de Nava, un pueblo de Palencia que suma 1.900 habitantes y se ha empeñado en cambiar la tendencia de la pirámide poblacional rural.

"Son personas jóvenes que tienen mucho que aportar al pueblo, son emprendedores, tienen hijos, y no podemos dejarles escapar, les necesitamos para mantener los servicios públicos", explica a EFE, Ana González, la técnico del proyecto Arraigo en el Ayuntamiento de Paredes de Nava, donde en los últimos ocho meses el censo ha sumado 33 nuevos vecinos.

Ella es responsable en gran medida de que las calles de Paredes de Nava suenen con otros acentos desde que llegaron, y decidieron quedarse, nueve familias de argentinos, brasileños, ucranianos, madrileños, andaluces, navarros o vascos.

"Están todos totalmente integrados", asegura. Y la cosa no es fácil. Porque, además de ilusionarles a ellos, hay que convencer a los vecinos de que "la familia que viene es una familia que tiene un proyecto de vida". El esfuerzo merece la pena "porque necesitamos gente joven que quiera emprender, que haya nuevas oportunidades de negocio, que se mantenga el colegio y las cartillas sanitarias".

"La aceptación ha sido genial. El cambio ha sido grande, pero nos encanta vivir aquí", confirma a EFE Belén, que llegó en septiembre junto a su marido y su hija desde Los Alcázares (Murcia), previo paso por Francia y Madrid, porque ellos son madrileños de toda la vida, pero el Ejercito les deparó otros destinos.

El último, Paredes de Nava, lo han elegido ellos, porque buscaban un cambio de vida y una oportunidad que han encontrado en este pueblo donde aterrizaron el pasado mes de septiembre con su hija y con todas sus cosas en dos camiones de mudanza.

Vieron la propuesta de Arraigo y el Ministerio de Defensa, se inscribieron y fue Ana González la que les llamó ofreciéndoles casa, justo al lado de don Diego, el cura, y trabajo. Ella, soldado, se ha convertido en cocinera, y Eduardo, cabo primero, está "encantado" cuidando a José Manuel, un vecino de Paredes que está enfermo y necesita ayuda para todo.

"No lo teníamos nada claro, pero vinimos a ver el pueblo a finales de agosto y nos encantó", aseguran. "Sobre todo a nuestra hija que aquí tiene mucha libertad y está en la gloria, casi no la vemos el pelo", bromean.

Comentan que no vinieron a Paredes huyendo de la gran ciudad, porque los Alcázares no es un sitio grande, pero siempre les gustó la tranquilidad de la vida rural, poder ir a pie a todas partes y que su hija disfrute de sus amigos sin tener que llevarla a Cartagena. "Hemos ganado en calidad de vida", aseguran.

También Verónica y Juan tenían claro que algún día querían vivir en un pueblo. Ellos han llegado desde Colmenar Viejo y aunque la idea de cambio estaba en el futuro, cuando entraran en la reserva, Paredes de Nava se les puso delante y no pudieron resistirse.

"Vinimos en julio a ver el pueblo, nos dijeron que hacía falta que alguien se hiciera cargo de la tienda de chuches que había cerrado, vimos un local que se ajustaba, nos ofrecieron una casa y de un día para otro, aquí estábamos", resume Verónica.

Ella dice que "esto se hace sin pensar o no se hace", pero su marido la corrige y asegura que para dar un paso como así hay que tenerlo claro, porque "te vas con toda la familia". Ellos, con sus dos hijos de 8 y 5 años, que todavía extrañan a sus amigos.

Reconocen que buscaban un pueblo más pequeño pero les encanta que Paredes tenga de todo, colegio, instituto, tiendas, farmacia, bancos y que sus hijos pueden jugar en la calle con total libertad. "Queríamos algo más humano y cercano, sales de casa y todo el mundo te saluda, te levantas por la mañana, abres las ventanas y huele a la leña de las chimeneas, mi hijo de ocho años ha salido solo con sus amigos, algo impensable en Colmenar", explica Verónica.

Ahora están ultimando los detalles para abrir su tienda y hasta han recibido la visita de sus amigos y de la familia, que está un poco preocupada por si no han acertado con el cambio, aunque basta con verles el brillo en los ojos para tener la respuesta.

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