La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
En el año 2023, las bajas laborales por incapacidad temporal alcanzaron en España su cifra más alta de la última década: 450 por cada 1.000 trabajadores. Estos datos, recogidos por el último Estudio sobre los determinantes del absentismo laboral, elaborado por Umivale Activa y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), nos sitúan a la cabeza europea, junto a Francia y Portugal.
Debido al elevado número de nuevos casos que se registran cada semestre, y más allá de las causas que suscitan esta situación, no es de extrañar que surjan preguntas inevitables como “¿qué puedo hacer y qué no si estoy de baja?” o “¿pueden despedirme si voy a la playa?”.
Lo cierto es que la normativa laboral no es muy explícita sobre lo que está permitido o prohibido hacer durante una baja laboral por incapacidad temporal. Todo depende del tipo de lesión o enfermedad y de las particularidades de casa caso en concreto. Por ello, y como premisa básica, hay que actuar de forma prudente, honesta para favorecer la pronta recuperación y, en el caso de duda, seguir las indicaciones pautadas por el médico.
El problema llega cuando se actúa como si no se estuviese de baja, aún teniendo en cuenta que las causas de estarlo pueden ser muy dispares: desde una pierna rota, hasta problemas respiratorios o depresión. Y, en función de las patologías, unas actividades serán más recomendables o menos que otras.
A lo largo del verano, son muchos los que se plantean este asunto. “¿Estar de baja significa que no puedo irme de vacaciones? ¿O a la playa?” Hay que comprender que si la baja es una cuestión de incapacidad temporal, se percibe una cantidad destinada a paliar la pérdida de rentas mientras el trabajador está imposibilitado temporalmente para trabajar y recibe asistencia sanitaria de la Seguridad Social.
Entonces, no hay una prohibición absoluta. Sin embargo, si en el caso de un viaje, por ejemplo, se comprueba que agrava el problema y retrasa el retorno al trabajo, sí podría haber problemas. De nuevo, todo depende de qué haya generado la incapacidad. En el caso de ir a la playa, la situación es mucho más liviana; especialmente, para aquellos que ya la tienen cerca.
Hay casos en los que ir a la playa es beneficioso para la salud y hasta lo puede recomendar el propio médico de cabecera frente a algunas dolencias. Además de aliviar el estrés y favorecer el descanso por las noches, algo que contribuye en caso de depresión, nadar en el mar ayuda a reducir la inflamación y el dolor.
Esto no sólo es bueno como actividad aeróbica para los ancianos, sino también para personas con dolor en las articulaciones (artritis) o aquellas que han sufrido una cirugía recientemente. Asimismo, la calidad del aire beneficia a las personas con asma o problemas respiratorios, ayudándoles a respirar mejor.
Por estos motivos, puede ser una gran aliada para combatir determinadas enfermedades o dolencias. Si bien es verdad que lo mejor es consultarlo previamente con el médico y tomar las precauciones necesarias, todo con el fin de favorecer la recuperación.
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