La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Una noche también amenazada por el confort
Los vaticanistas copan las horas de vacío (horror vacui), los minutos de silencio. Amos y señores de la espera, la expectación es su caldo de cultivo. Y sus opiniones son tenidas en cuenta como las del sumiller que acaba de libar el caldo.
Tajantes, certeras, concluyentes, rotundas, dogmáticas. Si se atiende a la literalidad de algunas de las que circulan por esta Roma de curas y periodistas, puede usted fácilmente hacerse vaticanista en un tiempo exprés. Si la economía se aprendía en dos tardes, lo de ser analista en el Vaticano puede llevarle tres todo lo más. Atiendan a una opinión muy reiterada entre los sesudos observadores: "El nuevo Papa debe ser sobre todo un buen pastor, un buen gobernante, un santo". Cáspita. Lo del pastor lo he oído yo en otra parte alguna vez, con música de balido. Sería tal vez en el campo al circular por cualquier carretera andaluza. La bonhomía del gobernante es como el valor del torero, del militar. Se supone que se supone, ¿O no? Y la santidad... ¿Se imaginan que el Papa dijera claramente que no aspira a la santidad, que su conducta no respondiera a un modelo de santidad? Esto recuerda a esas pitonisas de las televisiones locales, cuando a medianoche van soltando esas opiniones tan vagas que lo mismo valen para un roto que para un descosido, para un hombre que para una mujer. "Veo a una nueva persona en tu vida. Y el as de bastos me indica que se te acercan una buena y una mala noticia".
Las cartas hablan como los vaticanistas. O los vaticanistas como las cartas. Y todo el mundo a decir amén. Quite el as de bastos y ponga al brasileño Scherer o al canadiense Oullet, que suena al outlet de productos a bajo precio. Quedará como un perfecto neovaticanista ante sus amistades.
Más ejemplos de opiniones manidas en las últimas horas antes de conocer al nuevo Pontífice: "El nuevo Papa necesita conocer bien a la curia y tener fuerza física y vigor espiritual". ¿Pero eso no lo dijo el alemán en latín antes de irse? Vaya, vaya. Si al final la secuencia de opiniones es clavadita a las que se oyen de los pregones semanasanteros de Andalucía. "El pregón es muy cristiano, muy comprometido y muy de Iglesia". La referencia a la Iglesia es rompedora... por las que hilan. Pero no se vayan todavía que aún hay más: "El nuevo Papa debe abrir el debate en el seno de la Iglesia, no llegar con las decisiones ya tomadas". Sustituyan Papa por jefe de Gobierno y cambien Iglesia por cualquier nación, verá cómo les vale igual el sesudo análisis, aplicable también en su investidura solemne como presidente de la comunidad de vecinos. La fumata nos confunde a todos, tantas horas mirando una chimenea no son buenas. Todavía estamos esperando la sorpresa: un Papa decrépito y próximo a la apostasía. O un vaticano sin vaticanistas y unas Semanas Santas sin pregoneros. A ver si lo dice el as de bastos. O la sota. Ninguno vaticinó al primer jesuita en la Silla de Pedro. O no les salió la carta.
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